EL INSPECTOR
Para quienes entienden que cada acción conlleva una consecuencia.
EL INSPECTOR
“Pa, ha llegado un inspector.”¡Qué velada tan más perfecta! El anuncio de un nuevo compromiso trae promesas de futuros negocios, amistad entre familias, tal vez un jugoso puesto político y claro, la unión de dos enamorados. Ahora que la felicidad ha llegado, todo se puede resquebrajar en un abrir y cerrar de ojos o con la llegada de una visita inesperada. Así como el aleteo de una mariposa puede provocar un maremoto a miles de kilómetros de distancia, las acciones de cada uno de ellos han tenido consecuencias y él ha venido para confrontarlos con la verdad. ¡Abran el champagne y corran a lavarse las manos, que nadie tiene culpa de nada!
“Me gustaría obtener cierta información si usted no tiene inconveniente.”Basándose en “El Inspector Llama” del dramaturgo J.B Priestley, Clarissa Malheiros escribe “El Inspector”, una muy interesante denuncia a la falta de responsabilidad social, a la hipocresía y a las bellas imágenes públicas. La función comienza a la mitad de una cena, donde los Cuevas están celebrando la unión de su hija con el joven Jair, hijo de una acaudalada familia. Las disfuncionalidades propias de toda relación humana se deja entrever pero todo aparenta ser felicidad. Todo esto se resquebraja con la llegada de un inspector, quien dejará en descubierto cómo los actos de cada uno de ellos han orillado a una joven de diversos nombres al suicidio.
“Esta es mi manera de trabajar, una persona y una investigación a la vez.”La obra de Priestley, escrita en 1945, tenía como trasfondo una poderosa crítica a la sociedad inglesa victoriana y eduardiana, así como una expresión de los principios socialistas en los que creía su autor. Malheiros cambia la lectura y el discurso en “El Inspector” para hacer un estudio sobre las consecuencias y responsabilidad de nuestros actos, un llamado a entender que cada acción que se realiza en contra de otra persona tiene ecos muy fuertes y, ante todo, un grito de dolor para tantas y tantas jóvenes que mueren en nuestra ciudad, en nuestro país, consumidas por el peso de una sociedad que no les ayuda en nada a sobrevivir.
“Lo que sucedió antes pudo haberla conducido a lo que sucedió después.”Como directora, Clarissa ha tomado dos decisiones que resultan de enorme interés en “El Inspector”. La primera, en cuestión de fondo, es un cambio tonal en la obra hacia el melodrama, al buscar mover fibras sensibles en cada espectador, buscando una concientización sobre el enorme problema que aqueja a todas estas mujeres que a diario mueren, casi anónimamente, en esta ciudad. Aun cuando al final resulte un tanto forzado, casi rayando en lo chantajista, el mensaje que se busca transmitir es poderoso y definitivamente deja mella en todos los asistentes.
“No estaba linda hoy cuando la vi.”La segunda decisión que toma la directora, mucho más contundente que la primera, es en cuestión de forma, ya que “El Inspector” no cuenta con una dirección escénica convencional, en favor de un trazo coreográfico, que a momentos incluso podría caer en lo dancístico, dentro del rubro conocido como teatro físico. A partir de tres mesas, todos los actores entran en una dinámica que los tiene corriendo de un lado del escenario al otro, moviendo muebles, trepando por ellos o arrastrándose debajo, en una vorágine que resulta fascinante, sobre todo para un público joven, que es a quien principalmente está dirigida la obra. Ciertamente esta decisión consigue que la forma adquiera mayores acentos, llegando incluso a oscurecer el fondo, pero este ir y venir por todo el espacio resulta fascinante, consiguiendo además que cuando por fin se detiene el huracán teatral propuesto, el mensaje sea aún más contundente, sobre todo a la hora de regresar a todos los personajes a la mesa para un brindis final. Una propuesta alternativa a un texto convencional que seguramente dejará discutiendo a los asistentes por largo rato, después de acabada la función.
“Esta muchacha murió de un modo horrible y cada uno de ustedes ayudó a matarla.”“El Inspector” resulta todo un reto actoral para los involucrados, dadas las enormes exigencias físicas que el montaje requiere. No puede ser fácil mantener un personaje al mismo tiempo que se están cargando mesas, se mueven manteles, se arrastran por el suelo o se persiguen por todo el escenario. Sin embargo, cada uno de los actores se entrega al tope de sus capacidades para entregar el todo por el todo en escena. Destaco sobre todo el trabajo de Roldán Ramírez, Sergio Cuellar y María Sandoval quienes brillan por encima del resto del elenco, sosteniendo sus papeles en cada instante de la obra, en cada movimiento que hacen, en la mirada y en sus pisadas.
“¡Brindemos por el engaño!”¿Alguna vez le han gritado a una vendedora en alguna tienda? ¿Armado un escándalo y exigido hablar con el gerente? ¿Cuándo fue la última vez que le voltearon la cara a una persona necesitada en la calle, que no escucharon a una persona que pedía ayuda, que ignoraron a otro ser humano? Soy culpable de todas y cada una de esas cosas. Lo he hecho y me avergüenzo de admitirlo, pero es la verdad. Soy humano, vivo en sociedad y no soy cínico ni me lavo las manos, pero a veces simplemente nos dejamos llevar por nuestras emociones, por nuestros egoísmos, por nuestra naturaleza. Cada acto que cometemos tiene consecuencias. Cada uno de ellos. Nunca lo olviden.
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