LA NIÑA, LA BARCA Y EL CANARIO

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Para quienes desean ver una poética fábula donde una migración marítima es la esperanza hacia una nueva vida.

LA NIÑA, LA BARCA Y EL CANARIO

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas

“Las niñas y los pájaros siempre escuchan lo que los adultos tratan de ocultar.”

Un gigante pisoteó la tierra. Donde alguna vez hubo un hogar, ahora sólo quedan escombros, recuerdos que hay que guardar amorosamente en la maleta de la memoria antes de dirigirse al mar, hacia una nueva vida. Sobre una cáscara de nuez, una huérfana y un pajarito mudo, tuerto y algo destartalado emprenderán una travesía donde una migaja de pan y un trago de agua son un banquete, en el que una clavícula sirve como un nido de paz, un viaje donde dos compañeras unidas por sus anhelos aprenderán que el derecho a una vida sin miedo es el mayor tesoro que la humanidad nunca, nunca, nunca debe olvidar.

“Es tan extraño el mundo de los humanos, canarito.”

Maribel Carrasco, dramaturga mexicana reconocida principalmente por sus obras dirigidas a las jóvenes audiencias, aborda el muy pertinente y urgente tema de la migración, del abandono y la pérdida de familia, hogar y nación debido a toda una multiplicidad de razones, incluyendo la guerra, en “La Niña, la Barca y el Canario”. En voz de una niña huérfana forzada a hacerse al mar en busca de una vida mejor, su temeros y amoroso canario y compañero de viaje, así como su abuela muerta que le sirve como guía espiritual en los momentos más oscuros, Carrasco desarrolla una fábula lírica que acaricia el alma al mismo tiempo que congela la sangre.




“¿Será que todos los que mueren se convierten en luceros?”

Lo que en un principio pareciera una emocionante aventura en alta mar hacia nuevas tierras, donde una noche estrellada se percibe como un espacio místico de comunión con los que han partido antes, poco a poco se convierte en un ardiente infierno que destruye todo a manos del calor, el hambre y la sed. Dos almas unidas en este camino, humana y pajarito, se hermanan, se aman, se convierten en enemigas mortales a causa de instintos ferales de supervivencia, se acurrucan en un abrazo desesperado cuando el único lugar de consuelo es el dormir. En un abismo de olas y cielos despejados, una gota de lluvia o el arribo de una hambrienta gaviota se convierten en símbolos de esperanza, de fuerza vital para nunca olvidar que ante todo está el deseo de seguir con vida.

Migrar, canarito, es luchar por la más grande de las promesas: vivir.”

Las poéticas imágenes que desarrolla Maribel Carrasco en “La Niña, la Barca y el Canario” son a momentos inspiradoras, en otras terriblemente dantescas, todas ellas en función de abrir una conversación en torno a los derechos no sólo de les niñes, sino de todos los seres humanos, a la vida, a migrar, a no perder la fe a pesar de que un genocidio está sucediendo en este preciso momento. Ya sea desde el manejo del lenguaje, donde la onomatopeya crea musicalidad a partir de los pasos de un pájaro o de un trueno en el cielo, desde la sabiduría que imparte una anciana que ha traspasado a otro plano de existencia, o de la inocencia con que descubren el mundo las protagonistas y la manera en que afrontan las adversidades que la vida les presenta, la obra es una oda a la resiliencia, a la capacidad humana de salir avante ante la barbarie, a nunca rendirse aun cuando el mar pareciera capaz de tragarse toda esperanza.




“¿Será que el mar ha sido más fuerte que los sueños?”

Los escombros de lo que alguna vez fue un hogar se hallan en proscenio al inicio de la obra, todo ello en el gris que se asocia con el polvo de piedra que cubre por completo la tierra cuando esta se colapsa. Este espacio se abre para revelar una alberca cuadrada donde la niña y el canario se harán a la mar sobre una barca compuesta por un sillón, un baúl y una maleta, todo sobre grandes llantas. Cuando el sol sale, el amarillo inunda el escenario, cuando la noche cae, un cielo lleno de estrellas invade el espacio al tiempo que una melancólica música colorea la escena. Siempre a un costado, la figura de la abuela es un hilo que mantiene a la joven anclada a sus raíces, a su humanidad a pesar de las peores de las circunstancias. Mientras tanto, Hans el canario se presenta tanto como un pequeño pajarito desaliñado en manos de la niña, así como en escena por María Penella vestida con una peluca desmadejada y unos lentes con un solo ojo cubierto para representar que el ave se encuentra tuerta.

“Tal vez los pájaros tenemos algo de niña.”

El reto al que se enfrenta Mauricio García Lozano, como director de “La Niña, la Barca y el Canario” es el de traducir la potente poeticidad de la dramaturgia al escenario. Apoyado por la escenografía de Jorge Ballina, la iluminación de Ingrid Sac, el vestuario a cargo de Jerildy Bosch y la composición musical de Nicolás García Liberman, el resultado es un exquisito maridaje entre palabra y puesta en escena, uno que le ofrece al espectador imágenes inspiradoras y terribles, que capturan la hostilidad o la belleza del mar, la calma de una noche desbordante de estrellas, o el desasosiego de ver un hogar convertido en escombros. Más allá de los elementos visuales, García Lozano consigue establecer un tono desde la actoralidad que le imprime un sentido onírico, místico e incluso ligeramente surreal a la puesta en escena.




“Navegamos, aun desde los sueños no alcanzados.”

Al momento en que aparece la niña entre los escombros, su inocencia perdida se percibe en su hablar y en su mirada. Sin embargo, también es palpable el amor y cuidado que le tiene a su mascota voladora. Al momento en que el tiempo sobre la barca hace estragos en su cuerpo y mente, la cara de la joven se emancipa, sus ojos se hunden en su cara, y una mirada salvaje se apodera de ella. Por su parte, el canario es frágil en un inicio, buscando el cariño de su dueña y la seguridad de su jaula. Cuando es tiempo de surcar los cielos en busca de tierra firme, el ave abre su pico para entonar una melodía que encapsula la felicidad que surge cuando la esperanza rinde frutos. Alejada del derrumbe o de la barca, la abuela es una testigo y narradora de la travesía de su nieta, una guía y mentora ausente que imparte sabiduría, que entrega en un monólogo final toda la tesis de la dramaturgia con la necesaria fractura emocional. El elenco en “La Niña, la Barca y el Canario”, conformado por Patricia Loranca, María Penella y Verónica Langer, consiguen desde el realismo dotar a sus personajes tanto de inocencia y ligereza cuando una pequeña y su mascota emprenden una aventura, como del gravitas necesario para transmitir la verdadera temática que la dramaturgia quiere abordar. Al realizarse esto sin ninguna traza de exacerbación, desde el verdadero miedo de verse abandonadas en medio del océano, o desde la memoria que reflexiona sobre la guerra, la actoralidad de las tres mujeres sobre el escenario es capaz de provocar una sanadora carcajada o una muy profunda lágrima.

“Lo único que queremos es vivir.”

En este instante, en Medio Oriente, a causa del conflicto bélico entre Israel y Palestina, un genocidio está sucediendo. Genocidio, no hay otra palabra para describirlo. En este instante, en Estados Unidos, bajo el mandato de un ser que no merece el calificativo de humano, se ha declarado una guerra en contra de los migrantes, columna vertical sobre la que se ha construido ese país. En este instante, miles y miles de personas, no sólo niñes, sino hombres, mujeres, familias enteras, están movilizándose en busca de una mejor vida, se están escondiendo en algún lugar para mantenerse unidos o con vida. En este instante, la vida es un valor universal que no todes gozan. En este instante, los canarios no cantan en vergüenza y dolor porque tanta humanidad que ha sido devorada por el mar.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: La Niña, la Barca y el Canario

DRAMATURGIA: Maribel Carrasco

DIRECCIÓN: Mauricio García Lozano

ELENCO: Verónica Langer, Patricia Loranca y María Penella

DÓNDE: Foro Lucerna

DIRECCIÓN: Lucerna 64 esquina con Milán, Colonia Juárez.

CUÁNDO: Viernes 20:30, sábados 19:15 y domingos 18:15 horas. Hasta el 14 de Septiembre 2025.

COSTO: $400. Boletos en taquilla y en Boletos para La Niña, la Barca y el Canario | Detalle de fechas para Más Teatro y Culturales | Ticketmaster MX

DURACIÓN: 110 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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