un canto a la vida en medio de una crisis

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Elactor, un canto a la vida en medio de una crisis

Abigail Sánchez Cué

Hay obras que conmueven y atraviesan a la audiencia desde el primer momento, que con sus temas, resoluciones y motivos generan impacto en quienes asistimos y que dejan una sensación de profundidad cuando se abandona la sala. Elactor, escrita y dirigida por Ana Herrera y codirigida por José Ángel Soto, con la interpretación de Fernando Aguirre Manzanera, es un ejemplo de trabajo sencillo que escénicamente trae una profunda reflexión.

La Esclerosis Lateral Amiotrófica conocida como ELA es una enfermedad neurodegenerativa que afecta a una de cada 400 personas en el mundo. Sus causas son desconocidas y solo en un mínimo porcentaje de los casos es hereditaria. Es un padecimiento cuyas consecuencias progresivas impiden la movilidad, debilitan los músculos y restringen progresivamente acciones básicas como comer y eventualmente respirar. La inteligencia, los sentidos y la imaginación permanecen intactos.

Volar por los aires entre nubes, montar un caballo de hierro, encontrarse a un dragón, ser un vaquero, regresar al vientre materno, nadar entre peces y criaturas marinas, volverse buzo y conocer a un cíclope son formas de habitar la imaginación que mientras estemos vivos y lúcidos podemos experimentar. Elactor es un canto a la vida en el juego con estos paisajes fantásticos, que enfatiza que día a día la vida es una hazaña, como lo dice el personaje en escena.

Fernando Aguirre fue diagnosticado con ELA en 2020. La voz es su única herramienta escénica. Lo apoyan para contar la historia sus compañeros y títeres.

La presencia de esta obra en la Muestra Nacional de Teatro abre un portal para dialogar con una experiencia única. El colectivo teatral Cuerda Floja, nacido en Durango, se congrega con extraordinaria calidez en torno de un amigo en crisis y se compromete con lograr que la actuación, la narración y el teatro sean un espacio de quiebre y cuestionamiento de fronteras.

La obra basada en el texto El Centauro, de Ana Herrera, quien también dirige, cuenta la historia de un niño nacido con tetraplejía, experiencia que Ana conoció de cerca. El personaje de la ficción, de nombre Elías, mejora con el tiempo y gracias al avance de la ciencia recupera suficiente movilidad para dar una conferencia, una solución escénica en principio ingeniosa que como historia no alcanza a profundizar en el personaje y su situación.

Como una fábula escénica, Elías narra su vida entre la imaginación, el duelo de la discapacidad y el amor a su madre, en un grito y canto a la vida. El riesgo principal de esta obra, además de sostener la compleja temática de la inmovilidad —una apuesta ética y política por parte de los creadores— es acompañar a Fernando Aguirre en un juego de líneas muy delgadas entre la realidad y la ficción. Ana Herrera e Ignacio Muñoz manipulan a Fernando como un gran títere corporal, que guía al público con una expresión oral clara y cargada de emoción.

Apoyan el desarrollo de la historia con un conjunto de recursos. De principio a fin tenemos frente a nosotros a un intérprete inmóvil, a contracorriente de una sociedad inclinada a la invisibilización de lo que escapa los estereotipos de plenitud. Esta obra es compleja en sus condiciones de producción porque se debe poner al centro el cuidado de un cuerpo vulnerado y sus limitaciones. Con frases como Soy diferente pero no por eso no puedo ser grande… las personas crecen gradualmente con el tiempo, pero yo no… cada uno corre distinta su carrera, el montaje de naturaleza emotiva logra su objetivo de sensibilizar al espectador.

Tenemos ante nosotros distintas capas que pueden ser diseccionadas, pero ante todo, tenemos a un cuerpo que en su tiempo de vida presente, lucha por sostenerse y dignificar su lugar en el mundo. La propuesta propone cuestionamientos que descolocan al público pues rara vez tenemos la oportunidad de mirar a un intérprete con discapacidad al centro del escenario. Fernando Aguirre, quien antes del 2020 ejercía la actuación con autonomía plena, demuestra con el cuidado que le brindan sus compañeros en escena, que a través del teatro y el andar colectivo es posible seguir construyendo y creando formas de estar en escena. Su voz e imaginación siguen intactas, por tanto, su experiencia como narrador oral sigue aportando.

Resulta importante reconocer las barreras que rompe esta obra al obligarnos a cuestionar qué tan listos estamos para a hacer de la diversidad una parte natural a nuestra vidas, ¿por qué no se abren más espacios para acompañar desde el arte la discapacidad y qué necesitamos para educarnos en una mirada atenta y ética frente a otras realidades? La propuesta de Ana Herrera de retomar una historia basada en un caso real de tetraplejía, interpretada por un actor como Fernando y volverse titiritera de un cuerpo en silla de ruedas junto con su compañero Ignacio, es una singular apuesta por trascender los límites del teatro entre la experiencia y la ficción. Vemos la crisis de un admirado y querido actor en tiempo real, en una batalla intensa y frágil. Como público somos cómplices del esfuerzo de sus compañeros por sostenerlo, con un acercamiento político a la inclusión.

Ficha técnica

Autoría: Ana Herrera

Dirección: Ana Herrera y José Ángel Soto

Con: Fernando Antonio Aguirre Manzanera, Ignacio Alejandro Muñoz Silva y Ana Laura

Herrera Ortega

Adaptación: Ana Herrera, basado en el texto de Ana Herrera El Centauro

Asistente de dirección: Alonso López

Iluminación: José Ángel Soto y Alonso López

Asistente de iluminación: Rafael Smythe

Diseño y realización de títere fantoche: Lorenzo Portillo Armendáriz

Realización de máscaras: Luis Jesús González, Ana Herrera y José Ángel Soto

Realización de títeres planos: Ricardo Luján, José Ángel Soto y Ana Herrera

Asesoría Musical: Emmanuel Burciaga

Vestuario: Ana Herrera

Fotografías: Imágenes de plata

Video: Jafet Marín

Asistencia médica y enfermero: L.E. César Omar Pasillas Burgos

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