ARROZ CONGRÍ
ARROZ CONGRÍ
Las caderas se mueven cadenciosamente al ritmo de la guitara y el bongó, los labios seducen mientras entonan canciones de Néstor Milí, Sergio de Karlo o Moisés Simons, la mente sueña con la fama, el escenario, los reflectores y los aplausos, mientras que el paladar se deleita con el exquisito sabor del arroz con frijoles colorados. Las dos meseras de este restaurante cubano podrán ser más mexicanas que el mole, pero en su sangre hierve el son de Habana, las envuelve el aroma a sal de mar de Varadero, les intoxica los efectos de un buen Ron y, por supuesto, se dejan enamorar por el exquisito sabor de un tradicional platillo de arroz congrí. Esperemos que el crítico gastronómico opine lo mismo.
El multifacético actor, director y dramaturgo Alfonso Cárcamo, a quien recientemente aplaudimos por su magnífica actuación en “Santificarás las Fiestas” de Conchi León (crítica en www.entretenia.com), ha escrito una verdadera carta de amor a Cuba en su comedia musical “Arroz Congrí”. Con una gran selección de música cubana y con una fuerte dosis de humor urbano, Cárcamo deleita con la historia de Caridad y Mercedes, dos meseras mexicanas completamente fascinadas con la cultura cubana que se ven involucradas en toda una serie de enredos cuando se enteran de la próxima llegada de un crítico al restaurante.
Una interesante mezcla entre concierto de música cubana y comedia ligera, “Arroz Congrí” no pretende más allá de ofrecer al espectador una buena selección de canciones, incluyendo “El Manicero”, “Cómo Fue”, “Son de la Loma”, “Mata que Dios Perdona” “Lágrimas Negras” y “El Yerbero”, junto con una historia que resulta encantadora en su sencillez y humor. Aquellos que disfruten del son cubano se maravillarán con las interpretaciones en vivo; los que gustan de reír encontrarán una buena dosis de chistes que incluso llegarán a provocar carcajadas, sobre todo cuando se hace referencia a la urbanidad de esta maravillosa Ciudad de México o al hacer un muy evidente homenaje al clásico de Pixar “Ratatouille”.
Dirigir una obra como “Arroz Congrí” pudiera parecer tarea fácil, pero realmente presenta toda una serie de retos a superar. La presencia de 12 canciones a lo largo de los noventa minutos que dura la función, sin que esta sea propiamente un musical, entremezcladas con la historia de estas dos mujeres, quienes además de todo tienen que lidiar con un patrón chocante y su sobrino, requiere que la dirección sea precisa para mantener un buen equilibrio entre ambos elementos y así maximizar su efecto. El trabajo de Tereke Ortiz es bueno, aun cuando deba de fortalecerse todavía más para cuidar el ritmo, ya que se corre el riesgo de que la música tome preponderancia sobre la obra, especialmente hacia el final de la misma, si no se nivela tanto la comedia como las situaciones dramáticas. Ciertamente es necesario aplaudir el trazo escénico que aprovecha al máximo el espacio disponible en El Círculo Teatral, así como el diseño de vestuario que perfectamente remite a la tierra de Celia Cruz. Insisto, un buen apretón de tuercas de parte de Ortiz en la obra de teatro para que se nivele con el recital de música logrará intensificar un trabajo que ya de por sí brilla por ser entrañable.
Las verdaderas palmas de la noche son para el elenco de “Arroz Congrí”, sin la menor duda. Comenzando con los músicos y cantantes Juan Cisneros en el bongó y Bienvenido Capote en la guitarra, quien también compuso la canción “Ese Perro no me va a Morder”. Ambos intérpretes resultan adorables ya que no se limitan a tocar los instrumentos y cantar, sino que también tienen papeles actorales pequeños pero valiosos, incluso siendo los portadores de un par de buenas risotadas. Junto a ellos, las estrellas de la función, Isabel Bazán y Alejandra Marín lucen bellas voces y demuestran ser talentosas actrices en sus papeles de Mercedes y Caridad. El carisma y contagiosa sonrisa de Marín están a la par del encanto y ojos soñadores de Bazán, consiguiendo que los espectadores compartan las ilusiones de fama que empujan a estas dos mujeres a cometer toda una serie de desvaríos. Nicolás de Llaca completa el cuadro al asumir con eficiencia los papeles de Don Pinzón, el dueño del restaurante, su sobrino y el del afamado crítico Zurita, al mismo tiempo que también demuestra tener una buena voz.
Pocas cosas me resultan más exquisitas que ir al teatro y sorprenderme. Yo confieso que llegué a El Círculo Teatral sin ningún tipo de expectativas, con una muy básica idea de qué trataba la obra, sin siquiera entender que rayos significaba un título como “Arroz Congrí”. También confieso que no tengo ninguna relación con la cultura cubana, no me gusta el ron y el son me es absolutamente indiferente. Lo que obtuve durante una hora y media fue un producto de gran amor a una tierra, a toda una cultura, sobre todo a su música, interpretado por un grupo de actores completamente comprometidos con su labor escénica, con transmitir ese amor a cada uno de los presentes. ¿Lo lograron? Ustedes decidan, pero les puedo hacer una última confesión para terminar: a menos de veinticuatro horas de haber visto la obra, me encuentro escribiendo esta crítica en una mesa del afamado restaurante cubano “La Bodeguita del Medio” tras haber degustado un buen plato de arroz congrí. ¡Provecho!
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