INSTRUCCIONES PARA UNA MUERTE FELIZ
Para quienes se quieren reír de ese atemorizante momento al que todos llegaremos algún día.
INSTRUCCIONES PARA UNA MUERTE FELIZ
“Yo no quiero enterrarte en ninguna parte.”
Un ataúd de cartón decorado con lunas, estrellas y nubes, un bosque donde la naturaleza florezca libremente y la absoluta prohibición de un director de pompas fúnebres en el evento son tan sólo algunas de las indicaciones que mamá ha dejado claramente estipuladas en una muy bien hecha presentación de Power Point para horror o mera negación de papá y sus dos hijas. El diagnóstico es innegable, las disfunciones en cada uno de sus seres queridos múltiples, el tiempo se agota, la enfermedad avanza y hay una familia que salvar. Ni la muerte ni una calefacción descompuesta la detendrán.
“Creo que es muy importante que sepan lo que yo quiero.”
La dramaturga inglesa Laura Wade utiliza el humor negro con sutileza y elegancia para tratar dos temas delicados y escabrosos en su obra del 2005 “Instrucciones Para una Muerte Feliz”: la disfunción familiar y el cómo lidiar con la inminente muerte de una persona afectada por una enfermedad terminal. A través de Mayra, una mujer de férreo carácter pero a quien le queda menos de un año de vida, un esposo en absoluta negación, una hija egocéntrica, enfrascada en sus propios dramas por el simple hecho de existir, su hermana quien trata desesperadamente de ser lo mejor posible sin realmente lograrlo, Wade consigue dar una panorama amplio, doloroso pero al mismo tiempo ligero y gracioso de todo el proceso de duelo, pérdida y aceptación que se tiene que enfrentar cuando uno se encuentra cara a cara con la muerte.
“Somos nosotros, los que nos quedamos, lo que tenemos que hacer algo.”
Haciendo uso de analogías semióticas que se antojan tanto poéticas como duras a la vez como sería la perenne frialdad de un hogar en proceso de desintegración no sólo por el paso del tiempo sino por la inminente desaparición del pilar que lo sostiene, o las fechas de caducidad en una enorme cantidad de comida guardada en la alacena, cada una de las sub-capas narrativas presentes en “Instrucciones Para una Muerte Feliz” aporta mayor profundidad y honestidad, hiriendo por su cruda verdad, sanando por su mensaje final de esperanza y libertad.
“Creo que aún hay tiempo para que tengamos algunas conversaciones incómodas.”
Una proyección al fondo del escenario de los distintos lugares donde se desarrolla la obra como podrían ser diversos cementerios o la ventana de la casa familiar durante las cambiantes estaciones, hechas en una calidad reminiscente a la presentación en Power Point que la protagonista le presenta a su familia, es un ejemplo claro del tipo de dirección con la que Susana Alexander aborda “Instrucciones Para una Muerte Feliz”. Dada su gran trayectoria como actriz, Alexander se enfoca en contar la historia y en sacar las actuaciones más poderosas en cada uno de los miembros del elenco, dejando en segundo plano elementos que deberían ser atendidos como una iluminación repleta de sombras innecesarias, un ritmo que en definitiva podría fortalecerse con transiciones más fluidas entre escenas o un uso de multimedia que verdaderamente aporte y no demerite ni a la historia ni a quienes están sobre el escenario contándola.
“Voy a descansar en paz, feliz.”
Sin embargo, es a nivel actoral donde “Instrucciones Para una Muerte Feliz” brilla con mayor fortaleza. La siempre portentosa Susana Alexander demuestra una vez más su gran capacidad histriónica al vivir sobre el escenario la transformación no sólo corporal sino anímica y psíquica que el avance de la enfermedad trae sobre su personaje. A su lado, Javier Díaz Dueñas conmueve y lastima con sus silencios, con todo lo que expresa al preferir leer el periódico antes que entablar una conversación con cualquiera de su familia. Por su parte, Mariana Garza entrega absoluta verdad escénica en el papel de Helena, la hija Mayor, consiguiendo proyectar todo el dolor que siente ante la muy próxima muerte de su madre con una simple mirada cargada de angustia tras escuchar a su madre hablar de un viaje a Francia. Finalemente, Sophie Alexander-Katz asume el muy complejo papel de Gina, la hija menor, en un trabajo actoral sumamente complejo donde tiene que llevar un proceso directamente opuesto al resto de los personajes, siendo que ella pasa del dolor a la sanación, a la inversa de los demás.
“Vas a poder sobrevivir sin mí.”
Todos nos vamos a morir, eso nadie lo niega, yo incluido. A pesar de que ya no esté aquí para saber si es cierto o no, quisiera dejar aquí, como conclusión a esta reflexión sobre tan bella obra algunas de mis propias instrucciones para cuando muera, en esperanza de que se cumplan:
- Quiero que se cuenten historias de mí, aquellas que más hagan reír a los que estén ahí.
- Quiero música de Plaza Sésamo y de los Muppets. Particularmente “Imagination” y “The Rainbow Connection”.
- Quiero que todos lleven algo naranja en la ropa.
- Quiero que alguien cante Memory del musical Cats. Estoy seguro que entre tantos amigos teatreros alguien lo podría hacer.
- Si es que me fui antes que él, quiero que abracen mucho a mi flaco y que cuiden de él.
Y ya no voy a continuar porque ya me puse a llorar.
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DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Instrucciones Para una Muerte Feliz”
DRAMATURGIA: Laura Wade
DIRECCIÓN: Susana Alexander
ACTUAN: Susana Alexander, Javier Díaz Dueñas, Mariana Garza y Sophie Alexander-Katz.
DÓNDE: Teatro Rafael Solana.
DIRECCIÓN: Miguel Ángel de Quevedo 687, dentro del Centro Veracruzano.
CUÁNDO: Viernes 19:30, Sábado 18:00 y 20:30, Domingo 18:00 hrs.
COSTO: $450. Disponibles en taquilla y Ticketmaster.
DURACIÓN: 110 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Se encuentra en el interior del Centro Veracruzano. Cuenta con estacionamiento.