PUERTO DESEO

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Para quienes desean enfrentarse al clásico de Tennessee Williams desde una visión gay, anárquica e igualmente poderosa.

PUERTO DESEO

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Cortesía de Teatro UNAM

“La felicidad está aquí en el astro Tierra.”

Mariano ha llegado a casa de su hermana Isabel cargado de dos maletas, una casetera llena de boleros y radionovelas, un ánfora con licor y una sonrisa que oculta toda la oscuridad que se encierra en su interior. Lo que el amanerado profesor de literatura encontró no fue un hogar, tampoco una familia. En su lugar, hay una comuna habitando una propiedad ajena, sobreviviendo entre la revolución y la miseria, pensando en cambiar el mundo, mientras se gesta una nueva vida, donde la música de protesta trata de acallar los gritos de desesperación disfrazados con vestidos de cortina. Mariano pensó que su hermana lo salvaría, lo que halló dista mucho de la bondad de los extraños que tanto añoraba.

“No quiero realidad, quiero magia.”

El Tranvía llamado deseo de Tennessee Williams es, sin lugar a duda, una de las piezas más importantes de dramaturgia del siglo XX. Desde su estreno en 1947, la trágica historia de Blanche, Stella y Stanley ha sido revisitada y reinterpretada en múltiples ocasiones, demostrándose una y otra vez que el camino a la locura de su frágil protagonista, producto de la crueldad humana, es verdaderamente universal y atemporal. Tomando como base la premisa del Tranvía, convirtiendo a Blanche en Mariano, un hombre homosexual en una época previa a la epidemia del SIDA, y ubicando la acción dentro de una comunidad anarquista que habita una casa okupa, donde su hermana Isabel es pareja del líder del clan, Puerto deseo de las dramaturgas Gabriela Guraieb y Mariana GIménez ofrece toda una nueva visión a la anécdota de Williams donde se plantean nuevos cuestionamientos sobre el amor, el poder y el diminuto espacio en el que puede residir la felicidad dentro de un mundo hostil para los soñadores.




“Los placeres simples son el último refugio de los hombres complicados.”

Mariano no es rechazado de inmediato por Pau, la pareja de Isabel. Muy al contrario, el líder de una banda de anarco punk y mecánico fracasado de coches, lo invita a participar en los ensayos, aun cuando no termina de entender los amaneramientos exagerados de su cuñado, o rechaza que use ropa que no le corresponde. Sin embargo, a medida que la música de protesta se entremezcla con boleros, que la enorme personalidad del joven homosexual permea sobre los demás miembros de la comuna, y Pau siente que su poder se ve amenazado, el Stanley Kowalski que habita en él sale a flote, sin que Isabel pueda realmente salvar a su hermano de un mundo donde las ventanas ya no dan al mar. Puerto deseo no busca replicar al material original, aun cuando aparecen frases icónicas de Blanche Dubois por toda la obra que recuerdan al asistente la genialidad de Williams. En lugar de ello, las dramaturgas capturan la esencia del Tranvía, la dislocan para observarla desde todo un nuevo prisma, para abrir conversaciones en torno a la ausencia de un escape viable de la miseria, por más que uno quiera pretender que la realidad es otra con dibujos que cubran la vista urbana. De igual manera, la destrucción de aquello que se ama, sea un hermano o un sueño, un posible amor naciente o un bebé nacido en un lugar donde una cama es un lujo inexistente, es un fenómeno que la dramaturgia explora desde un universo que, aun cuando se plantea en la década de los ochenta, se percibe como actual, relevante y más urgente que nunca. Con este trabajo, Guraieb y Giménez demuestran una vez más que un clásico, visto desde un ángulo único, es capaz de revigorizarse con toda una nueva potencia.

“El horror del mundo está en todas partes.”

Al centro del escenario, frente a una pared grafiteada, una batería marca el espacio de ensayos de la banda comandada por Pau. De lado izquierdo, un viejo Volkswagen sedán marca el supuesto taller mecánico del que pretenden vivir los habitantes de la casa okupa, del lado derecho una mesa es símbolo de lo que pretende ser un hogar, más no es ni su sombra. El fuerte sonido de la música anarco punk es constantemente interrumpida por la presencia sutil pero imposible de ignorar de Mariano, ya sea con un simple pedir de informes sobre dónde comprar mariscos, o con su cantar de un bolero que rompe con todo el sentir revolucionario de la agrupación. Este contraste se puede percibir igualmente entre el extremo refinamiento del protagonista, y la suciedad grasienta que emana de su cuñado, o de la brusquedad que se ve resquebrajada en Ramiro, el objeto del deseo de Mariano. A nivel escénico, Puerto deseo es dirigida por la misma Mariana Giménez, quien logra capturar con osadía y teatralidad el hediondo ambiente que invade Mariano en búsqueda de su hermana y una elusiva felicidad. Apoyada por el diseño escénico de Mario Marín del Río y Alita Escobedo, esta última responsable igualmente de la iluminación, y la dirección musical de Miguel Tercero, la dirección de Giménez retrata el camino hacia el abismo del protagonista con equilibrio. A partir de un cuidadoso manejo de tono, la propuesta no demonizando al antagonista, no exacerba la posible homofobia o misoginia, sino trasciende lo evidente para profundizar mucho más en la esencia de cada uno de los personajes, de las situaciones en que se encuentran, y en la reticencia que muestran para no rendirse y dejarse llevar a las negras aguas que recalcan la ausencia de magia en sus vidas.




“¿Por qué destruimos lo que amamos?”

La sonrisa que se desborda sobre la faz de Mariano se percibe como congelada a momentos, un mal necesario par sobrellevar el dolor. Lo mismo se puede notar en sus movimientos afectados y exagerados, en su hablar rebuscado, todo ello una fachada que esconde la soledad que habita en su interior, misma que se deja ver cuando escucha una radionovela, tirado al suelo. Cuando comienza la velada atracción y seducción entre él y Ramiro, se puede notar en este último una cierta resistencia al mismo tiempo que se deja llevar por su deseo hasta la culminación que se exhibe con el rendirse a un beso. Por su parte, Isabel se muestra amorosa con su hermano, femenina y encantada con su próximo bebé, una mujer que alguna vez era feliz viviendo junto al mar con su familia. Ahora, unida al grotesco de Pau, un hombre español desesperado por lograr algo de su vida mientras está sumido en el fango de su propia mediocridad, Isabel pareciera haber dejado atrás su pasado para dejarse llevar por la rebeldía de vivir en lo que perciben como bohemia, pero que en verdad es pobreza. El elenco de Puerto deseo consigue darle peso a la dramaturgia a través de operar desde el realismo, de un lugar honesto de actoralidad, espacio congruente con la propuesta escénica. Llevando la carga más pesada, Pablo Marín como Mariano es un Blanche Dubois soberbio en su exquisitez, capturando la fragilidad y falsedad de la protagonista de Tennessee Williams. A su lado, Verónica Bravo y Cristian Magaloni entregan igualmente sólidas interpretaciones de sus versiones de Stella y Stanley encarnados en Isabel y Pau. Una vez establecido esto, es importante destacar la labor de Álex Gesso como Ramiro, el pretendiente de Mariano, quien logra capturar el conflicto de identidad propia del personaje. El resto del elenco lo conforman Natanael Ríos, Sunem Cedillo y Santiago Alfaro, los tres entregando actoralidades congruentes con la totalidad de la puesta en escena.

“Acabaste con todo, poeta.”

Abordar Un tranvía llamado Deseo implica tenerle un cierto respeto al material original, honrar su esencia y tener la capacidad de tomar letras escritas décadas atrás e inyectarles nueva vida sin traicionarlas. Mis respetos a Gabriela Guraieb y a Mariana Giménez por el evidente entendimiento que tienen y demuestran de la dramaturgia de Tennessee Williams. Puerto deseo es Blanche, en toda su complejidad, en toda su maravilla teatral, aun cuando sus circunstancias, época y hasta género hayan variado. Belle Reve, Stella, Stanley y la bondad de los extraños suena a anarco punk, pero resuena con la melodía de Tennessee Williams. Es ahí donde está la verdadera pertinencia de los clásicos en nuestra época.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Puerto Deseo

DRAMATURGIA: Mariana Giménez y Gabriela Guraieb a partir de Un Tranvía Llamado Deseo de Tennessee Williams.

DIRECCIÓN: Mariana Giménez

ELENCO: Verónica Bravo, Pablo Marín, Álex Gasso, Cristian Magaloni, Natanael Ríos, Sunem Cedillo y Santiago Alfaro.

DÓNDE: Teatro Juan Ruiz de Alarcón

DIRECCIÓN: Centro Cultural Universitario, Insurgentes Sur 3000.

CUÁNDO: Jueves, Viernes y Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 24 de Noviembre de 2024. Suspende 12 de octubre; 1 y 2 de noviembre.

COSTO: $150, aplican descuentos. Boletos en taquilla y Boletos | Puerto deseo | Universidad Nacional Autónoma de México (unam.mx)

DURACIÓN: 150 minutos sin intermedio

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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