EL GRAN INQUISIDOR
EL GRAN INQUISIDOR
Cristo es culpable y la humanidad una payasada
Cristo, quien ha vuelto a la Tierra y, tras cometer una serie de milagros, es apresado para ser enjuiciado por el gran inquisidor. Se le acusa de haber abandonado a la humanidad por más de 20 siglos dejándola a merced de Satanás de quien nunca aceptó el pan que tanto necesitaba el hombre. La iglesia que se creó en su nombre ahora es quien lo condena a morir quemando en la hoguera. En escena, Cristo, corona de espinas en su testa, se halla derrumbado en el suelo sosteniendo una de las trabes que conforman su cruz. El arrogante obispo se halla parado junto a el empoderado y derrama vino tinto sobre él, convirtiendo el alcohol en la sangre que se derrama sobre el cuerpo de Jesús.
El Taller de Teatro Experimental de la UANL presenta una representación escénica del poema “El Gran Inquisidor” de Fiodor Dostoyevsky en el que Cristo debe pagar por el pecado de la soberbia, por no haber aceptado las tres tentaciones que el diablo le puso frente a él en el desierto. Partiendo de una idea original y adaptación de Sergio García (QEPD), la puesta en escena lleva el poema escrito en Los Hermanos Karamazov al ambidiestro terreno del clown y la oratoria política bajo una poética estética capaz de crear cuadros escénicos de carga visual impactante.
Tres actores en escena, dos hombres y una mujer. Intercambiando los papeles en intervalos, los tres son Cristo mudo y sin argumentos, los tres el obispo convencido de que sus palabras cargan la verdad absoluta, los tres un payaso de gran nariz roja que representa a la humanidad entera. Este último desea con ansia beber vino, comer pan, satisfacer sus necesidades básicas, así como sus placeres más corruptos o perversos, burlándose del salvador y siendo un obediente siervo de quien ostenta el poder de la cruz y la iglesia. “El Gran Inquisidor” parte de una propuesta interesante en la escenificación de sus personajes. Al no haber un papel fijo, todos – incluidos los espectadores – hacemos las veces de martir, juez y payaso dentro de un texto en el que Dostoyevsky cuestiona principios básicos de la doctrina de Jesús al mismo tiempo que le atesta una bofetada crítica a la iglesia católica.
El hombre, producto de los errores cometidos por el nazareno, necesita satisfacciones, pan para ser precisos, o dinero en su defecto. El payaso se acerca al salvador y le avienta un fajo de billetes a la cara sin obtener reacción alguna. El inquisidor toma algunos billetes y los engrapa al trabe, el último poniéndolo en la sien de Cristo listo para clavarlo con una grapa. La dirección conjunta de los también actores Janina Villarreal, Carlos Nevarez y Antonio Craviotto apuesta por lo estético, lo visual, ciertamente a momentos por el shock, consiguiendo una puesta en escena poderosa, pero desequilibrada en el uso de sus elementos. Esto se aprecia en el uso de imágenes proyectadas al fondo – gente obesa, ejércitos marchando, el ku kux klan, niños desnutridos a punto de morir– para ilustrar de manera obvia la denuncia del juez. Aunado a esto, cuando se trata de mostrar la perversión sexual en la que el humano ha caído, las imágenes son apenas visibles en un falso pudor que no tiene cabida dentro del tipo de montaje que presentan. Por otro lado, la presencia de un bidón con gasolina puesto sobre el escenario desde el inicio de la función elimina por completo el factor sorpresa al final de la misma. Una dicho esto, se debe aplaudir la plástica con que el Cristo crucificado es elevado por los cielos, mientras que un payaso se burla de todos los presentes en su patética humanidad.
Como inquisidor, Antonio Craviotto es altivo, empoderado y cruel; haciendo las veces del payaso, un oligofrénico de ojos desorbitados; su Jesús es un hombre devastado por el peso de las acusaciones con que se le imputa. “El Gran Inquisidor” se beneficia con el trabajo de Craviotto, quien asienta la pauta de verdad, farsa y fractura con que el resto del elenco conformado por Janina Villarreal y Carlos Nevarez debe de trabajar. Nervaez está demasiado cómodo y protegido colgado de la cruz, no se le percibe su dolor. Janina consigue un clown sólido y divertido, un inquisidor sin alcanzar el peso requerido. Visualmente la obra es poderosa, contundente me atrevo a declarar, más es necesario solidificar actoralidad para que el fondo esté al mismo nivel de la forma.
Representando al estado de Nuevo León, “El Gran Inquisidor” se presentó en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque de la Ciudad de México en la 39 Muestra Nacional de Teatro. Fue parte de la línea curatorial de Escena Experimental y una demostración de que las palabras de Dostoyevsky tienen un peso y urgencia real en una actualidad donde, más que nunca, estamos plagados de payasos en el poder.