LA VELOCIDAD DEL OTOÑO
Para quienes entienden que en la vejez todavía hay muchísimo espacio para la belleza y felicidad.
LA VELOCIDAD DEL OTOÑO
“Yo soy una mujer muy peligrosa, ¿qué no te dijeron?”
Mamá se ha atrincherado en su muy costoso departamento en un emblemático edificio en Polanco. Para asegurarse que nadie pueda entrar, o que nadie la saque de ahí, se ha rodeado de bombas molotov que ella misma ha construido. Sin embargo, la mujer de ochenta años no contaba con que su hijo, aquel que se fue hace más de 20 años del hogar, treparía por el árbol que ella tanto ama, no para detenerla necesariamente, sino para tener esa conversación que tanta falta les hacía. Su cuerpo ya no es lo que era antes, su mente a veces le traiciona, quizás ya esté en paz con su no tan lejana partida, pero eso no significa que ella no sigue siendo una mujer llena de sueños, de anhelos, y una madre con un hijo dispuesto a tomar de su mano durante sus últimas aventuras.
“El problema de Leonor y de Miguel eres tú, mamá.”
Bajo el pretexto de querer protegerla, los hijos de Alejandra, la protagonista, quisieran vender el departamento donde vive. Sin embargo, y a pesar de estar consciente de que físicamente ya no es capaz de realizar muchas cosas, ella no está dispuesta a doblegarse a sus decisiones como si ella ya no fuera capaz de cuidarse por sí misma. Nominada al premio Pulitzer, “La Velocidad del Otoño” del dramaturgo estadounidense Eric Coble es una declaración de libertad, tanto para vivir como para morir, cuando la edad de una pintora ha comenzado a poner en peligro su independencia. Bajo esta línea narrativa, el autor construye argumentos sobre las relaciones entre padres e hijos, la vejez, el derecho a morir, y la eterna búsqueda por la felicidad.
“Hay formas buenas y formas terribles para morir.”
Carlos ha vuelto al hogar de su infancia, luego de veinte años, no sólo para ayudar a sus hermanos con la crisis familiar que ha provocado su madre, sino también como parte de un viaje personal que el personaje ha emprendido para sanar heridas que carga en su alma. A medida que los recuerdos salen a flote, momentos que madre e hijo compartieron en museos, por ejemplo, los rencores y los afectos también brotan en un acto de sanación que podría congraciarlos en un espacio donde el perdón existe. Ciertamente, la anécdota que se construye en “La Velocidad del Otoño” es pequeña, redundante a momentos. No obstante, los temas que toca son necesarios hoy en día, más urgentes que nunca en una sociedad que pareciera invisibilizar a los ancianos, prefiere esconderlos o refundirlos en asilos, dado que los valores actuales son más enfocados en la belleza, en la juventud, y no en la sabiduría o en la calma que se adquiere con la edad. Es en este punto donde la dramaturgia cobra mayor sentido, se fortalece, y toca fibras emocionales tanto para quienes viven en la edad de la protagonista, o en aquellos hijos que, como Carlos, debe asumir que mamá ya no es la misma que cuidaba de él en la niñez.
“No he terminado de entender que ya no tengo un futuro.”
Los colores ocre y naranja dominan el espacio, reflejo claro del otoño al que hace referencia el título de la obra y la temática de la misma. El escenario está diseñado para representar el departamento de Alejandra, incluyendo del lado izquierdo la entrada principal atrincherada por un librero, una silla y una mesa, entre otros elementos, y un balcón del lado derecho donde se aprecia el árbol que tanto ama la protagonista, desbordando hojas coloridas por la estación otoñal. Bajo la dirección de la también protagonista Susana Alexander, “La Velocidad del Otoño” es una puesta en escena tradicional, con un tono más inclinado hacia la comedia, donde se agradece que la temática de la obra no sea llevada al extremo de lo melodramático. Muy al contrario, Alexander permite que las palabras carguen el peso dramático necesario, no las exacerba, al mismo tiempo que los espacios de mayor ligereza, más humorísticos, aligeren lo que podría ser una puesta en escena por demás densa y lacrimógena. Susana Alexander tiene un público leal que llena las butacas con cada nueva obra que presenta, ella los conoce bien, y entiende cómo es la manera de hablarles al corazón desde la escena.
“Lo único que quiero conservar es a mí misma.”
Postrada en un reposet, con un bastón a lado para ayudarla a caminar cuando debe de hacerlo, Alejandra es capaz de tomar de la mano de Carlos con todo el amor y ternura de una madre, así como de tomar una bomba molotov y un encendedor de manera por demás amenazante. Feroz en declarar que no es una vieja inútil, melancólica al recordar sus tiempos de locura en la juventud, desbordada de amor al ver a los ojos a su hijo, Alejandra es una mujer de 80 años que refleja toda una vida llena de experiencia. A su lado, Carlos es tan exasperado como paciente en un intento por hablar con su madre, al mismo tiempo que revela toda la complejidad que alberga en su alma como el hijo autodesterrado. “La Velocidad del Otoño” es un vehículo perfecto para desplegar las capacidades actorales de Susana Alexander, mismas que utiliza para crear un personaje que se percibe como verdadero. Cuando un nombre se le escapa a Alejandra, uno no puede evitar pensar si quizás ese nombre no se la ha escapado a la actriz misma, de tan natural que es su interpretación. Ejemplo adicional de ello es la tan verdadera manera en que Alexander adapta su fisicalidad para mostrarse frágil, dependiente del bastón, siendo que al final de la obra ella aparece caminando con la fuerza que la caracteriza. A su lado, Fernando Canek resulta el cómplice y complemento ideal para la protagonista, dejándose llevar por completo por el juego que existe entre ambos roles, dejando ser contagiado por la naturalidad de su directora.
“¿Tú crees que puede haber belleza en la desintegración?”
“La Velocidad del Otoño” es anunciada como la despedida de Susana Alexander de los escenarios. En absoluta congruencia con la obra que presenta, la Sra. Alexander juega bajo sus propias reglas, establece cuándo se retira, y lo hace con la frente en alto, con la dignidad que merece, y con una ovación de pie que la actriz cosecha luego de dedicarle la vida entera al escenario. Este hombre gay, que fue a ver la obra con su madre de ochenta años, se inclina ante ti Susana, y te dice con todo el amor y la admiración de mi corazón… gracias por tanto y tanto teatro. Gracias.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: La Velocidad del Otoño
DRAMATURGIA: Eric Coble
DIRECCIÓN: Susana Alexander
ELENCO: Susana Alexander y Fernando Canek.
DÓNDE: Teatro Rafael Solana.
DIRECCIÓN: Miguel Ángel de Quevedo 686, Colonia Cuadrante de San Francisco, Coyoacán.
CUÁNDO: Sábado 17:00 y 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 30 de Junio 2024.
COSTO: $750. Disponibles en taquilla y Boletos para La Velocidad del Otoño | Detalle de fechas para Comedia | Ticketmaster MX
DURACIÓN: 90 minutos sin un intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con valet parking.