Juana Ramírez, una obra feminista, sorora, que busca la alegría de la convivencia: Entrevista con Andrea Garrote

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Luz Emilia Aguilar Zinser

Para Andrea Garrote sor Juana Inés de la Cruz es mucho más que una escritora sufriente, amordazada por el poder. La dramaturga, actriz, directora de escena y docente argentina, estrenó Juana Ramírez en el marco del 70 aniversario de la Orteuv (Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana), obra de su autoría y dirección.

El encuentro con sor Juana ha sido “exótico”, comparte la cofundadora del grupo El Patrón Vázquez, junto con Rafael Spregelburd, que ha merecido múltiples reconocimientos e invitaciones a giras por distintas partes del mundo.

En una de mis primeras obras, dos empleadas públicas argentinas discuten quién sufrió más, sor Juana Inés de la Cruz o Frida Kahlo. El tiempo pasa y la actriz que hace el personaje fanático de Sor Juana resulta ser mi cuñada. Tiene a mi sobrina y le pone Juana Inés. Justo antes de la pandemia me invitan a participar en Invocaciones, un ciclo muy lindo de teatro en Argentina organizado por Carolina Martín Ferro y Mercedes Halfon, en el que forman duplas con directoras o directores de escena y figuras destacadas del teatro universal. Me llaman un día y me dicen “Andrea elegimos quien hace match con vos: sor Juana Inés de la Cruz”. De ella sabía algo de su historia de vida, que es maravillosa, y dos o tres sonetos. No más. No era especialista en sor Juana, pero dije: sí, mi sobrina se llama Juana Inés, voy a hacerlo.

Había visto la película Yo la peor de todas, de María Luisa Bemberg. Empecé a releer la biografía de Juana, de Octavio Paz. Conseguí todas las obras de Juana y me fui fascinando con ese mundo de la prosa barroca, en el que hay un decir oculto. Leí las crónicas de Margo Glanz que me pusieron en época. La cuarentena por COVID había comenzado y en ese momento tan duro, la Nueva España de normalidad tan extraña y el convento, se convierten en una panacea. En paralelo me acuerdo muchísimo de mi infancia en un colegio de monjas, de barrio y empiezo a escribir sobre mis amiguitas, los juegos que hacíamos. Me distancio de la idea de que cada tanto Dios pone una mujer docta para fortalecer con una excepción la norma. La imaginé entonces a Juana como ecónoma dirigiendo un convento, la vi en su parte política, aspectos que han quedado en el olvido. Cuando empecé a encontrar el tono de la obra, me llaman y me dicen “los fondos no están más”. Me dio mucha pena por lo que me estaba pasando con Sor Juana. Decidí seguir.

Una vez terminada la obra Andrea se la pasó a Mauricio Kartún, quien consideró el texto extraordinario. Otros colegas también le expresaron su entusiasmo. Pero la dramaturga reconoció que para valorar el tema era imprescindible la mirada de un mexicano informado, inteligente y confiable. Pensó en Luis Mario Moncada, a quien había conocido en el Festival Fayuca, organizado en el Centro Cultural Helénico en 2008, donde se presentó con Mi señora es una espía, de su pluma y dirigida por Daniela Goggi. “En una de esas la obra es un disparate y ya está”. Al saber el tema Moncada soltó: “¡Ay otra obra sobre Sor Juana!”. Sin embargo, en cuatro o cinco días le escribió entusiasmado porque le parecía fantástico que una argentina escribiera una obra tan dinámica, capaz de ver otras posibilidades en la autora de la Carta atenagórica, más allá de los estereotipos. En ese tiempo Moncada dirigía la ORTEUV, gracias a él Andrea pudo viajar a hacer un casting y tiempo después a montarla en cinco semanas y estrenarla el 25 de junio de 2023 en Xalapa.

Para mí el teatro es festivo –asegura Andrea– Juana Ramírez es es una obra feminista, muy sorora, que quiere regalar la alegría de la convivencia. Para mí la historia de ese lugar común ¿quién sufrió más Frida o sor Juana? no va. Me molesta  que se trate de reducir a que sus compañeras la interrumpían. Se valen de un párrafo en la Carta a sor Filotea donde dice que tuvo que estudiar sola porque sus hermanas no habían tenido educación y solo hablaban de cocina. “Me siento sola como un animal de circo”, escribe. Pero empiezo a comprender que convive permanentemente con estas mujeres y que esa creencia de que la mujer es menos, Juana no la tiene y lo dice explícitamente. Cuando llegan los marqueses de Laguna y Paredes ella, de manera encubierta les habla de Isis, cosas muy revolucionarias para la época, que en la obra exagero: el personaje de Juana dice “deberíamos ser todas cultoras de la madre Isis, Tonantzin, madre tierra Tonantzin”.

Andrea Garrote hace de las hermanas que rodean a sor Juana personajes tan importantes como la escritora. Busca asomar al espectador a ese espacio de convivencia donde se construye una comunidad alegre, sensible y solidaria.

El descubrimiento de que Juana sigue escribiendo después de abjurar contrasta con Pascal o Galileo. Jamás se dice que al abjurar descubrieran que la Iglesia tenía razón y que ellos estuvieran equivocados. En cambio con sor Juana la historia parece indicar que tiene la epifanía divina y se da cuenta de que no debe tratar de entender el mundo como ella supone y que sus ojos no se van a posar en símbolo alguno, porque ha encontrado la gracia en solo alabar a Dios. Eso es un ejemplo en la historia de cómo abjura un hombre y cómo hacen abjurar una mujer. Con un poquitito de sagacidad una se percata de que Juana pasa tiempos políticos malos. Comprende que tuvo un lugar de cierta fama y protección, lo pierde y procede a guardarse. Pero aún bajo castigo escribe, porque están los poemas y los enigmas.

Ese momento histórico y ese mundo, que era la Ciudad de México, tan rica que la llamaban la Roma de América. Si yo hubiera inventado que ella escribe poemas y enigmas, que se leen en la Soberana Casa del Placer, me hubieran dicho “Andrea estás inventando, esto no te lo cree nadie”. La Soberana Casa del Placer es ese conjunto de ocho conventos en Lisboa donde las religiosas y las mujeres de alta sociedad leen a sor Juana, cuando ella vive aún, encerrada en un convento sin libros. Juana espera que lleguen buenos tiempos, otros virreyes, que el arzobispo deje de estar y ella pueda salir a la luz después del escándalo político en el que se metió y la metieron. Es una pena que la agarre la peste y muera. Ella se queda en el convento. Podría haberse ido pero no lo hace. Por algo la obra empieza así.

El convento se transforma en un pequeño grupo de resistencia, que crece hasta ese tiempo de gloria cuando hacen teatro. El teatro toma a Las Jerónimas en esta fantasía: ¡lo peligrosos que son la actuación, el teatro! Rápidamente generan roles y energías. Pueden erosionar cualquier orden político y religioso en un momento. Para mí ese es el juego del teatro. Mostrar lo profundo, acercar mundos a nosotros, sobre todo a los jóvenes, mundos con los que no obstante la distancia en el tiempo hay cercanía.  A veces la solemnidad en lo histórico aleja al espectáculo, al teatro, al entretenimiento.

Una gran variedad de temas actuales encuentra Andrea Garrote en la vida y obra de sor Juana, entre los que destaca el agua: Es real. Le querían hablar del agua al marqués de la Laguna. Juana quería hablar del agua y el padre Miranda pide que se investigue, “ya nos estafaron tres hispanos en lo que va de tan corta historia”. ¡Eso es tan argentino también! Es nuestro destino latinoamericano, esa relación con Europa y el Norte, tan compleja de enriquecimiento y a la vez de descuido. El tema del agua que sigue siendo actual, desde la conquista. Sor Juana termina muriendo por el agua. La envenena el agua.

En Juana Ramírez destaca la heterotopía como superposición de espacios y lugares, donde se puede estar a la vez en una sala de teatro, en un convento de Las Jerónimas a fines del siglo XVII, ante un grupo de jóvenes teatreras y en el umbral de la segunda ola feminista. El teatro rebasa limitaciones geográficas y cronológicas. Sobre el específico espacio teatral de La Caja, en Veracruz, teatro pequeño de la ORTEUV, donde corrió la temporada de la obra, Garrote comparte:

El espacio fue determinante para este trabajo. Íbamos a hacerlo en un teatro grande, pero tenía problemas con la electricidad y no se pudo. Decidimos proceder en un sitio pequeño. En Buenos Aires abundan las puestas en escena de muchos actores en sitios reducidos, lo que puede ser una experiencia conmovedora. El espacio pequeño sumó ese espíritu de que contra todo, el teatro está vivo y resistiendo. Con Mario Marín, escenógrafo y vestuarista, decidimos la escenografía y las claves del vestuario. Yo estaba medio fascinada con los retablos. Estas puertas que se abren, sobre todo para la escena donde se tiene que contar lo qué está pasando en el exterior. Un espacio austero pero con movilidad para escenas diversas. Ahí fuimos armando el sistema dinámico. No queríamos vestir a las actrices de religiosas.  Sugerí invocar la segunda ola feminista, desde Simón de Beauvoir hasta Alejandra Pizarnik. Entonces Juana tiene una especie de trajecito. A cada actriz sugerí, dentro de la paleta de colores, que eligiera qué tipo de vestuario le acomodaba. Yo soy actriz y no falta quien trate a todos los cuerpos como si fueran iguales. El personaje de Iyalí, indígena, es la modernidad, la magia y el futuro. Empieza y ella tiene una sudadera como se usa ahora, grande, y con un celular en la mano; se ilumina con esa luz. Ella va a buscar los hongos para la escena alucinógena, que me encanta. Vengo de un congreso de dramaturgia en Colombia, en Punto Cadeneta, con dramaturgos de Latinoamérica y Cataluña. Hicieron una lectura de Juana. En México se tiene mucho más referencia. Después de la lectura no paraban de preguntarse cosas de sor Juana. Los jóvenes estaban enloquecidos diciendo “no la conocíamos, es fascinante”.

Sobre la escena al final de la obra donde prefiguran a sor Juana su futuro, Garrote asevera: le dicen cosas tan contradictorias: “serás famosa, un crucero llevará tu nombre…. Nadie va a leer tus sonetos… Y tendrás el premio de literatura femenina más importante… No se harán tus obras de teatro, se van a quemar tus escritos, tus cartas… “¿Cómo puede pasar todo esto a la vez? –reclama el personaje de Juana–.  “El mundo no es lógico, nunca lo será. Todo eso va a pasar”. Lo que yo quería en esa invocación es rescatar la obra. Quería alargar un poco más la representación de Los empeños de una casa, el teatro dentro del teatro, pero la puesta en escena dura una hora cuarenta y en un espacio tan pequeño iba a ser moroso. Quedaron las escenas de la Fortuna ganándole a la Diligencia y al Mérito. Ella estaba contra la meritocracia. Es tan actual. Pareciera escrito para ahora. En Argentina hoy la meritocracia es absurda. Entre los temas del feminismo, ecología, la meritocracia… El arzobispo escribió que no hay lugar donde se pueda cuestionar al arzobispo ni a Dios y Juana dice “sí, sí hay: el teatro”. Es de una actualidad pasmosa. Resuena, resuena y resuena.

Sobre el trabajo con el elenco, Andrea comparte entusiasmada: Fue hermoso. Los quiero mucho. Los extraño. Nos seguimos escribiendo. Al principio fue muy duro por la selección. Era parte de la obra. Las hermanas en Juana Ramírez son jóvenes. La Compañía tiene muchas actrices mayores. La obra estaba muy dirigida a personajes jóvenes. El casting fue tortuoso porque no podía escoger a todas. Una vez que empezamos a trabajar las actrices comprendieron el humor de la obra. Para mí la comicidad es fundamental.

Fueron cinco semanas de lujo. Con la vida agitada de hoy en la que hay que hacer tantas cosas, tener la oportunidad de estar solo en una cosa es un regalo. Ahí estaba como en un internado, solo pensando en la obra. Fueron muy cálidos todos al recibirme. Di la posibilidad a cada cual de encontrar a su personaje. Para el casting no me basé en apariencias. Iyalí no tenía que tener la piel oscura. Se trata de algo más allá de pieles, colores y apariencia: era más de personas. Jugamos mucho en equipo. Entendieron que había un fondo y una figura que se va pasando de una a una de las hermanas del convento como pelotita. Siempre están actuando. Se generó un grupo muy amoroso.

Además de su formación en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires, de haberse instruido en dramaturgia con José Sanchis Sinisterra, en puesta en escena con Rubén Schumacher, dirección con Juan Ollé y Calixto Beitio, clown con Raquel Sokuloviks y actuación con Alberto Sava, Guillermo Angelelli y Ricardo Bartíz, Garrote tuvo como maestro de filosofía a Raúl Cardeiras. En 2018 estrenó Pundonor, obra multipremiada que dirige con Spregelburd, además de participar como actriz, en la que habla de una maestra que imparte clases sobre Michel Foucault. En el cambio de paradigma que vivimos y la agudización de múltiples crisis, la también actriz de cine y televisión, considera que el teatro es muy importante, cada vez más y no dejará de serlo:

En Argentina estamos en una crisis muy grande y los teatros siguen funcionando, la gente quiere ir al teatro. Es un fenómeno muy especial en Buenos Aires porque el teatro es muy valorado. Recuerdo una conferencia de Alan Badiou donde una chica dijo que el teatro debe volver a ser ese foro filosófico comunitario que otros lenguajes artísticos y los medios de comunicación no pueden tener. El libro está solo y el teatro está en comunidad. Podemos dar discusiones y reflexionar con unos tiempos que los medios no. Si la batalla es cultural, el teatro no es un arma masiva pero sí es poderosísima. En Pundonor, la obra que estrené en 2018, hablo de Foucault y la sociedad disciplinaria ¿Qué pensaría Foucault de las redes sociales? En otra obra reciente, Prima Facia, el personaje es una abogada de agresores sexuales que después tiene un episodio y pasa del otro lado. La obra devela como es el sistema judicial. En el cine no se podría hacer. El lenguaje visual no puede contener la filosofía, la poesía como sí lo hace el teatro. Cuando se trata de teatro quieres estar ahí, es fiesta, es Dionisio. No puede ser de otra forma la batalla contra el poder. Con estas reglas, el teatro seguirá latiendo con viveza. Es un oasis. Ahí está la carencia, la condición ridícula del humano. A través de las carencias podemos acercarnos a la condición humana y comprendernos. La principal función del poder es separar: el teatro une.

Juana Ramírez fue invitada al FITU UNAM en septiembre de 2023 y seleccionada como la obra inaugural de la 44 MNT.

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