ANA CONTRA LA MUERTE

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Para quienes desean ser testigos de la guerra que una madre emprende contra el peor de todos los enemigos.

ANA CONTRA LA MUERTE

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“Yo estaría dispuesta a hacerlo todo por mi hijo.”

Luego de una cruel tregua que le permitió a un hombrecito valiente ilusionarse con atender a un baile escolar o con volver a sentirse un potrillo cabreado, el cáncer ha reaparecido, un nuevo ataque que orilló a una madre a tomar decisiones desesperadas. Números telefónicos que nunca se debieron de marcar, una mula flaca incapaz de responder preguntas en la frontera, argumentos por demás honestos presentados ante una jueza por parte de una mujer drenada luego de luchar por años una batalla perdida. Ana ha hecho lo imposible, lo impensable y lo inconmensurable por salvar la vida de su hijo, de arrebatarlo de las garras de aquel ente que al final, por más que se trate de evitar, acabará con todos por igual.

“Mi hijo no se va a morir.”

La lucha frenética de una madre por salvar a su hijo del cáncer es la base narrativa sobre la que el dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón construye “Ana Contra la Muerte”. Sin embargo, más allá de una desoladora historia que pareciera haber sido diseñada para arrancar lágrimas de cuanto espectador la vea, la obra de Calderón trasciende su propia anécdota para desarrollar dos críticas, una social y una filosófica. Por un lado, el escritor denuncia las inequidades en los sistemas de salud: el hijo de Ana es muy probable que muera, no por el cáncer, sino por el hecho de que su madre no tiene los medios económicos para pagar el tratamiento. De ahí es que la línea argumental lleva a la protagonista a tomar una serie de desafortunadas decisiones, mismas que la irán hundiendo cada vez más en el infierno, en situaciones que nunca habrían sido posibles si la sociedad no fuera tan ciega y cruel ante la ausencia de un acceso a servicios universales de salud para todes y cada une de les persones que habitamos esta tierra.




“Vine para cambiar mi historia, no para contarla.”

Luego de que Ana rebosaba de felicidad cuando creía que su hijo había librado y ganado la lucha contra el cáncer, sus sentimientos se tornan hacia la ira cuando la doctora le confiesa que la enfermedad ha vuelto con metástasis en varias partes de su cuerpo. Cuando tiene que hablar ante una jueza en una corte de los Estados Unidos, Ana no muestra el más mínimo arrepentimiento ante los actos ilegales que ha cometido, hablando francamente sobre los excesos a los que estaría dispuesta a ir con tal de ganar la guerra que ha emprendido, no contra el cáncer, contra la muerte misma que parece empeñada en arrebatarle a su hijo. La segunda crítica que “Ana Contra la Muerte” lanza, filosófica e imposible de solucionar, es alrededor del concepto de la muerte misma. Calderón cuestiona el por qué se debe de morir, el rol de esta certeza absoluta con la que existen todos los seres humanos, realidad que es capaz de tocar a bebés recién nacidos o a ancianos de más de cien años. Más allá de la hipérbole sentimental en la que se cimenta la historia, digna de un exacerbado melodrama televisivo donde el dolor de una pérdida es comparado con el acto terrorista más devastador en la historia, el autor pone de frente a sus personajes, y a las actrices que las interpretan, para plantear preguntar, abrir debate, y hablar de temas que se tienen de frente, pero que la gran mayoría prefiere evitar cual si se tratara de una plaga.

“¿Usted cree que yo pienso en la ley cuando pienso en mi hijo?”

Hacia el proscenio se levantan tres tarimas hidráulicas que ponen a Ana y a la doctora que ha tratado a su hijo en una posición elevada por encima de las butacas. Estas tarimas irán moviéndose, subiendo y bajando por el espacio a medida que Ana va transitando de casa de su mejor amiga a la frontera con Estados Unidos o a una penitenciaria. La luz blanca de Leds irá apareciendo o apagándose conforme el ímpetu de Ana va perdiendo o ganando fuerzas. A lo largo del camino de Ana, música la irá acompañando, acentuando el melodrama en que se ha convertido su vida. La escenificación de “Ana Contra la Muerte”, bajo la batuta del director Cristian Magaloni, tiene la compleja tarea de balancear los discursos críticos planteados por el autor con la lacrimosa línea argumental que enarbola y casi santifica la figura de la madre en una evidente búsqueda de la conmiseración y la empatía forzada. A través de una escenografía de Emilio Zurita, un diseño de iluminación a cargo de María Vergara y música original de Leo Soqui, este equilibrio a momentos es claro, se crean distintos espacios, se establecen distancias entre la autoridad y las víctimas de un sistema injusto, ponen a Ana en un universo separado del resto del mundo, aunque en otros se favorece el melodrama como se menciona con la música. Una vez establecido esto, el punto donde Magaloni alcanza tierra firme y su visión como director de la puesta en escena es mejor alcanzada es en el planteamiento de los personajes, en diferenciar claramente cuando una juez está cuestionando a Ana, y cuando las actrices dejan de lado sus roles para hablarse e interpelar al público como mujeres y madres. Esta decisión canaliza de mejor manera el sentimentalismo desbordado del texto, aleja un poco el chantaje emocional e invita más a la reflexión, permite que el público piense por sí mismo, alcance sus propias conclusiones, sin sentirse guiado forzadamente por la puesta en escena.




“Las madres no queremos exorcizarnos de nuestros hijos.”

Ana le pide a su mejor amiga un número telefónico que sabe perfectamente que no le va a dar. Su desesperación se ve en sus ojos, en el retorcer de sus manos, en la urgencia con la que trata de negociar con su amiga, dado que la vida de su hijo está en juego. Cuando se encuentra ante una policía fronteriza embarazada, quien la cuestiona con una fatiga laboral evidente que raya en el cinismo más absoluto, Ana deja ver su angustia ante la inminente caída que le espera. Cuando Ana tiene la oportunidad, por fin, de abrazar a su hijo quien le habla de cómics de Superman y de su visión de lo que pasa después de la muerte, su dolor se entremezcla con un infinito amor, sentimientos que siente por su hijo y la mortal peste que pulula en su pequeño cuerpo. Actoralmente, “Ana Contra la Muerte” es un reto ante la facilidad con la que se podría caer en el llanto fácil, en el desbordamiento sentimental, en vez de operar desde una fractura emocional verdadera. Mariana Giménez, en el rol protagónico, muestra a Ana como una mujer verdaderamente agotada, drenada de todas sus energías a causa del tiempo que lleva luchando contra el cáncer de su hijo. Las lágrimas que salen de sus ojos son pocas, es claro que lleva años llorando y ya no puede hacerlo mucho más, pero están cargadas de todo el dolor que lleva su personaje. Cada gesto que realiza es desde un lugar honesto, real, que permite verdaderamente conectar con el personaje. A su lado, Nohemí Espinosa, Montse Ángeles Peralta y Mariana Gajá, operan desde el mismo espacio de verdad, siendo el punto más interesante la manera en que estas tres actrices asumen varios roles, desde policías, amigas, dealers, jueces o sicarias, para en segundos dejar de lado por completo la actoralidad para presentarse como ellas mismas, como mujeres que deben discutir los delicados temas que aborda la obra. Es en este punto donde “Ana Contra la Muerte” brilla con mayor fuerza, en saber que Mariana, Nohemí, Montse y Mariana nos hablan desde el corazón y no desde lo que fácilmente se podría convertir en una telenovela.

“¿Las hormigas tienen cáncer?”

Si la muerte es el final, sólo nos queda escribir la historia. Recuerdo perfectamente esta frase, dicha en un espectáculo de improvisación llamado “Equis ha Muerto” que se presentó en el Foro del Tejedor en 2014. Todes nos vamos a morir, todes. No hay salida, no hay negociación, no hay manera de evitarlo. Algunos lo haremos más viejos, otros en sus cunas, muchos en hospitales, los más afortunados sin dolor, en sus camas mientras duermen. Sin embargo, mientras las fauces de la muerte no lleguen a nosotres, o a aquellos a quienes amamos, a nuestros padres, a nuestros hijes, nuestra historia debería de ser la más feliz posible. Antes de que las lágrimas caigan por la inminente pérdida que habrá de llegar, tratemos de sonreír, de crear recuerdos y correr como potrillos cabreados.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Ana Contra la Muerte

DRAMATURGIA: Gabriel Calderón

DIRECCIÓN: Cristian Magaloni

ELENCO: Mariana Giménez, Nohemí Espinosa, Montse Ángeles Peralta y Mariana Gajá.

DÓNDE: Foro La Gruta dentro del Centro Cultural Helénico.

DIRECCIÓN: Avenida Revolución 1500, Guadalupe Inn.

CUÁNDO: Viernes 20:00, Sábados y Domingos 18:00 horas. Hasta el 28 de Abril 2024.

COSTO: $310. Boletos en taquilla y Teatro Helénico (comprarboletos.com)

DURACIÓN: 105 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento y valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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