La interminable fiesta hacia la muerte. La degradación y la violencia en la perspectiva de la mitología griega. Entrevista con Richard Viqueira
La interminable fiesta hacia la muerte. La degradación y la violencia en la perspectiva de la mitología griega. Entrevista con Richard Viqueira
Luz Emilia Aguilar Zinser
Más vale morir, dramaturgia de Amaranta Osorio y Jorge Volpi, a partir del Agamenón de Eurípides, en versión escénica de Richard Viqueira, es parte del cuarteto de obras que conforman el proyecto Espiral, de la CNT. En combo con Ifigenia en Áulide, la puesta en escena de Viqueira cerrará la 45 MNT. En entrevista para la Muestra Crítica, el director celebra haber sido llamado a la CNT a este proyecto: Es un privilegio, por la colaboración con la maestra Cano, a quien yo admiro mucho (…) me parece alguien muy propositivo, tanto como creadora y, en este caso, como funcionaria. Me emocionó mucho. En segundo lugar, por supuesto la dramaturgia de la maestra Amaranta Osorio y el maestro Jorge Volpi. (…) Y tercero, este elemento que me planteó Aurora, que me parece casi inédito, de tratar La Orestiada como una serie de televisión, de manera capitular, consecutiva. Un formato muy atractivo para los jóvenes y para la gente que desee ver una pieza de largo aliento. Cuando Viqueira recibió la invitación al proyecto, Más vale morir ya estaba escrita: De hecho, si no me equivoco la maestra Osorio y el maestro Volpi tienen su Orestiada escrita por completo.
Para el director de escena era importante lo que había hecho Gabriela Ochoa en la primera parte del cuarteto, pues consideraba vital que la puesta en escena de Ochoa y la suya fueran deliberada y diametralmente opuestas. En ese sentido, optó por ir a la estridencia, desde un punto de vista plástico (…) Hay muchas habladurías de que tu vecino puede ser narcotraficante. Te da más miedo cuando están celebrando que cuando están en acción de su profesión. Entonces me propuse hacer una fiesta dantesca. Le pareció una manera más exacta de retratar a los narcos, que como estos capos de la tele. Gran parte de su vida es celebrar, porque saben que están al borde de la muerte todos los días. Ese fue su primer parámetro, el segundo imaginar cómo lo hubiera hecho Pina Bausch en Guadalajara o en Sinaloa. Me preguntaba qué pasaría si Pina Bausch estuviera en Culiacán (…) El tercero tiene que ver con la imagen de los personajes. La plataforma que propuso el escenógrafo e iluminador, Jorge Kuri, es inclinada y contiene una serie de estacas que cada director de escena puede distribuir como le convenga. A mí, de momento —admite Viqueira— me parecía rarísimo que la gente entrara con un vestuario literal, de narco, a una plataforma con esos picos. Eso me dio lugar a pensar que los narcos tenían que estar llenos de púas, de picos. Más que como se ven los narcos me interesaba cómo se sienten. Cuando uno está en una cantina y alguien señala un narco, es como si todo el ambiente se erizara, como si tu piel sintiera su cercanía y su peligrosidad, muy cerca, como si fueran cactus que están bailando, caminando por la calle. Esa sensación de peligro constante de cosas punzocortantes, como si la gente realmente lastimara con esa existencia. Para esto trabajé con el maestro Mario Marín. Todos los personajes contienen picos, púas, son difíciles de tocar. Más que abrazarse se punzan.
Richard aclara que quiso recuperar un elemento del montaje de Ifigenia en Áulide de Gabriela Ochoa: Me parecía que para que tuviera continuidad tenía que repetirse en algo, tener invitados especiales. La obra de ella culmina con la muerte de Ifigenia a proscenio y yo la recupero exactamente en el mismo punto, con el vestuario de la obra de Gaby. Descubrí que los griegos eran como de película de terror, algo que se ha ido perdiendo. En Shakespeare, Viqueira reconoce grandes espectáculos, con numerosos elementos fantasmagóricos: y a mí me parecía muy correcto que Ifigenia fuera un zombie —asevera— me pareció un hallazgo la idea de origen del coro en contra del protagonista. Tengo diez espléndidos actores. La obra va del coro al individuo. Los personajes, digamos, centrales, se meten al coro y a manera de cardumen de pronto se confunden con el todo y solo se desprenden cuando tienen escenas. La idea del coro me parecía muy importante a nivel discursivo, el coro contra el individuo: La sociedad contra el rebelde.
Esta obra, revela Richard, es el primer musical que hago y lo es desde el libreto. Cada tres o cuatro parlamentos tienen una acotación que dice ‘y cantan’. La facilidad de adaptar la ideología de los griegos clásicos con el narco, le parece increíble a Viqueira: Tienen muchos elementos en común como esta cuestión del honor, de la venganza, de los sacrificios. Para él parecen cortadas en el mismo molde: Esos preceptos se mantienen, por supuesto, de manera torcida en algunos momentos. Aunque había que preguntar si una guerra griega o una guerra en Culiacán contienen valores equiparables. En realidad los dos son igual de aterradores. Entonces parece muy vigente y el insertarla en ese universo era perfecto.
Sobre las ventajas de dirigir en la CNT, comparte Richard: Cuando trabajas de manera independiente muchos de los colaboradores están haciendo cinco, seis, siete cosas al mismo tiempo. La gran ventaja aquí es que tienes un equipo abocado al proyecto, en todas las aristas, desde la producción, el vestuario, evidentemente el elenco, que está para ti. ¿Qué es lo difícil? que algunos actores participan en otros proyectos de la CNT y no se cuenta con ellos en algún ensayo. Con todo, Richard considera ideal que tuviéramos las condiciones de la compañía, en todas las compañías.
Para Viqueira la emoción está sobrevaluada en nuestro teatro: Y me parece también un elemento que, casi diría burgués, pensar que solo el actor es un ser emocional. El director de Más vale morir, equipara con su teatro las manifestaciones en donde el físico está en riesgo, como la crucifixión en Iztapalapa. Ahí no es un actor profesional, pero es alguien que va a interpretar a Jesucristo, recibe latigazos, carga la cruz, es casi como un carpintero que de pronto se golpea con el martillo, involucra sus sentimientos, como su cuerpo (…) Por supuesto antes que nada es menester explicarle al elenco qué pretendes, hacia dónde quieres ir. En ese sentido, Richard planteó a los actores hacer una fiesta, pues gran parte del tiempo están bailando. No paran de bailar y evidentemente esto lleva a un desgaste a un cansancio extremo. Bailar durante una hora es muy demandante.
Viqueira se considera afortunado de haber encontrado en el elenco de la CNT, desde la selección que hizo con la Directora Artística, Aurora Cano, actores muy aptos en ese terreno. Si bien el teatro que yo hago es peligroso en lo físico —asegura Richard— porcentualmente tiene menos lesiones que, a veces, las obras de Chéjov, porque el actor sabe que está en peligro y entonces tiene una atención distinta a cuando hace Chéjov, donde no tiene esa atención sobre su cuerpo y de pronto se tropieza con la mesa, la única mesa que hay en el escenario, y se rompe la rodilla.
El tema más complicado de este proceso fue para Viqueira el de la música, porque la dramaturgia no está versificada. Está acotado que se cante, pero como tal, no tiene verso. Eso fue lo que nos tomó mucho tiempo con Emiliano Suárez, que hace la escenofonía.
Hay corridos tumbados y música tradicional: Muchas veces encabalgábamos los textos sobre melodías ya reconocidas, como El Sinaloense. Yo quería un leitmotiv, El Caballo de Rodeo. Esta canción que se baila mucho en las bodas. Richard insiste en que lo más complejo, más que el baile, fue lograr que fuera una obra musical.
Sobre lo que se propone producir en la audiencia, Viqueira responde que a través del recurso del baile, busca envolver al espectador en ese ambiente de fiesta quien, al dar el giro dramático, violento, hacia el horror, ya está atrapado, en primera persona, en la euforia… no tiene escapatoria. Richard considera que la audiencia la va pasando tan bien durante la obra, que al estallar la matanza, como si ocurriera en los círculos del infierno de Dante, cuando llega la matazón, el público se siente corresponsable.
Respecto de la justicia, Richard Viqueira sostiene: Alan Moore decía ¿quién puede vigilar a los vigilantes? En realidad se necesita una estatura moral y ética muy alta, para establecer quién nos cuida, quién nos vigila, quién imparte justicia. Para Viqueira mucho de lo que pasa en la obra, es el principio de la barbarie: ojo por ojo, diente por diente: es parte de la condición humana y renunciar a eso también es absurdo, ingenuo y naíf, pensar que somos toda bondad y toda democracia, cuando en realidad en nuestra condición se encierran las cosas más deleznables.
El director de escena considera que la mayoría de los sueños que tenemos son pesadillas: algunos evolucionistas dicen que eso ocurre porque nuestra mente nos está preparando para el horror, para el miedo. En nuestros sueños nos persiguen monstruos que sabemos que no existen en el mundo real, pero sí nos preparan mentalmente para enfrentar los miedos, que sí son concretos, reales. Es un entrenamiento nocturno. Yo creo que el teatro es igual. El teatro nos enseña a supervivir, a confrontar estos miedos y de ahí la idea de que es un arte oscuro, porque el drama es algo que habla del problema, de la crisis, del caos, el escenario es donde podemos ensayar estas maneras de supervivir en el horror y en el caos, y creo que por eso es tan importante meter a Orestiada en este momento, en esta sociedad.
Ver entrevista completa: https://youtu.be/6uEHsyYEaQM?si=pcRij-xvZat9C7ES

