
EL FINAL
Para quienes quieren celebrar los 50 años de carrera del actor Arturo Ríos desde la desesperanza existencial de Beckett.
EL FINAL
“Ellos dijeron que estaba suficientemente bien.”
En el asilo ya no podía estar y lo echaron a la calle. Con la ropa de un muerto más grande que él sobre su arrugado cuerpo, y con dinero menos que suficiente para sobrevivir en el bolsillo, el anciano se tiene que enfrentar a una ciudad que ya no reconoce., que se ha convertido en un ente hostil que pareciera querer devorarlo, en un lugar que claramente ya no tiene espacio para alguien como él. En una cueva o en un rincón digno para un cerdo, en una choza con mierda en el suelo o cobijado por el calor que produce la paja de un establo, este viejo buscará donde descansar, un lugar seguro para cerrar los ojos y permitir que su cuerpo se relaje y exhale y… quizá nunca vuelva a respirar.
“El muerto debió haber sido de mi talla.”
La decadencia física y mental que viene con la edad, el sinsentido de la vida humana tras la Segunda Guerra Mundial, y la búsqueda de la muerte como una liberación al sufrimiento que conlleva una existencia en un mundo violento que pareciera ignorar por completo el valor de una vida humana son algunos de los ejes narrativos detrás de “El Final” de Samuel Beckett, una de las voces literarias más importantes de la literatura universal del siglo XX. Originalmente escrita como una colección de dos historias sobre el mismo indigente vagabundo sin nombre, esta adaptación a teatro con traducción a cargo de Antonio Vega funciona como un unipersonal que sume al personaje central en un océano de oscuridad, con un banquito de madera como única ancla, navegando en busca de un resquicio de felicidad o de paz, así sea en la oscuridad de una canoa dentro de un cobertizo en medio de una bulliciosa ciudad.
“Hacía mucho que no añoraba nada.”
La angustia de abandonar el asilo está al nivel de desconcierto que le genera el no entender la ciudad que alguna vez fue suya y ahora no reconoce. A quien sí reconoció fue a su hijo a la distancia, alguien que claramente lo abandonó a su suerte y de quien no se puede esperar nada. Una casera que se aprovecha de su ingenuidad, un dueño que prefiere darle un rincón a su cerdo que extenderle una mano a un ser humano y él mismo rechazando la ayuda de un amigo que le ofrece comida son pruebas de cuán alejado está el hombre de su propia humanidad.
“¿Hay una ley que les impida lanzarme a la calle desnudo y sin un penique?”
Reconocido principalmente por su trabajo dentro del teatro del absurdo, específicamente Esperando a Godot, en “El Final” Beckett consigue capturar de manera devastadora, aterradora y, a la vez, fascinante, tanto el proceso de descomposición en vida que sufre un ser humano cuando la edad, la miseria y el abandono producen sus estragos, así como la grotesca y feral forma en que una sociedad es capaz de apiadarse de sus propios miembros. Contado en primera persona, sin una estructura dramática propiamente progresiva o lineal, sino más bien deambulante como el mismo personaje, pero con una clara narrativa que da sentido a forma a la anécdota, el cuento de este anciano es una dura invitación a que el espectador sea consciente de su propia mortalidad y a que reflexione sobre cuán seguido uno le da la espalda o pretende ceguera ante otra persona por el hecho de estar en un estado de indigencia.
“Podría vivir aquí con el cerdo, dije.”
La entrada al teatro es por sus entrañas. Ahí, debajo de la butaquería, el espectador percibe el olor a paja y se encuentra con una exposición museográfica donde encontrará unos anteojos, una tabla, una banca de madera con flores secas, toda una variedad de objetos que conformaron la vida del anciano junto con una nota en cada elemento con un fragmento del texto de Beckett. Ya en el escenario, el anciano se encuentra posicionado sobre una pequeña tarima de madera cuadrada que no está fija y se balancea de un lado a otro con los movimientos del personaje. Dos luces laterales crean sombras de tamaño natural, cuando la noche embarga al viejo, el teatro cae en penumbra, al momento que se deja llevar por sus visiones, se revela un dispositivo que pareciera simbolizar memorias fragmentadas que ahora navegan sin rumbo fijo en el mar de su senectud.
“Puedo regresar el dinero con tal de quedarme un poco más.”
La dirección que Ana Graham propone en “El Final”, remontaje de una producción originalmente realizada en 2013 y que representa la ópera prima de Graham como directora, centra la acción en un pequeño espacio, ancla al personaje en un área que limita su movilidad, por ende, pone el foco sobre la actoralidad. Igualmente, con la exhibición previa a la tercera llamada, con una canción de cuna que no precisamente brinda paz antes de comenzar la obra, con el simple hecho de atar un banco de madera al pie del narrador, Graham dota de un simbolismo al texto de Beckett que no sólo lo llena de teatralidad, también le da un mayor gravitas, acentúa el patetismo en el que se encuentra el protagonista. El entendimiento que demuestra Graham de las palabras de Beckett la llevan a crear una propuesta escénica inquietante y fascinante, que hipnotiza en su oscuridad. Esto se consigue, en parte, gracias al trabajo que realiza Víctor Zapatero en el diseño de iluminación y espacio escénico, así como al diseño de la instalación artística realizada por Antonio Vega.
“Tocarse la punta del sombrero tampoco es una tarea fácil.”
En un esfuerzo por mantener un resquicio de humanidad, el anciano sin nombre explica su técnica de tocar su sombrero, un bombín, para poder hablar con la gente. Con esa misma facilidad habla de sus movimientos intestinales, del convivir con ratas en la morada que haya conseguido para pasar esa noche, o describiendo la paz que le da entrar a lo que posiblemente sea su ataúd. Al tratar de cantar una canción de cuna, su voz y cara se descomponen, se deforman como si la existencia de la belleza en el estercolero que se ha convertido su vida fuera algo demasiado complicado de procesar.
“Desee tener un techo sobre mi cabeza nuevamente.”
Celebrando sus 50 años de trayectoria artística, Arturo Ríos regresa a este unipersonal que estrenó hace más de diez años para demostrar que, por más dura que haya sido la visión de Beckett sobre la vejez, la edad también conlleva grandes recompensas como la capacidad de poner 5 décadas de experiencia al servicio de la escena. No solo controla y manipula su cuerpo con maestría, ya sea con el mero jalar hacia abajo de su párpado inferior o con el controlar su equilibrio sobre un banquito de madera en una superficie no firme, también contiene sus emociones, las va liberando de acuerdo a las necesidades del texto, culminando en un largo y escalofriante estertor que crea la imagen de un cuerpo separándose de aquello que separa piel, huesos y sangre de un ser humano. A lo largo de 50 años de crear sobre el escenario, Ríos ha acumulado toda una inmensa gama de herramientas interpretativas, mismas que se ven desplegadas en todo su esplendor entre la negrura del universo Beckettiano.
Desafortunadamente, yo no necesitaba amabilidad.”
Tengo 51 años de edad y le tengo tanto miedo a la vejez. Temo convertirme en un hombre que no sea capaz de cuidarse por sí mismo, en ser una carga para alguien más, perder la manera de ganarme la vida. Esos demonios me acechan, sin duda. Sin embargo, también sueño con llegar a cumplir 50 años de trayectoria. Me emociona la idea de ser un viejo que sigue yendo al teatro, libreta en mano, con la mano temblorosa, pero aún dispuesto a seguir conversando con la escena desde la crítica. Gracias Arturo por recordarme que la edad se celebra, se disfruta y se aprovecha comulgando con ese arte que llamamos teatro.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: El Final
DRAMATURGIA: Samuel Beckett
TRADUCCIÓN: Antonio Vega
DIRECCIÓN: Ana Graham
ELENCO: Arturo Ríos
DÓNDE: Teatro El Granero Xavier Rojas, dentro del Centro Cultural del Bosque.
DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.
CUANDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 9 de noviembre 2025.
CUANTO: $150. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en Boletos | EL FINAL | Centro Cultural del Bosque
DURACIÓN: 70 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.