LOS HIJOS TAMBIÉN LLORAN
Para quienes quieren disfrutar de una tragedia personal presentada como una telenovela ochentera.
LOS HIJOS TAMBIÉN LLORAN
“1985 fue el año de mi terremoto, de mi desastre natural.”
Los ochentas. Década de Alf, E.T., Volver al Futuro y enormes hombreras. En la radio Daniela Romo, Lucía Méndez, Lucerito y, por supuesto, Timbiriche. En la televisión, Verónica Castro sufre por el amor de Rogelio Guerra, María Joaquina abraza a su padre esperanzada de que vuelva la Señorita Jimena a dar clases, Catalina Creel comete un asesinato más. En el cuarto del pequeño Andy, el castillo de Greyskull, un poster de los Gremilins, un muñeco de los Mazzinger Z y ese oso cariñosito azul que papá le regaló a regañadientes. Esto no es una obra de teatro, es la historia real de un actor tratando de exorcizar demonios a través del leguaje que entiende mejor: el de las telenovelas.
“Cuando nos rebasa todo, lloramos mijo.”
A partir de su propia vida, una donde su padre murió cuando él todavía era un niño pequeño y su madre tuvo que ausentarse por un tiempo para poder lidiar con las dificultades de su propia existencia, el también protagonista Andrés Zuno escribe “Los Hijos también Lloran”. Este melodrama con tintes de comedia, o viceversa, busca ser una especie de confesionario, un desnudar el alma para el dramaturgo al mismo tiempo que invita al espectador a hacer un recorrido por aquella década donde el maquillaje era excesivo y el volumen en el pelo lo era aún más.
“¿Por qué se muere la gente mamá?”
Ciertamente, “Los Hijos También Lloran” no cuenta con una anécdota lo suficientemente fuerte para tener verdadero auge dramático y narrativo. La promesa que se le hace al público de una monumental confesión en escena termina siendo la historia personal del autor que en toda justicia no trasciende el ámbito de una tragedia familiar como la de cualquier persona. Sin embargo, la obra se beneficia enormemente por la diestra manera en que Zuno captura la época en que suceden los hechos, al mismo tiempo que consigue desdoblar su historia para convertirla en la novela de las ocho en canal 2, mientras que se sabe a sí misma como una obra de teatro que está sucediendo en 2018. Estos elementos son los que le aportan valía en interés a la infancia de un hombre que ha logrado salir adelante a pesar de sus muy personales circunstancias.
“Preferían contarse mentiras que saber la verdad.”
Momentos antes de que el pequeño Zuno de inicio a su show musical del domingo, un número musical que de inmediato nos remite al ballet de Milton Ghio tanto en su gracia como en su ridiculez sucede en escena; en el segundo exacto en que su madre le dice a Andy que su padre ha muerto, se escucha una una híper-melodramática música para vestir la escena; tras la introducción a la obra, los créditos de la misma son proyectados en escena como si fueran la entrada para una no muy buena telenovela de la ya antes mencionada década. Cada una de las decisiones que toman los directores Lorena Maza y Álvaro Cerviño es congruente y en línea con la propuesta de “Los Hijos También Lloran”, consiguiendo verdaderamente capturar la esencia de una telenovela ochentera. Junto con el buen trabajo de Sergio Villegas en escenografía e iluminación, quien construye la escena a través de tres paneles movibles que de un lado son el hogar de la familia Zuno y del otro muestran paredes blancas desnudas que nos recuerdan que todo esto no es más que una obra de teatro, la dirección de “Los Hijos También Lloran” es lo que lleva una anécdota pequeña y sencilla a una puesta en escena tanto divertida en su estética y humor como interesante por su teatralidad en la ejecución, todo bajo el leitmotiv de Solo en Casa de Timbiriche.
“Yo no me casé para divorciarme.”
Tras ver como lanzan su anillo de compromiso por la ventana, la madre desorbita sus ojos, abre la boca en horror y observa su mano mientras que realiza un close-up de la misma para la cámara que supuestamente la está grabando. Hablar de las actuaciones en “Los Hijos También Lloran” es entrar al terreno del melodrama más exacerbado y ridículo tal y como se usaba en las telenovelas de hace 30 años. Ludwika Paleta consigue interpetar este tono con absoluta delicia y comicidad, dándose permiso de reírse tanto de ella mismo como de su alter-ego en la telenovela Carrusel, María Joaquina. En el mismo tenor y simpatía, Pablo Perroni y Montserrat Marañon encarnan toda una serie de personajes que hilarante gracia, yendo desde un camarógrafo televisivo y una sirvienta hasta una beata, los abuelos y, por supuesto, los imposibles de olvidar miembros de un bailable sencillamente hilarante. El elenco lo completan Hamlet Ramírez y el mismo Andrés Zuno, quienes verán sus trabajos crecer en la medida en que entren a la misma convención en la que están participando los demás actores, dejando atrás la gravedad y parsimonia que inyectan a sus roles.
“Tenías muchas ganas de nacer.”
Mi padre murió cuando tenía 12 años. Tras su muerte muchas veces busqué maneras de escapar de mi horrenda y muy dolorosa realidad, incluso imaginando que todo aquello no era más que una película donde yo era el protagonista. Benditos ochentas que marcaron y traumaron a toda una generación con Siempre en Domingo, Catalina Creel, E.T., Alf y, por supuesto, timbiriche. Es cierto, toda vida es una historia que contar, la mía incluida. Mis respetos Andrés Zuno por exorcizar tus demonios compartiéndolos en el escenario.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Los Hijos También Lloran”
DRAMATURGIA: Andrés Zuno
DIRECCIÓN: Lorena Maza y Álvaro Cerviño.
ACTÚAN: Ludwika Paleta, Andrés Zuno, Hamlet Ramírez, Pablo Perroni y Montserrat Marañón.
DÓNDE: Teatro Milán
DIRECCIÓN: Lucerna 64 esquina con Milán, Colonia Juárez.
CUÁNDO: Viernes 21:00, Sábado 19:00 y 21:00 y Domingo 17:30 y 19:15 hrs.
COSTO: $500, $400 y $300. Boletos en taquilla y ticketmaster.
DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con valet parking. Les recomendamos revisar el resto de su cartelera, así como las obras que se presentan en el Teatro Milán, dentro del mismo edificio. Principio del formulario