FOTOGRAFÍAS: RAÚL KIGRA CORTESÍA DEL INBAL
Bordar y bailar la espera
Ovillo.
20 Comunalizar la escena mexicana
Rosa Márquez Galicia
En Ovillo, escrita y actuada por Sonia Gregorio y dirigida por Mariana Gándara, con las actuaciones de Mayra Sérbulo, Liliana Alberto, Xochitl Franco y la Banda Mixanteña de Santa Cecilia, el teatro se convierte en un gran círculo de bordado donde las historias de la migración dejan de ser estadísticas para volverse nombres, hilos, servilletas y relatos. La obra, coproducida por la Coordinación Nacional de Teatro, Teatro en Llamas y Hecho Realidad, llega a la Muestra Nacional de Teatro atravesada por la memoria íntima de una familia marcada por la partida y por la fuerza de una comunidad de mujeres que decide taparle la boca al silencio, donde habitan la escena como un espacio de ternura, cuidado y confrontación.
Desde el primer parlamento, el montaje anuncia el territorio que va a recorrer. Sonia se pregunta en voz alta si es o no una escritora indígena mientras cuenta la historia del chinanteco de su madre. La lengua de la madre, dice, suena como el canto de las aves o como el agua del río. Al evocar a Yásnaya Aguilar y su idea de que hablar una lengua originaria es habitar un territorio cognitivo no conquistado, Sonia reconoce cómo su madre aprendió a moverse en el mundo con una sabiduría silenciosa. Recuerda el día en que le preguntó por qué nunca le enseñó su lengua, y escuchó las violencias que enfrentó en la ciudad: burlas, discriminación, la obligación de callar. Entendió que ese silencio fue una estrategia de supervivencia y que, aunque no heredó la lengua, sí heredó la mirada, la raíz y el modo de comprender el mundo transmitidos por su linaje. Sonia comenta y yo creo que por eso mi madre siempre se ha movido por el mundo de forma muy distinta.
Desde ahí, Sonia afirma su decisión de hablar, de contar lo que a su madre le fue negado, de convertir un silencio heredado en presencia escénica. Esa declaración abre una grieta política: ¿qué silencios nos sostienen?, ¿qué voces quedaron fuera para que hoy estemos aquí?, ¿qué historias estamos dispuestas a contar cuando miramos desde nuestra propia raíz y no desde los marcos que nos imponen? En esos cuestionamientos, Ovillo encuentra muchos de sus pulsos políticos poderosos.
Ovillo nos abre una oportunidad para la reflexión de la misma representación. Parte de experiencias para desplegar las voces de mujeres atravesadas por la misma herida: madres, hermanas e hijas de hombres que se fueron para hacer la casita, para mandar dinero, para ganarle a la pobreza, y que se convierten en nombres que esperan escuchar en esa chingada bocina. En una llamada que llega algunas veces y muchas otras no.
En este tejido dramatúrgico, Las Hormigas Bordadoras de San Francisco Tanivet ocupan un lugar central. Son el corazón del dispositivo. Bordar mensajes para sus familiares migrantes se convierte en metáfora viva de una tierra que se divide entre quienes se quedan y quienes se van. El telón escenográfico, un croquis bordado de su comunidad, coloca el otro lado como horizonte superior. El mapa es concreto: caminos, casas, árboles. La escenografía es mínima: seis sillas en línea y un teléfono colocado en medio, altar laico de la espera colectiva.
Se le comunica a la señora Carmen que tiene una llamada del otro lado. ¿Cuándo va a sonar el nombre que falta? Una de las imágenes más potentes es cuando Sonia entra a escena con un vestido de XV años, una adolescencia dividida entre la ilusión de la fiesta, el rechazo a un padre ausente y el duelo por el novio que migró.
Dramatúrgicamente, Ovillo cambia el foco. Lo que usualmente se suele narrar desde quien migra, aquí se sostiene desde quienes se quedan. Las mujeres de este pueblo nos dedicamos a esperar, dice una de ellas. Pero el montaje desmonta la frase: esperar es administrar, criar, remendar, mandar comida, aprender oficios, sostener la vida. Esperar es también desear, enojarse, decidir no esperar más, o imaginar migrar ellas mismas. El bordado, entonces, nombra lo innombrable y afirma la existencia de quienes no están, Bordo para no olvidar que tengo a mi hermano.
El cierre con la Banda Mixanteña de Santa Cecilia termina por redondear ese tránsito del dolor a la fiesta. Después de atravesar un universo donde la espera pesa como piedra, la banda en vivo propone un ‘estar juntas’ desde el convivio. El público se pone de pie, baila. La música avanza hasta cubrir la palabra.
Comunalizar la escena
Comunalizar la escena antes que descentralizarla ¿Por qué? Porque la descentralización suele conservar al centro como medida de todas las cosas, incluso en la misma palabra, distribuyendo legitimidad desde un lugar fijo, como si el flujo cultural emanara de una sola fuente. Comunalizar, en cambio, cuestiona los gestos colectivos que sostienen la escena. Comunalizar la escena mexicana para cuestionarnos ¿desde dónde miramos?, ¿desde qué vínculos?, ¿con quién hacemos comunidad cuando hacemos escena?
¿Qué ocurre cuando lo comunal no se plantea como “tema”, sino como forma de relación escénica?
Ovillo desplaza la pregunta de quién representa a quién ¿Y si la representación fuera un lugar donde lo comunal reorganiza cómo queremos mirar? ¿Qué imágenes producimos cuando son las comunidades quienes marcan el pulso del escenario? Ovillo nos invita a permanecer ahí, en esa producción compartida de conocimiento, a mirar de nuevo. Moverse de forma distinta, como lo hizo la madre de Sonia para sobrevivir, como lo hacen las mujeres en escena, es también la forma en que Ovillo propone desplazarnos.
Conocí a Sonia cuando ambas fuimos parte de Jóvenes a la Muestra, dos jóvenes con ansias de ver mucho teatro, de aprender. En ese contexto escuché innumerables veces la expresión “teatro de provincia” dicha como descalificativo, como si hubiera una sola forma “correcta” de hacer escena y todo lo demás orbitara alrededor de un centro incuestionable. Con los años he entendido que la Muestra Nacional de Teatro no es un manual ni una regla para cómo debe hacerse teatro en México. Sí, es un espacio para mirar pero también para descubrir nuestras propias miradas, para afinar nuestras poéticas sin imitaciones, para desobedecer formas que no nos pertenecen.
Ver Ovillo lo confirma. Me hace confiar en la potencia de la territorialidad, pensar que nuestras identidades, genealogías y sanaciones son fuerzas creativas y no obstáculos. Me hace sentir orgullosa de mis múltiples geografías, validar mi mirada, creer en mis afectos y en mis maneras de ver el mundo. Ovillo me muestra cómo una comunidad puede sostener una poética propia. Y al verlo, confirmo que todas y todos podemos encontrar la nuestra.
El montaje es también resultado de un hacer entre mujeres. En la entrevista previa, Sonia insiste en que trabajar con Mariana Gándara y un equipo de mujeres transformó los modos de creación, pensar en procesos sostenidos por el diálogo, la vulnerabilidad, la escucha y el cuidado. Crear desde la ternura es un trabajo diario de atención y autocuestionamiento. De ahí el legado de Mariana: “somos más fuertes cuando nos permitimos ser vulnerables”.
En ese sentido, Ovillo puede leerse como una semilla colectiva. El texto nace de Sonia, sí, pero se nutre de las bordadoras de Tanivet, de la comunidad, de la complicidad con Gándara, del impulso del Royal Court Theatre, de la Cátedra Bergman, de Teatro UNAM y de tantas mujeres que sostienen el proyecto. Una semilla de todas. Vamos juntas.
La presencia de Ovillo en la Muestra Nacional de Teatro continúa, la joven oaxaqueña que fue becaria a los 18 años vuelve ahora con una obra propia, acompañada de su compañía Teatro en Llamas y de una comunidad amplia de mujeres creadoras. Siendo todas una inspiración continua, siendo todas semilla y tierra.
A Mariana Gándara:
Eres eterna.
Persiste tu convivio, tu círculo de bordado y tu comunidad teatral que te extraña.
Descansa en paz.
Ficha técnica
Autoría: Sonia Gregorio
Dirección: Mariana Gándara
Con: Mayra Sérbulo, Liliana Alberto, Sonia Gregorio, Xochitl Franco y la Banda Mixanteña de Santa Cecilia
Producción: Isadora Oseguera-Pizaña
Diseño escénico: Natalia Sedano
Musicalización: Banda Mixanteña de Santa Cecilia
Diseño sonoro: Balam Toscano
Comunicación: Erika Arroyo
Asistencia de dirección y traspunte: Isabel Yáñez
Asistencia de producción: Hannia Retana
Asistente de diseño sonoro: Francisco Gómez
Documentación audiovisual: Guillermo Becerril y Balam Toscano
Asesoría en bordado, imagen y muestra textil: Las Hormigas Bordadoras

