Por Juan Carlos Araujo | 8 febrero, 2014 0 Comentarios

Para quienes quieren crear conciencia ecológica en sus hijos con origami y un son jarocho.

ZOONGORO BAILONGO

 

“Hace un millón de años, los seres humanos eran muy como los animales.”

 

Todos los días abrimos bolsas de papitas, usamos servilletas, papel de baño, desechamos botellas de vidrio grandes y chiquitas, cáscaras de plátano y envases de plástico. A diario generamos cantidades inmensas de basura que simplemente metemos en contendores y botes o entregamos al recolector para después, cómodamente,  olvidarnos de ella. Los animales no generan basura pero muchas veces tienen que vivir entre ella, cortesía de los humanos.

“Yo no puedo dejar de pensar en que la basura está sucia.”

 

Muchas veces se piensa que el teatro infantil se limita a adaptar la última película de Disney o de Pixar a un escenario, para que los chamacos se puedan entretener con las mismas canciones que han cantado durante las cincuenta veces que ya vieron la misma película en casa.  Ciertamente ese es un tipo de teatro que normalmente llega a ser muy exitoso. Sin embargo, hay otra rama del teatro infantil mucho menos publicitada pero mucho más hermosa que busca, no sólo entretener a los niños, sino también educarlos en temas de gran importancia, como  lo es la ecología, con un alto entendimiento de la estética y el arte.

“De ranas babosas, no soy desayuno”

 

El son jarocho y el origami, técnica oriental para la creación de figuras de papel, tienen un encuentro único en la obra infantil “Zoongoro Bailongo” de Zenén Zeferino Huervo. Una guitarra de son, una quijada de burro, un marimbol y hasta un pollo de plástico, entre otros instrumentos, son utilizados para musicalizar esta pequeña aventura infantil donde animales como el jabalí, el armadillo, la mosca y la rana se comunicarán con los pequeños para platicarles lo importante que es el cuidado al medio ambiente.

“Es como la historia del pájaro de Valle Basura.”

 

Con mucha más imaginación que recursos, un grupo de tres actores y tres músicos invitan a los niños asistentes a comenzar con la diversión desde antes de entrar al foro, ofreciéndoles papel y crayones para que puedan dibujar lo que gusten. Una vez dentro de la sala, los dibujos se convierten en parte de la escenografía, donde se desarrollará una linda fábula sobre los problemas que pueden llegar a ocasionar todos los desperdicios que generamos.

“Decidió picotear una bolsa de basura que no se veía nada mal.”

 

El atractivo para los chiquitines radica en los animales de origami, que han sido creados con gran cuidado y que cobran fuerza con el uso creativo de la iluminación escénica. Ver a una rana de papel tratando de devorar a una mosca de luz es lindo, pero se vuelve adorable cuando uno ve la cara de fascinación del niño de cinco años que uno tiene sentado a su lado disfrutando de la acción.

“En lo profundo del bosque, hay un árbol encantado.”

 

El atractivo para los adultos radica en la música. El trabajo de Pablo Emiliano García, Víctor Reyes y Carlos López Tavera, quien también es el adaptador de la obra, resulta ingenioso, bien ejecutado y mantiene a los adultos con un cierto movimiento de pie que sigue el ritmo de los sones jarochos que interpretan. La mezcla de un texto en verso bien estructurado, junto con estos animales de origami ya sería una buena obra para los niños, pero si a esto le sumamos la música, les garantizo que los adultos también la pasarán muy bien.

“Siempre es difícil saber lo que es importante.”

 

Los tres actores, José Juan Sánchez, Itzel Aparicio y Belén Aguilar , quienes manipulan las figuras de papel y cantan parte de las canciones, realizan exitosamente su labor por la más simple razón de todas: se les nota qué tanto disfrutan su trabajo y la presencia de los niños. Interactúan, cuentan y juegan eficazmente en su intentar que los niños cobren una conciencia ecológica.

“Era un monstruo silencioso que devoraba mundos.”

 

Mi eterno pleito con el teatro infantil es que a veces el lenguaje o es para retrasados mentales o para literatos graduados. Ciertamente “Zoongoro Bailongo” cae dentro de esta segunda categoría, obscureciendo un poco el mensaje que se quiere dar a los niños. Sin embargo, estoy seguro de que la obra abrirá canales de comunicación entre padres e hijos, donde se tratarán los temas sobre lo que la obra busca concientizar.

“Estamos aquí como olvido y memoria.”

 

Sin duda, un trabajo original y sencillamente lindo que descontextualiza una sección amarilla para convertirla primero en basura y luego en un hermoso árbol, mientras que la música jarocha invade nuestros oídos y el corazón. Nuestro planeta tiene salvación si logramos, ya sea con grandes y costosas campañas televisiva o con una rana de papel y una lamparita, convencer a nuestras jóvenes generaciones de que vale la pena.

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DATOS GENERALES

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