La risa como insurrección

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La risa como insurrección: poder, desobediencia y teatro en ‘Bernarda Alba Clown’

Edwin Sarabia

La tropa no tiene la culpa busca ser la adaptación de La Casa de Bernarda Alba, dirigida por Vanessa Nieto y representada por el colectivo poblano de payasas Tropa Plú, establece un replanteamiento audaz del texto lorquiano. Esta versión utiliza la estructura de la tragedia para desarrollar un laboratorio de poder, control y emancipación desde una perspectiva hilarante y pertinente.

La puesta en escena reimagina el universo de Lorca a través de la irreverencia del clown. Con humor agudo y energía desbordante, las intérpretes desmontan los códigos trágicos de la obra para exponer las violencias que han influido en la creación artística y en la representación de lo femenino. El encierro y la represión inherentes al texto original se transforman en juego, crítica y desafío para reafirmar la vigencia de Lorca mientras exponen con lucidez e ironía las estructuras de poder aún activas en los procesos teatrales.

El planteamiento de la obra se funda en una premisa de colapso. La directora, interpretada por Vanessa Nieto, informa al público que la obra no puede realizarse como estaba planeada debido a la deserción de las actrices. Este inicio genera un enredo que se intensifica con la llegada de las sustitutas: un grupo estrafalario de cinco payasas y un payaso, interpretados por Sandra Xochitl Tehuitzil, Jenny Zayas, Chely Alonso, Andrés de la Fuente, María José Díaz de Rivera e Irazema Hernández. Estas intérpretes sustitutas no solo asumen los papeles ausentes, sino que proceden a desmontar las ideas de la directora, que se encuentra fuera de sí, y a intervenir los ecos poéticos de García Lorca. El intento inicial de un montaje de emergencia se transforma en un espectáculo de crisis escénica donde el texto original es continuamente interrumpido, intervenido y, finalmente, reinventado. Mención especial para el trabajo de Vanessa Nieto, al encarnar simultáneamente los roles de directora, narradora y figura oprimida por el proceso, de manera virtuosa.

Un aspecto significativo del montaje es su cuestionamiento, a través del humor, sobre las prácticas de la pedagogía teatral y los procesos creativos. Las intérpretes discuten abiertamente la heteronormatividad de La Casa de Bernarda Alba, analizando su relevancia desde una perspectiva contemporánea. En el desarrollo de las escenas, la tensión entre autoridad y desobediencia es central, la directora es obligada a tomar papeles como Poncia o Bernarda y confronta a un elenco que desobedece sus indicaciones, tergiversa el texto y lo reinterpreta con gestos paródicos.

Aun con sus múltiples aciertos, el montaje acusa falta de precisión corporal en el desempeño del grupo de payasas. Se percibe una asimetría entre las intérpretes que repercute en el ritmo general de la obra, el cual, por momentos, se desacelera y pierde fluidez. Asimismo, el uso del espacio escénico es limitado al concentrarse en zonas específicas lo que desequilibra la escena en muchos momentos, mientras en otros mantiene el marcaje en el centro. Por otra parte, la ruptura constante de la cuarta pared, el uso del error como estrategia y la autoconciencia del artificio invitan al espectador a reflexionar sobre la naturaleza misma del teatro. La respuesta que ofrece esta versión es clara: el caos tiene la capacidad de actualizar la forma dramática. La desobediencia del elenco, la imposibilidad de dirección, la torpeza y el juego dan paso a una nueva lectura de Lorca que se enlaza con las discusiones actuales sobre el cuerpo, la autoridad y la libertad.

Foucault habló del poder no como algo que se posee sino como una red que circula, que atraviesa cuerpos, miradas, gestos. En esta obra, ese poder se hace visible en el intento de dirigir. Vanessa Nieto, al encarnar a la directora, se convierte en figura de autoridad que observa, ordena y corrige, pero también en cuerpo observado, expuesto, desbordado. Su papel encarna la tensión de quien vigila y es vigilado, de quien impone una forma y termina prisionero de ella.

Al desarmar el mito, se revela la potencia intrínseca de la obra. En tiempos donde el control, la disciplina y la obediencia continúan siendo mecanismos de sometimiento, el fracaso de la representación en escena se erige como un acto de rebeldía. Desde su universo caótico la puesta en escena recupera el pulso más esencial del teatro: ser un lugar donde lo imprevisible tiene sentido, donde la verdad aparece sin anunciarse, donde la fragilidad de una actriz que olvida su texto o la exasperación de una directora que pierde el control se vuelven imágenes de lo humano.

El resultado es reescritura viva. La Casa de Bernarda Alba se abre en canal y, desde sus entrañas, surge una nueva posibilidad de lectura. En tiempos dominados por el control y la eficiencia, esta obra recuerda que el arte también nace del tropiezo, que en la risa hay una forma de verdad. Que el fracaso, cuando se asume con valentía, puede ser un acto de emancipación.

FICHA TÉCNICA

Autoría: Silvia Macip y Vanessa Nieto ·

Dramaturgia: Silvia Macip

Dirección: Vanessa Nieto Terrazas

Con: Sandra Xochitl Tehuitzil, Jenny Zayas, Chely Alonso, Andrés de la Fuente,María José Díaz de Rivera, Irazema Hernandez y Alberto Echartea

Utilería: Pablo Bedolla ·

Coordinación y realización de vestuario: Perla Cervantes

Asesoría vocal: Valeria Valdivia

Asesoría bufona: Diana Bolaño

Asesoría en lucha escénica: David Silva

Asistencia de dirección: Irazema Hernández

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