La violencia, la guerra, los jóvenes y la mujer. Dos mil quinientos años después ¿estamos en las mismas? Entrevista con Gabriela Ochoa Luz Emilia Aguilar Zinser

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La violencia, la guerra, los jóvenes y la mujer. Dos mil quinientos años después ¿estamos en las mismas? Entrevista con Gabriela Ochoa

Luz Emilia Aguilar Zinser

Como sucede año con año, en lo que ya es una tradición, la Compañía Nacional de Teatro (CNT) está presente con una puesta en escena en la 45 Muestra Nacional de Teatro (MNT). En esta oportunidad participará con dos obras, en una sola función, que forman parte de la tetralogía Espiral. Gabriela Ochoa, quien dirige la primera del cuarteto, Ifigenia en Áulide, de Eurípides, nos habla de la importancia para ella de colaborar con CNT, los retos que implicó esta invitación, el proceso de puesta en escena, los referentes que alimentaron su mirada a esta tragedia griega, el sentido del mito, la resonancia de la situación antigua con la contemporánea respecto de los derechos de las mujeres, la violencia y la guerra, así como el valor del teatro.

Colaborar con la CNT ha significado para Gabriela Ochoa un reto muy significativo, ya que es la primera vez que dirige una obra en esta institución. Fue Aurora Cano, Directora Artística de la CNT, quien la convocó con una pauta muy directa: no llames a ningún dramaturgista, no hagas una adaptación del texto, quiero una síntesis, porque tiene que durar una hora. Ochoa empezó con dos traducciones. Pronto descartó la de Cátedra, por encontrarla muy españolizada y eligió la de Gredos.

Simón Franco, dramaturgista de la CNT, acercó a Ochoa con la doctora Leonor Hernández (UNAM), quien le brindó una bibliografía que Gabriela leyó completa: Específicamente hubo un texto que me gustó mucho, de Pantelis Michelakis (Iphigenia at Aulis. Companions to Greek and Roman Tragedy). Me dio mucha luz. De la lectura del texto de Eurípides le llamó la atención cómo exaltaban esta cosa griega, de ‘nosotros los griegos y los otros, los bárbaros’… Estamos en las mismas dos mil quinientos años después.

Áulide —abunda Ochoa— es el sitio donde se reúnen los guerreros de todas partes de Grecia para ir a la guerra de Troya. Es un espacio muy inhóspito. Para Ochoa fue importante que se sintiera la llegada de Ifigenia engañada, convencida de que la iban a casar con Aquiles. Ella es una víctima, es una virgen, es una niña. Un conjunto de decisiones que fue adaptando, fueron fundamentales para realizar la edición, como dividir para sí la tragedia en tres actos y responderse ¿Cómo montar a Eurípides en el 2025?, ¿qué es lo que quería mostrar con este texto sin adaptar, qué significaba para ella?, ¿qué omitir sin cambiar las palabras del autor? Una vez con avances en los cortes, trabajó con el elenco para medir el tiempo.

El periodo de ensayos fue de tres meses, de los cuales mes y medio, quizá más, le tomó hacer los cortes. Una tragedia necesita tiempo —asegura Ochoa— necesitamos entrar en el mundo, instalar la sensación de lo irremediable, porque aquí ninguna decisión nos va a llevar a un buen final (…) Los diez actores y actrices se entregaron por completo al proceso. Desarrolló un laboratorio intensivo, de alrededor de tres semanas. Luego fue construyendo los personajes: Parto mucho de la máscara, de viewpoints (…) Sabemos que en la tragedia debe haber mucha contención actoral, que tenía que haber mucha contención del cuerpo, cómo el cuerpo refleja esta tensión que sigue y sigue hasta que revienta. En realidad, en la tragedia no revienta, sino que nos quedamos con esta cosa muy, muy tensa que tiene un final fatal.

Sobre el trabajo de organización del espacio e iluminación, Ochoa comparte que la propuesta de Jorge Kuri de trabajar con varas fue difícil. Se llevó la maqueta a su casa, pensó la propuesta y fue dividiendo los espacios, identificando en qué entorno estaban los personajes y los movimientos necesarios con las varas para pasar de uno a otro sitio imaginario, de modo que fuera orgánico.

En el proceso llamó al coreógrafo Iván Ontiveros, parte de su equipo de tiempo atrás: nos entendemos muy bien, me importa su ojo. Él llegó casi al final. La directora de escena tenía más o menos organizada la puesta en escena: estábamos en el salón de ensayos marcando con botellas las estacas, pero claro, una vez que llegamos al espacio y vimos que las estacas miden tres metros, pues fue una historia completamente distinta. Hubo que modificar todo el trazo. Ochoa pidió a Iván mover ocho, diez estacas según el caso, entre las actrices y los actores, y de ese modo fueron armando el movimiento para que tuviera sentido. A mí me importa mucho que el movimiento, el trazo, esté diciendo algo. Y no se sienta como algo separado (…) Por ejemplo, cuando entra el coro, en la segunda escena, que es muy bello el texto, empiezan a hablar de los guerreros y el ejército de Aquiles y de todos los barcos (…) Entonces el coro mueve estas varas y hacemos ciertas figuras para evocar justo lo que están viendo los personajes, porque lo que nos tiene que mostrar, en este caso el coro, es la magnitud de ese ejército que, obviamente, en esta escenografía no la representamos pero la tenemos que evocar porque es magnífica y al mismo tiempo vemos cómo se mueve el coro, interactúa y habla.

Para su montaje, Gabriela Ochoa usa treinta siete o treinta y ocho estacas: fue un trabajo de chinos. En lo que toca a la música, como lo hace desde hace años, Gabriela llamó a su hermano Genaro. Vimos un montón de películas. La que más me inspiró fue la de Yorgos Lanthimos, ‘El sacrificio del ciervo sagrado’. Genaro le propuso que cantaran en griego. Al inicio buscaron instalar el tono de que algo muy grave está por venir. Los procesos con el elenco y los creativos fueron de laboratorio.

Para el vestuario llamó a Gabriel Ancira, con quien trabajó recién, por primera vez, en el montaje de El alma buena de Sezuán, para el Carro de Comedias, de la UNAM. En el caso de Ifigenia, explica Gabriela, ella quería un vestuario contemporáneo. Ancira le propuso los nudos y tejidos, basado en la moda. Le enseñó un desfile de Dolce & Gabbana de griegos, que le pareció maravilloso. Habla de los nudos de la familia que vienen de la antigüedad y se repiten generación tras generación, atrapados en este asunto. Quería que se viera contemporánea la obra. ‘Ni se te ocurra traerme peplos o cosas así porque eso no lo quiero ver. Quiero que sintamos, aunque sabemos que es una historia antigua, que es vigente lo que estamos diciendo’, le pidió a Ancira.

La imagen del ciervo, prosigue Ochoa, en el texto de Eurípides está al final. El mensajero dice que Ifigenia no muere sino que se la llevan y en su lugar aparece una cierva en el altar.  Gabriela encontró un canto ciprio previo a La Ilíada. Ifigenia es una precuela de la historia que no aparece en La Ilíada —explica Ochoa— pero los griegos conocían muy bien su mitología y en este canto ciprio está una versión en donde Agamenón llega a Áulide con el ejército.  Áulide es tierra de Artemisa. En un acto de soberbia, Agamenón mata a un ciervo consagrado a la diosa, como diciendo ‘yo soy el mejor cazador’. En castigo Artemisa hace  que no soplen los vientos y no puedan zarpar. Entonces viene la tragedia de Ifigenia. Para mí fue muy importante esta figura mitológica como un hilo conductor, como decir ‘el ciervo es una presa, es una víctima’. Lo es en la cadena alimenticia, pues son herbívoros y además bellísimos. Yo pensaba en fusionar la imagen del ciervo con Ifigenia(…) A Ifigenia se le aparece el ciervo. Esa ya es una licencia poética mía para la puesta en escena, pero me encantó hacerlo, cuando entra Ifigenia y trae el velo de novia y unos cuernos que luego desaparecen. El ciervo aparece al inicio, en el bosque, se fusiona con Ifigenia y de esta manera le permite a Ochoa generar ambigüedad, donde el público puede tomar sus propias conclusiones, de si Ifigenia es o no sacrificada y muere. Las imágenes hacen que cada quien saque sus conclusiones, aunque nada borra el hecho de que su padre la lleva al sacrificio, afirma la directora de escena.

En el abordaje de Eurípides del mito de Ifigenia, hay una postura hacia la mujer que no queda clara ¿qué pasa con las mujeres, qué pasa con el mundo femenino? —cuestiona Ochoa—. Las decisiones las toman los hombres. La directora de escena cita un texto que está en el coro, que ella pasó al final: ‘Ni sobre mí, ni sobre las hijas de mis hijas gravite jamás tal angustia presente en las mujeres troyanas al llegar los hombres, las van a violar, las van a esclavizar’.

Al final —insiste Ochoa— las mujeres siempre son el botín. Ifigenia se inmola: ella no dimensiona, ella no puede dimensionar porque es una niña (…) El patriarcado está por todos lados —afirma Ochoa— incluido en las mujeres con poder. Para ella hay avances en los derechos de las mujeres, pero falta aún en ese camino. En el alarde de la conquista de ciertos espacios para las mujeres inclusive encuentra cierta hipocresía, demagogia.

Ochoa confiesa sentirse muy agradecida con el proyecto Espiral: me gustó mucho hacerlo, fue muy retador. Para ella el teatro entra por la emoción: el teatro nos manipula con las emociones, la vida nos manipula con las emociones, de otra manera no nos caen los veintes. Pero claro, a mí no me interesa hacer un teatro efectista que te hace llorar. A Gabriela le interesa el teatro que no da una respuesta cerrada, sino que esta emoción me haga reflexionar.

Para Ochoa el error de nuestro tiempo y de la historia de la humanidad es la soberbia, creernos por encima de la naturaleza, por encima de la vida de los demás, por encima de todo, por encima de todo el poder, mi ego, la exaltación de mi persona y creo que todo eso es lo que nos ha llevado donde estamos y creo que todo eso se representa con Agamenón en esta tragedia: la vida política versus la vida familiar, pero en un espacio donde no tendrían por qué competir (…)  Esa soberbia se refleja en todos los ámbitos del patriarcado.

El teatro, para Ochoa, es el arte que más nos conecta con lo humano, con nuestra humanidad. Es presencial, estamos ahí frente al otro, en el presente. Nos demanda toda la atención y es maravillosa esta capacidad humana de empatizar, de observar y ser parte, de involucrarnos. Es la última esperanza del ser humano, pienso yo —sostiene Ochoa— y el arte, que nos hace reflexionar con todos los recursos con los que cuenta, como son el espacio, la vivencia, las palabras, la reflexión a la que puede llegar.

Ver entrevista completa: https://youtu.be/ErPHHz10vzQ?si=7PKVFM3uN4-h5Tz1

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