LA NOSTALGIA

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Para quienes, a pesar de las butacas vacías, siguen profundamente enamorados de las artes escénicas.

LA NOSTALGIA

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas

“¿Estás diciendo que nadie vino a vernos?”

El estreno no fue el éxito esperado, pero esta segunda función seguro será mejor. Minutos antes de la tercera llamada, la añeja diva de la escena comparte recuerdos con su compañero de escena, un actor poco conocido, por decir lo menos. Recuerdos de antaño son la preparación que los histriones necesitan antes de que baje el duende. El maquillaje está en los rostros, las pelucas altas bien puestas a la cabeza, el vestuario isabelino ceñido a la cintura, todo está listo para que el telón se levante y comience la magia. Claro… hay un ligero detalle que falta para poder comenzar la representación: que el público venga.

“Resistencia es lo primero que tienes que aprender para dedicarte a esto.”

El teatro es un amo cruel que expone a quienes se dedican a él en cuerpo y alma a toda una serie de problemas muy reales como la inestabilidad económica, así como a una plétora de fantasmas como son la frustración, el dolor y la rabia que provoca la ausencia de la audiencia. A pesar de todos estos monstruos, las artes escénicas siguen siendo un canto de sirenas que encantan a los que aún en estos días siguen cayendo víctimas de su hechizo, artistas que están dispuesto a sobrellevarlo todo con tal de estar sobre un escenario por el raquítico pago de un aplauso. Este dilema es capturado con belleza, humor y profunda teatralidad en “La Nostalgia”, la más reciente propuesta del dramaturgo y director David Olguín.




“¿No la enoja esta butaquería sin gente?”

Elsa fue una gran estrella de la escena, actriz que ha dejado todos sus ahorros en esta nueva propuesta, y que ahora se encuentra pidiendo un cien para poder comprar un café; Claudio fue su secretario en épocas más boyantes, más ahora que tiene la oportunidad de compartir el escenario con ella, se enfrenta al más terrible de los miedos, la butaca vacía. Entre insultos con sabor shakesperiano, interpretar para su propio placer obras vetustas que quizá ya a nadie le importan, hablar de sus propias frustraciones anímicas o económicas, y realizar rituales para mantener a raya a los espíritus que deambulan este teatro, porque obvio en el Insurgentes no hay fantasmas, dos amantes del arte de la interpretación se convertirán en títeres de sus propias pasiones, infiernos o amores por eso que hablan con tanta reverencia: el teatro. “La Nostalgia” es una carta de amor que Olguín escribe desde su propia experiencia sobre las tablas, desde el horror y el amor, desde lo blanco y lo negro que implica este oficio tan maravilloso y cruel a la vez. Es a partir de esta vivencia que el creador a tenido de primera mano que es capaz de capturar la esencia del quehacer teatral, al mismo tiempo inyectándole humor, dinamismo, patetismo y un toque de ridiculez.

“Ojalá fuera la taquilla la que nos diera el sustento.”

Teatro dentro del teatro dentro de un teatrino. Al inicio de la obra, Claudio le reclama a la primera actriz y productora el mal uso que ha hecho del dinero al incluir en los gastos de escenografía la inclusión de un teatrino de donde penden algunas marionetas. Acto seguido, Elsa cierra las compuertas de dicho pequeño espacio para que el espectador se olvide de él. Sin embargo, el presagio está hecho y ese teatrino reaparecerá, y todo lo que suceda en su interior transitará entre lo lúdico, bufonesco, surreal y francamente hilarante. Estéticamente, “La Nostalgia” es un deleite en los guiños y juegos que realiza al quehacer teatral clásico, mismo del que el director Olguín hará un tanto de mofa. A partir de la creación de un austero escenario de madera a cargo del también iluminador Gabriel Pascal, el vestuario diseñado por el también actor Mauricio Pimentel y el maquillaje y peluquería de Maricela Estrada que remonta de inmediato a tiempos isabelinos, la puesta en escena se percibe como un juego escénico donde director y elenco se divierten con la creación de un universo donde La Celestina, El Mercader de Venecia y hasta la Maja Desnuda de Goya habitan con naturalidad. Tonalmente, la dirección de Olguín acentúa la ligereza, no apuesta por la solemnidad ni la reverencia al tan sagrado arte del teatro. Muy al contrario, todo durante la obra se percibe como un ligero bocado para endulzar el paladar de quienes tanto aman el llamado a la butaca. Este hecho se vuelve culminante y poético con el uso de títeres (y un objeto íntimo) hacia el final de la representación, elemento clave para llevar la propuesta hacia la contundencia.




“¡Estoy dispuesto a hacer un desnudo artístico!”

Minutos antes de la tercera llamada, embebida por el sonido de su propia voz, la diva entona una ridícula canción árabe que su muy obeso profesor de canto de la secundaria le enseñaba; ante la frustración de una sala vacía, la actriz empobrecida escupe insulto tras insulto a su compañero de escena, mientras se desmaquilla y quita la peluca; endiosada por la oportunidad de actuar, sin importar que no haya nadie, Elsa manipula un juguete sexual con delicia, se aterra con la aparición de un fantasmagórico títere, y demuestra cuán ridícula puede ser una escena anquilosada. A su lado, el aspirante a la fama Claudia le da batalla, se pone a la altura de actuar junto a ella, ya sea asumiendo la pose de una famosa pintura española, haciendo las veces de una inocente virgen, o meramente escupiendo su rencor contra su antigua empleadora. “La Nostalgia” sería imposible de lograr sin la presencia de un elenco capaz de dar verdadero sentido y peso a la dramaturgia. Laura Almela y Mauricio Pimentel cumplen a manos llenas con dicho cometido, siendo patéticos e hilarantes, juglares y humanos, histriones que operan desde la evidente impostación de roles o seres rotos que buscan la manera de pagar sus múltiples deudas.

“¿Será que el teatro es una bella bestia en extinción?”

Hay una exquisita ironía en escuchar a dos personajes lamentar el vacío de su sala cuando el teatro El Milagro está a reventar, teniendo incluso que agregar una fila extra de butacas para tratar de cubrir la demanda, es tal la cantidad de espectadores que desean aplaudir “La Nostalgia”. ¿El teatro está en crisis? ¿A punto de fenecer? Quizá. Sin embargo, este peligro ha permanecido perenne en la existencia de tan amado arte, o al menos desde que yo tengo uso de razón, desde siempre y aquí seguimos, ocupando un asiento esperando la tercera llamada. Aquellos que claman extrañar los buenos tiempos, que añoran el pasado del teatro cuando lo hacía  Seki Sano, Margules o Mendoza, los invito a que vean el trabajo de Olguín, Almela y Pimentel para que constaten que el teatro está vivo. Hoy y siempre lo estará.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: La Nostalgia

DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: David Olguín

ELENCO: Laura Almela y Mauricio Pimentel.

DÓNDE: Teatro El Milagro

DIRECCIÓN: Milán 24, Colonia Juárez.

CUÁNDO: Lunes 20:00 horas. Hasta el 30 de Septiembre 2024.

COSTO: $$300 y $150. Boletos en taquilla y en La nostalgia – Boletópolis (boletopolis.com)

DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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