Entrevista a Amaranta Leyva, Aprender y olvidar

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Enrique Saavedra

“¿Cuándo es la obra con Amaranta? Aunque había muchas cosas que Lucio Espíndola ya no recordaba, en sus últimos meses de vida se despertaba con esa pregunta. Había olvidado muchas cosas del mundo, pero no dos fundamentales: jugar y dar una función teatral. Y eso era lo que el titiritero, dramaturgo y director argentino seguía haciendo, al lado de su hija, Amaranta Leyva, quien, sin querer, a través de una propuesta teatral sumamente original y arriesgada, le construyó un homenaje teatral en vida y, tras su partida, lo convirtió en un homenaje póstumo para honrar al gran titiritero pero, sobre todo, al abuelo que hizo las delicias de su nieta cuando jugaban juntos todas las tardes.

Aprender y olvidar es una obra de teatro para las infancias en las que un abuelo que está perdiendo la memoria juega con sus nietos que están en pleno proceso de aprendizaje. En esa simpleza se oculta uno de los proyectos más personales, íntimos y complejos no solamente de Amaranta Leyva, sino de la Compañía Marionetas de la Esquina, la agrupación especializada en teatro de títeres y objetos que el titiritero, dramaturgo y director Lucio Espíndola fundó en 1973 en Argentina y que en 1974 estableció en México al lado de la titiritera, dramaturga y directora Lourdes Pérez Gay, quien actualmente, junto a Amaranta, continúa al frente de la compañía y de su espacio escénico: el Centro Cultural La Titería, abierto al público en 2014, hace exactamente una década.

La idea de la obra surgió tras la observación que Amaranta hacía de su padre y de su hija cuando él la cuidaba por las tardes. Mi hija estaba en preescolar, chiquita, aprendiendo el mundo. Mis papás vivían en una casita con un patio pequeño con un gran árbol y en lo que yo estaba escribiendo o ensayando, mi hija se quedaba con Lucio quien siempre la recibía con una paleta helada del congelador. Ya más tarde, cuando me sentaba a observarlos, porque me gustaba mucho verlos jugar, pensaba: “qué momento de paz para Lucio, porque no se preocupa, no tiene vergüenza ni miedo de que se le esté olvidando el mundo”, porque era una relación directa con mi hija a través del juego. Mi hija, al aprender el mundo, le iba explicando o preguntando a su manera y mi papá a su manera le iba respondiendo. Esa relación tan honesta fue la que quise plasmar en la obra. Hice varios intentos de texto, pero todos caían en la condescendencia, en el maniqueísmo, en el “pobrecito”, no es un tema fácil.

Tras varios borradores, el proyecto quedó listo. Fue seleccionado por una compañía en Vancouver para coproducir el espectáculo. Se hizo un laboratorio con actores de aquella ciudad, pero algo no terminaba de cuadrar: nunca encontré una manera satisfactoria u honesta de hacer un homenaje a esta gente sin caer en la burla o en la poetización. Fue hasta que estaban ensayando en La Titería que sucedió la revelación: estábamos ensayando con un actorazo de la Compañía Nacional de Teatro, súper lindo y amable, jugamos por horas, pero no funcionó. Lucio rondaba por allí, se asomaba. Y entonces me dije: “si esto es una obra para Lucio, ¿por qué no juego con Lucio?” Eran las siete de la noche, lo llamé, vino obediente igual que como yo era de niña con él, le di la muñeca del personaje de Eva y empezamos a jugar él y yo. Y todos los que estaban ahí dijeron: “ahí está, eso es”. Corregí algunas cosas del texto, armamos la estructura para que él pudiera entrar, adaptábamos momentos de juego, de libertad y de improvisación en los cuales nos revolcaba tremendamente, porque una cosa es que estuviera perdiendo la memoria y otra que toda su inteligencia y recuerdos estaban con él: se burlaba de nosotros, se reía, jugaba, nos la ponía difícil. Nos arriesgamos a presentarlo así. Y funcionó.

Luego de un breve periodo en el que el director canadiense intentó sobreproteger a Lucio poniéndole un apuntador electrónico al oído o dulcificar los tonos de mando en el juego propio de la idiosincrasia latinoamericana, la propuesta quedó lista. Tras un exitoso periodo de prueba en La Titería a finales de 2021, la obra tuvo un par de temporadas en las que el público les pedía: “¡vendan pañuelos!”, ante las inevitables lágrimas que asoman en buena parte de los espectadores en cada función.

Para sorpresa de todos, don Lucio dio cerca de treinta funciones, toda una temporada para los estándares en la Ciudad de México. Mi papá se despertaba y mi mamá le decía: tienes que bañarte y vestirte, porque tienes función. Y él respondía: “¡¿Yo?! ¿Yo tengo función? ¡A mí no me han dado el libreto! ¿Cómo voy a actuar si no sé de qué se trata?” Y mi mamá le respondía: “¿Y de qué serviría que tuvieras el libreto? ¿Lo memorizarías?” Y él decía que no. Cuando pasaban los días y no daba función, le decía a mi mamá: ¿Cuándo voy a hacer la obra con Amaranta? Ese era su recuerdo.

Al partir Lucio, la noche del sábado 10 de diciembre de 2022, sucedió algo que va a contracorriente con este tipo de proyectos en los que, si falta el centro del mismo, éste se cancela definitivamente. En abril de 2023, Aprender y olvidar se reestrenó en La Titería con el formato con el que hoy se le conoce: además de Amaranta y tres titiriteros más, en cada función se invita a un actor o actriz distinto para que interprete el personaje del abuelo. La dinámica con ellos es la siguiente: tras la invitación y aceptación del reto, se les cita una hora antes de la función, se les dictan líneas generales sobre lo que sucederá en escena y el resto lo hace el juego. Claro, para poder jugar en el escenario, los actores convocados echan mano de sus largas e impecables trayectorias teatrales, de sus tablas, de su experiencia profesional y, sobre todo, de vida. Durante abril de 2023, pisaron el escenario de La Titería actrices y actores de número de la Compañía Nacional de Teatro: Angelina Peláez, Luisa Huertas, Óscar Narváez, Julieta Egurrola, Martha Verduzco, Gastón Melo y Ana Ofelia Murguía, quien con esta participación cerró su legendaria trayectoria teatral, la más importante de nuestras actrices teatrales no volvió a subirse al escenario y falleció el último día del 2023.

Cada función era un estreno, había estrés y era angustiante. Ellos llegaban una hora antes, les explicaba un poco quiénes eran, como personaje, les explicaba características de la relación entre mi hija y Lucio, les platicaba eso que yo observé mientras los veía jugar, como para entrar en situación, pero les aclaraba que, de ahí, podían jugar y hacer lo que quisieran. Tuvimos todo tipo de abuelos. Todos venían de la pandemia y llevaban un rato sin subirse al escenario, ese era un gran reto. A las mujeres yo les decía que podían ser abuela o abuelo, pero todas le entraron a ser abuelo. No necesitaban decirlo, pero venían ataviadas como abuelo. Ana Ofelia, cuando la fui a ver a su casa y le expliqué todo, ella tenía colgado el vestuario de abuela y me lo enseñó: una falda, un broche, todo divino. El día que llega a la función llega con otro vestuario: pantalones, una playera graciosísima y una chamarra. Y me regañó, me dijo que por qué a ella no le decía que era un abuelo, que si es un abuelo, ella venía de abuelo, que no quería que hicieran concesiones con ella. Esa función duró horas: nos revolcó, desde su silla, porque ya no se podía parar, pero hacía chistes y recuerdos que fue una delicia.

Para celebrar el Día de las Infancias 2024 en La Titería, el abuelo fue interpretado por el primer actor Arturo Ríos. La idea es que, en donde nos presentemos, sea con actores del mismo lugar, a manera también de homenaje o reconocimiento. Recientemente, en Miami, en la versión Learning and Forgetting, fue con un actor de allí, Craig Dearr, lo que implicó improvisaciones en inglés y en español. En el Festival Internacional de Teatro de Córdoba, Argentina, fue con Lito Fernández Mateu, quien es un actor cordobés muy conocido al que aprovecharon para hacerle un homenaje. Es algo muy riesgoso pero muy emocionante y para mí eso es hacer teatro: vas con lo aprendido, con lo trabajado, pero estar en el escenario es atreverse, arriesgarse y a ver qué pasa.

Si bien Aprender y olvidar es una obra que se enmarca en el trabajo para infancias de la Compañía Marionetas de la Esquina, es innegable que muy en lo particular está tocando a otros públicos: Sí hubo menos niños en esta obra y también en los adultos se corrió la voz de los actores que iban a estar. Llamaban para preguntar cuándo estarían Julieta Egurrola o Luisa Huertas. Hubo gente que repitió funciones. Pero mis textos, los textos que trabajamos en Marionetas de la Esquina, quiero que le hablen a chicos y grandes. Además, en esta obra se necesita de niños porque son los que le ayudan al abuelo —porque como no es suficiente para nosotros con tener un actor invitado que no se sabe la obra, hay interacción con los niños del público—. Con los niños es muy interesante cómo se ponen del lado del abuelo para protegerlo. Son como adultitos cuidando al abuelo: entienden que estar perdiendo la memoria es igual a peligro y hay que cuidar. Y en los adultos es un mar de llanto tremendo. Yo decía: “¡¿Qué es esto?! ¿por qué no paran de llorar?” Uno espera que se enternezcan, que haya emoción, pero había gente que se quedaba en las butacas porque no se podía levantar por estar llorando. Ningún actor se salvó de llorar en la escena final.

Y, por supuesto, en Amaranta Leyva, experta en el manejo de la ficción y del público, la obra hace una mella que no hace ningún otro de sus proyectos: Para mí actuar esta obra es muy fuerte. A mí todo lo que pasa en escena me recuerda a mi papá. Tengo que cuidarme mucho cada que la programamos porque yo tengo que cuidar mi energía emocional porque… me acuerdo. Y es que, durante la función, Amaranta es titiritera, pero es imposible que no sea al mismo tiempo directora y cuidadora del actor de la tercera edad que interpreta al personaje central. Empero, ese peso lo comparte con sus compañeros, pues todos forman parte de la compañía, la cual, al ser un proyecto familiar, no oculta que su funcionamiento es el de una familia.

Todas las semanas previas a la gira a Miami y Córdoba, tuvimos un cansancio físico y emocional porque sabemos lo que representa. Recientemente tuvimos una experiencia con una actriz de una compañía amateur de teatro de la tercera edad, con la que el resultado fue muy diferente. Tras cada función hacemos un análisis e investigación de qué pasó, qué funcionó y qué no. Con ella aprendimos cosas que no funcionan y otras que sí. Trabajamos juntos que esto es así, va a pasar esto, los que estamos en escena trazamos varios posibles caminos en la estructura, previendo lo que vaya a pasar, pero lo que es más interesante es lo que nos va a dar el otro […] Sí tiene que ser una obra para actores de formación. Esta es una obra que me pone a pensar y reflexionar constantemente, porque es una obra que está en proceso. Una obra con un actor nuevo en cada función es un estreno.

Ante esto, Aprender y olvidar tendrá nuevos estrenos en el marco de la 44 Muestra Nacional de Teatro 2024, en donde trabajarán con actores sudcalifornianos, el viernes 8 de noviembre a las 19:00 en el Teatro Juárez de La Paz, BCS y el sábado 9 de noviembre a las 18:00 en el Teatro Manuel Márquez de León en Todos Santos, BCS.

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