Una metáfora interactiva en tiempos de violencia digital contra las mujeres

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Una metáfora interactiva en tiempos de violencia digital contra las mujeres

Sobre Máquina Mundo: Barbie

Fernando Martín Velazco

Al entrar en la sala el público encuentra el espacio iluminado y a una actriz sentada de espaldas en un diván. Dos pantallas verticales replican  en vivo el feed de TikTok de una adolescente yucateca. Antes de la tercera llamada, la rutinaria voz en off  pide apagar los celulares… La intérprete gira el cuerpo para decir que en esta obra no solo sí se puede hacer uso del celular, sino que invita a mantenerlo encendido y seguir las redes sociales del personaje. Enseguida llama a los presentes a una selfie con ella. Esta foto colectiva traspasa el ámbito de la escena: se sube como una story de Instagram en la cuenta barbyeutopia.

Máquina Mundo: Barbie retrata una de las dimensiones sociales de la pandemia por COVID-19: una generación de adolescentes forzada a vivir en una virtualidad, a ver sus fantasías en las pantallas de sus celulares. La obra alterna escenas de un relato personal con acciones que replican las dinámicas de interacción virtual mediante un dispositivo que utiliza el altavoz inteligente Alexa y la pantalla del smartphone de la intérprete proyectada en vivo. La complicidad con el público juvenil se da a partir del buen manejo de la improvisación y la simpatía de Gabriela Jiménez en el papel de María.

El espacio escénico de esta obra —el cual ha evolucionado, al igual que su dispositivo digital, en las diferentes etapas del proyecto desde 2022— está claramente delimitado, las atmósferas lumínicas funcionan tanto en la escena como en las imágenes en cámara, donde destaca un estudiado diseño lumínico.

El complejo dispositivo digital se sostiene en la pantalla del celular de la protagonista. Es notable la destreza de Gabriela Jiménez en la utilización de este dispositivo, que conlleva virtudes y amenazas. Mientras que el uso del smartphone para sostener la medialidad es clave en el discurso de la obra, por tratarse de un instrumento de uso común, también se le expone a riesgos importantes. En una de las funciones de esta MNT, un fallo en el Internet del teatro pausó la obra. La ralentización en la transmisión del video es invitable cuando el equipo se sobrecarga. Las actualizaciones constantes del software y de las apps utilizadas durante la obra (en demanda creciente de capacidades de procesamiento), vuelven difícil encontrar un punto de equilibrio para el dispositivo digital. Sin embargo, este riesgo se justifica por sus implicaciones para la historia que acompaña.

La dramaturgia de Anita Reyes abre una concatenación de temporalidades confusas: Barbie habita simultáneamente el presente de la escena y su pasado narrativo. Recurre una y otra vez a las respuestas de Alexa —las cuales pueden variar según la versión más reciente del motor de búsqueda suministrado por Amazon. Estas respuestas dinámicas, actualizadas en cada función, se enmarcan en una supuesta neutralidad que muestra cómo los sistemas de información reproducen cánones de belleza y las relaciones de violencia estructural que sufren las mujeres jóvenes.

Este planteamiento actualiza el presente de la obra y lo articula —como el feed de Instagram— con nuestro presente. El uso del dispositivo desarticula el arco dramático y posibilita ambiguamente la circularidad que anticipa. No hay una resolución del trauma en escena: el dispositivo genera una estructura inestable y ansiosa, que se lee como una analogía de la medialidad que habitan los adolescentes hoy día.

Máquina Mundo: Barbie retrata cómo la tecnología de uso cotidiano y con la cual se puede incluso tener vínculos emocionales profundos, puede ser el vehículo mediante el cual nuestra privacidad es quebrantada. La vulneración de la seguridad digital de la protagonista, la expone a la circulación abierta de sus fotografías íntimas. Esto se vincula deliberadamente con la reciente aprobación de la Ley Olimpia, en un contexto en el que más de 9 millones de mujeres en México han sido víctimas de ciberacoso (INEGI, 2021).

La obra, dirigida por Mariano Olivera, se pregunta cuál es nuestra relación con la tecnología doméstica, así como los roles de género en el contexto de la proliferación de redes sociales digitales basadas en la imagen de rápido consumo. En algún momento, la dramaturgia hace un paralelo de la relación que las mujeres tienen con la tecnología y con los hombres, que son percibidos como una amenaza. Barbie se pregunta: ¿qué son los amigos hombres? y se responde: algo que no existe. El personaje hace esta afirmación después de haber sufrido los efectos de la violencia de género digital en carne propia.

El empleo de aparatos digitales de uso común refuerza y profundiza las implicaciones de este relato. Para que sus fotografías íntimas fueran robadas, Barbie debió habérselas tomado. Pensó, como la mayoría de nosotros, que tomarse una foto con el celular es una actividad privada. Sin embargo, en eco de la metáfora de la caja negra de la teoría cibernética —en la que sabemos qué entra y sale de ella, pero no cómo funciona internamente—, el aparato doméstico esconde un mecanismo de observación y vigilancia surgido del pacto patriarcal, y conectado con servidores a miles de kilómetros en varias partes del mundo. Este espionaje implica no solo a un par de adolescentes objetivando el cuerpo de una mujer, sino a grandes corporaciones privadas que utilizan datos personales para mercantilizar la atención de los adolescentes y reconducir patrones de consumo.

Máquina Mundo: Barbie muestra con claridad y atrevimiento que nuestra relación con las tecnologías domésticas no es inocua. El mismo instrumento que usamos para comunicarnos con el mundo durante varias horas al día —o para realizar una obra de teatro—, puede esconder un pandemonium de dolor para las mujeres jóvenes.

Ficha técnica

Dramaturgia: Anita Reyes Butrón

Dirección: Mariano Olivera

Actriz: Gabriela Jiménez

Producción: Paris Fernández

Diseño sonoro: Diego Cano

Diseño gráfico: Y viceversa

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