MOMMA

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Para quienes desean sumergirse en la intimidad sonora de un cuerpo que anhela sanar el ruido del pasado.

MOMMA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Cortedía de la Producción


“Está grabando.”

El micrófono se frota contra su piel de manera salvaje. La supuesta intención era provocar cosquillas, más el resultado es una herida, una cicatriz infligida por un tiburón en una piscina mientras que mamá ignora desde su falsa miopía. El sonido de ese frotar invade a todo el teatro, especialmente a los oídos de una espectadora con audífonos que se ha convertido en mejor amiga, en una ambientadora de escena, en una testigo directa de la violencia que se puede encerrar en los silencios que se encuentran en medio del ruido que genera una familia. Hasta el más mínimo sonido se ha captado por el micrófono, ha sonado por todo el lugar, desde el caer de una gota hasta el llanto de un recién nacido todo se ha grabado, pero la verdad absoluta está en una voz libre de tecnología, en otras palabras… desnuda.

“El sonido de la vergüenza es así.”

El sonido como memoria del pasado, como un elemento para entender el presente y dar sentido a la identidad, para confrontar y sanar heridas es parte esencial de la premisa que la dramaturga Talia Yael construye en su monólogo “Momma”. Partiendo desde la metateatralidad, donde la protagonista informa directamente al público su intención de crear una pieza sonora que grabará en tiempo real en la que compartirá ciertos fragmentos de su memoria, la narrativa anecdótica gira en torno a la relación que una mujer tiene con distintos miembros de su familia, disfuncionales, ausentes, amorosos o incluso violentos. Sin embargo, al mismo tiempo, se desarrolla una línea metafórica en torno al empoderamiento que resulta del resignificar el pasado como una herramienta de supervivencia, en este caso desde la memoria sonora, para poder verse a une misme desde el amor y no desde las heridas, desde el perdón y la belleza, y no desde los hongos que crecen en el cuerpo, en las llagas infligidas.




“Lo que no quiero es que una palabra me genere tantas heridas.”

Momma comparte como le gusta verse en los reflejos del agua, de un espejo, de lo que sea; habla de sus relaciones afectivas, de los hombres que siempre comparten en su mente el mismo nombre, de su relación íntima con su propio cuerpo. También Momma habla de cómo, siendo apenas una niña, un tiburón la atacó estando en una alberca, mientras que su mamá ignoraba el hecho desde la cocina, de la forma en que miembros de su familia hablan con admiración de su culo, o le piden que se cubra cidiendo que su cuerpo es una fuente de vergüenza y no de belleza. Todo esto se comparte desde los sonidos, de crear una experiencia sonora que está siendo grabada con un micrófono de alta calidad. La dramaturgia de “Momma” demanda que la escritura desarrolle una relación simbiótica con la propuesta de dirección, en este caso a cargo de Diego del Río, misma que se liga directamente con el trabajo actoral de Dai Liparoti. A medida que la madeja de recuerdos se va descubriendo en lo narrativo, para revelar historias perturbadoras de violencia, encubrimiento y perdón, en el escenario se va creando una experiencia auditiva que involucra toda una serie de recursos tanto para crear intimidad como para desencadenar respuestas sensoriales en el espectador, entre muchas otras búsquedas. De tal manera, el uso de Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma, ASMR por sus siglas en inglés, permite que el sonido que crea el simple mover de un cuchillo en un tazón lleno de agua se convierta en un audio escuchado con alta fidelidad por todo el teatro, así como los sonidos guturales que articula la actriz para simular el nacimiento de un bebé llorando, o el de dos cuerpos rozándose. El resultado, posible gracias al cuidadoso diseño sonoro de Dulce Mariel, resulta perturbador a momentos, incómodo en otros, estimulante e imaginativo a la vez, todas ellas sensaciones que busca provocar tanto la dramaturgia como el montaje mismo sobre la audiencia.

“¿Alguna vez escucharon el sonido de la piel herida?”

El pequeño escenario está ocupado por un sillón, algunos cojines que se disponen por el suelo cubierto con una alfombra, una silla alta de madera y una mesita donde hay una laptop que será donde se grabe el audio de toda la obra. Al momento de entrar, se insiste que todo celular esté no sólo apagado, sino que además se guarde en una bolsa especial, esto para crear tanto un aura de intimidad, como para protección de la integridad de la actriz. A poco de haber empezado la puesta en escena, se invita a una mujer del público a pasar al escenario y hacer las veces de la mejor amiga de la protagonista, acto que resultará en que esa persona tenga una experiencia auditiva única a los demás. La dirección de Diego del Río en “Momma” incluye ciertas constantes en su trabajo escénico, como el mantener un perenne recordatorio de que esto se trata de teatro, en este caso a través de que la actriz tenga las hojas del libreto disponibles por el espacio, incluso a momentos leyendo de ellas. Este recurso funciona adecuadamente, más aún gracias al constante recordatoria en la dramaturgia de que se está asistiendo a una pieza sonora elaborada por la actriz en ese momento para ella misma encontrar respuestas a sus demonios del pasado y librarse de los hongos metafóricos que acechan su cuerpo.




“Gritar es una manera de hacerse presente en el mundo.”

Al inicio de la puesta en escena, la protagonista diserta sobre la letra M, la manera en que se pronuncia y el cómo la hace sentir. Mientras inicia la grabación y se pone los audífonos, su presentación es casual, informal completamente, pareciera que no hay un personaje ahí, que Dai Liparoti está compartiendo recuerdos de su propia vida en Argentina. A medida que la obra transcurre y las memorias se le aglomeran en la mente, su cara se va descomponiendo, sus ojos se vuelven vidriosos antes de que caigan las lágrimas, todo esto sin el menor ápice de exacerbación emocional, todo manejado desde una contención que aumenta aún más el sentir de que se está frente a un biodrama. La pieza clave que lleva a “Momma” a un fenómeno escénico digno de total admiración radica en la entrega que la actriz Dai Liparoti demuestra en su interpretación. Más allá de la precisión con que opera el equipo para crear una colección de sonidos, así como de desplegar su capacidad corpórea para crear sonidos propios, la honestidad con que maneja el diálogo, la fractura con que opera desde las entrañas, el amor con que habla de su madre al final de la puesta luego de una herida cocinando, o la fiereza con que se autoinflige una herida con el micrófono para simular un ataque, son testamento de la apropiación absoluta que Liparoti realiza del texto. El camino emocional que desarrolla la actriz culmina en un acto de comunión con los espectadores, de absoluta intimidad, en la que se despoja de toda barrera, de toda defensa para celebrar su ser, sin vergüenza, liberándose así de todos esos fantasmas que alguna vez exigieron que se cubriera el cuerpo con una remera.

“A veces nos hace falta un poco de silencio en la vida.”

Por encima del sonido de cuchillos y tenedores chocando con platos de porcelana, de sorbidos de vino por los comensales, era muy común que escuchara comentarios casuales en reuniones familiares sobre mi peso, sobre mis amaneramientos, todos ellos lanzados en la mesa como si yo no los escuchara o no los entendiera sólo por ser un niño. Todas esas palabras me hirieron, me avergonzaron del simple hecho de ser, me llevaron a desarrollar homofobia interiorizada y a encerrarme más profundamente en mi closet. Entre los sonidos que mi familia hacía durante las fiestas, risas, choques de vidrio contra vidrio en brindis, y mucho cantar, se escuchaban algunos insultos, a veces gritos, muchas veces lanzados en mi contra por… existir. La violencia se manifiesta de muchas maneras, los tiburones acechan en las piletas, en las fiestas, y lo único que nos toca es sobrevivir, vernos desnudos al espejo y celebrar que aquí seguimos en toda nuestra belleza.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Momma

DRAMATURGIA: Talia Yael

DIRECCIÓN: Diego Del Río

ELENCO: Dai Liparoti

DÓNDE: Sala Novo

DIRECCIÓN: Madrid 7, Del Carmen Coyoacán.

CUÁNDO: Jueves 20:00 horas. Hasta el 29 de Agosto 2024.

COSTO: $250 entrada general. Boletos en taquilla y en MOMMA #0624 – Boletopolis

DURACIÓN: 60 minutos sin intermedio

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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