EL ÁRBOL
Para quienes buscan liberarse de sus pecados en las palabras de Elena Garro.
EL ÁRBOL
“Usted es de lágrima y risa fácil.”
La primera vez que vio al Malo fue en el mercado, en medio del olor a cebollitas, cilantro y limas, el día que descubrió que los seres humanos son hermosas fuentes de agua colorada. La segunda vez sucedió entre las recogidas, obligada a azotarlo una y otra vez hasta desfallecer de cansancio. Tras su encuentro con aquel árbol que se secó, ese que recibió todos sus secretos, Luisa nunca pensó que lo volvería a ver, pero quizás esta noche sea de reencuentros y la sangre podría volver a correr.
“Cuando el marido sale bueno, la mujer sale perra.”
El reencuentro inesperado entre dos conocidas, separadas por la distancia y la clase social, es el punto de partida de donde Elena Garro, considerada la segunda escritora mexicana más importante en la historia, tan sólo después de Sor Juana Inés de la Curz, construye “El Árbol”, un melodrama con toques de suspenso que pone en evidencia la situación de desventaja y desigualdad en la que muchas mujeres de raíces indígenas se encuentran, así como el evidente desdén, producto de la discriminación, con que se le trata a la raza nativa de esta nación.
“A ti vengo a confesarte mis pecados.”
Con cierto asco velado, la señora Marta le entrega ropa vieja a su vieja “amiga” india de nombre Lucía, para que se vaya a bañar, no sin antes tratar de explicarle infructuosamente el cómo se utiliza una regadera. Esta escena procede a una larga explicación del porqué se encuentra Lucía en la Ciudad de México, lejos de sus hijos a quienes ha abandonado, relato que provoca sendos insultos de quien supuestamente profesa afectuosa amistad. La habilidad de Elena Garro en “El Árbol” de plasmar dos realidades contrastadas y contrapuestas, no sólo en situación económica, sino en términos de violencia, sufrida y perpetrada, aunado a un poderoso discurso sobre los pecados que cada persona carga en su conciencia y la manera de lidiar con ellos, ciertamente resultan lo suficientemente interesantes para mantener la atención sobre la escena. Sin embargo, la falta de un verdadero conflicto, producto de un ausente arco dramático salvo por un giro de tuerca final, da como resultado una obra mucho más literaria y narrativa que teatral, quizás un antecesor de la ahora llamada narraturgia, hecho que ciertamente resulta cansado para quien no aprecia este tipo de narrativa.
“Lo que se debe en esta vida se paga en la otra.”
Con tan sólo un puñado de elementos escenográficos que incluyen una jaula para pájaros con una maceta en su interior, una silla y un par de mesitas, así como con una iluminación que tiñe de rojo o de azul la escena entera, la propuesta de dirección de Miguel Romero en “El árbol”, su ópera prima como director, resulta solvente en cuestiones de tono y ritmo, a pesar de no llegar a transmitir ningún sentimiento de urgencia en su lectura de obra, hecho que podría compensar las carencias dramatúrgicas de la misma. Es así que el relato de Luisa a su amiga Marta alrededor de todas sus penas, incluyendo un asesinato y un tiempo vivido en la cárcel, se reciben como meras anécdotas que a momentos parecieran no tener el más mínimo impacto en quien las escucha. Resulta imperativa una mayor exploración en cada uno de los dos personajes sobre las emociones y reacciones que cada una de las historias contadas a lo largo de la puesta provocan en ellas, pero no limitándose a ser la antesala de un suspenso que se genera hasta el final.
“La lengua no hay que usarla nomás porque la tenemos.”
Ver la transformación de una mujer indígena huyendo desesperadamente de los maltratos de su hombre en una peligrosa asesina capaz de apuñalar sin culpa a una mujer en medio de un mercado es uno de los puntos más altos en “El Árbol”, gracias a la sólida actuación que realiza Ángeles Cruz de la india Luisa. Cruz es capaz de conmover con el miedo que proyecta ante la posibilidad de ser liberada de un mundo de barrotes en el que se siente segura, provoca escalofríos mientras hace una analogía entre un árbol seco y su anfitriona y se granjea simpatía como una inocente mujer de campo capaz de disfrutar las cosas más simples de la vida. Esta variedad de matices que permiten la creación de un personaje redondo en manos de una actriz capaz de vulnerarse es un requerimiento obligado también para la interpretación de Marta, su amiga tanto pudiente como condescendiente, en manos de Mahalat Sánchez quien da mayor peso a la forma que al fondo en un trabajo que no llega a la verdadera entraña, evitando así el antes mencionado sentimiento de urgencia que recae en actuar a una mujer que podría llegar a temer por su propia seguridad.
“Uno carga con los pecados de la gente que uno mata.”
Durante casi veinte años he compartido mi techo con la mujer que hace la limpieza de mi casa. A lo largo de todo este tiempo hemos compartido historias, alegrías, tristezas, enojos y en el camino se ha creado una buena amistad. Esta crítica está dedicada a la mujer de origen humilde, de campo y de enorme corazón que ha preparado mis platillos favoritos cuando el dolor en mi alma me impedía comer, que me ha hecho remedios de su tierra cuando he enfermado, a quien he aconsejado cuando ha sido víctima del abuso y en quien he confiado el buen manejo de mi hogar. Gracias Dominga por ser una fiel compañera y amiga sin importar las etiquetas.
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DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “El Árbol”
DRAMATURGIA: Elena Garro
DIRECCIÓN: Miguel Romero
ACTÚAN: Mahalat Sánchez, Ángeles Cruz y Myriam Bravo (alternando funciones).
DÓNDE: Foro A Poco No
DIRECCIÓN: República de Cuba 49, Centro Histórico.
CUÁNDO: Viernes 20:30, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 hrs.
COSTO: $135. Entrada General. Boletos en taquilla y ticketmaster. Aplican descuentos.
DURACIÓN: 55 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con valet parking o estacionamiento.