
EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL
Para quienes desean adentrarse a los frágiles recuerdos que conforman una de las obras maestras de Tennessee Williams.
EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL
“Yo soy la verdad bajo el disfraz de la ilusión.”
Aquí no hay realidad, son las memorias de un soñador, de un hombre que tuvo la osadía de querer algo más que trabajar en una zapatería. Esta velada se construye de recuerdos, de una promesa de felicidad tan delicada como el vidrio que se encierra en un alhajero en la mesa de centro de una humilde sala. Hoy no se trata de enfrentar la oscuridad que llega con un recibo no pagado, de ninguna manera. Es más bien la oportunidad perfecta para que una mujer que nunca ha dejado de vivir en la fantasía de su juventud sueñe con una vida mejor a costa de su propia hija, para que un unicornio pueda recordar la sonrisa que le provocan las rosas azules, para que un caballero pretendiente deje más que en claro que esto es una tragedia como las que sólo se ven en las películas.
“Por 65 dólares al mes renuncio a todo lo que sueño.”
Considerada como la obra más personal y poética de Tennessee Williams, uno de los dramaturgos norteamericanos más importantes del siglo XX, responsable de obras maestras como El Tranvía Llamado Deseo y La Gata Sobre el Tejado de Zinc, “El Zoológico de Cristal” es una obra de memoria, donde toda la acción se desarrolla a partir de recuerdos que comparte el personaje principal. Basada en su propia historia familiar, específicamente en su madre quien tenía trastorno histriónico de personalidad, condición que lleva a las personas a la búsqueda de constante atención, y en su hermana quien padecía de problemas neurológicos, la obra gira en torno a Tom Wingfield, a su miserable vida como principal sostén de su disfuncional familia, y a la obsesión que tiene su madre Amanda con encontrar un caballero pretendiente para que cuide de su hija Laura.
“Una tarde en Blue Mountain, tu madre recibió a 18 caballeros pretendientes.”
Tom huye de su realidad todas las noches diciendo que va al cine, un escape al asfixiante mundo que representa su madre, una mujer que ni siquiera es capaz de dejarle tragar su cena sin que ello conlleve toda una retahíla de críticas; cuando Amanda no está sumida en sus propios recuerdos de juventud en un supuestamente idílico pasado, se la pasa buscando maneras de salir de la miseria, específicamente a través de su hija; debido a que la realidad resultó ser demasiado difícil para la frágil Laura, la joven se ha retraído a vivir en su propia mente, a contemplar las figuritas de vidrio que guarda celosamente en un viejo alhajero, reflejo de su fragilidad física y mental. Tres personas rotas, incapaces de ser felices en sus condiciones actuales, y que se sienten atrapados por la obligación familiar, ponen sus esperanzas en un tercero, en un compañero de trabajo de Tom, quien es invitado a cenar sin la más mínima sospecha de que hay toda una agenda oculta detrás.
“¿Quién ha logrado salir de un ataúd sin sacar un solo clavo?”
Uno de los principales ejes narrativos de “El Zoológico de Cristal” gira en torno a la constante batalla entre la realidad y la ilusión con la que los personajes deben de lidiar a consecuencia de sus insatisfactorias vidas, una crítica punzante al fallido sueño norteamericano. A esto se suman aspectos sobre el deseo de escapar de todos y todo para comenzar de nuevo, un perenne sentimiento de aislamiento y soledad, así como las tóxicas dinámicas familiares que se suman a un sentimiento de obligación y deber a consecuencia de la sangre que une. La conjunción de todos estos elementos, dentro de una atmósfera onírica donde la memoria ha difuminado la delgada línea entre lo que en verdad sucedió y el recuerdo, es lo que lleva la obra de Williams al terreno de lo universal, la convierte en una dramaturgia poética y desoladora a la vez, una pieza que refleja el sentir de millones de personas que llevan vidas de silenciosa desesperación. Bajo la muy sutil adaptación del también director David Olguín, la obra enfatiza el aspecto de la memoria, al situar al personaje de Tom, ya como un hombre maduro, en el proceso de estar escribiendo sus memorias, decisión que también acentúa los aspectos cinematográficos en la mente del protagonista. Esta decisión abre cuestionamientos sobre la manipulación de los recuerdos, en torno a qué tanto lo que se entiende por memoria es verdadero o es una recreación del cerebro, una nueva versión alterada, romantizada o deformada del pasado que no es exactamente lo que sucedió. Bajo esa premisa, lo surreal y onírico inherente al texto cobra una dimensión mucho más profunda.
“En la memoria todo parece suceder con música.”
La sala de la familia Wingfield es parte del esqueleto de un barco, las cuadernas propiamente dicho, y el piso está cubierto en arena, referentes a los sueños marítimos de Tom que de inmediato sitúan al espectador en el terreno no-realista en el que se desarrolla la obra. Dos Toms deambulan la escena, uno de edad madura que se entiende como el presente, y su equivalente joven aún bajo el yugo de su asfixiante madre, ambos intercambiando roles al momento de interactuar con el resto de la familia. Cuando Amanda se entera que un caballero pretendiente va a visitar su casa, en el fondo del escenario se proyectan imágenes de películas del viejo Hollywood aludiendo a la promesa de un romance, mientras que suena música que podría describirse como cursi. Estas imágenes proyectadas dan contexto histórico a la obra, contrasta los sueños que el cine motiva con la cruda realidad que viven los personajes, convierten la obra en una comedia de cine mudo ante el terror de Laura de verse cara a cara con un amor imaginario de la escuela, o crean del padre ausente una imagen omnipresente que le recuerda a los Wingfield todo lo que no son… o en lo que uno de ellos se podría convertir.
“Se aproxima una tormenta de verano.”
La dirección escénica propuesta por David Olguín, apoyado por un diseño de escenografía e iluminación a cargo de Gabriel Pascal, enfatiza los aspectos oníricos de la dramaturgia, el género de obra de la memoria a partir de dividir el papel de Tom para ser interpretado por dos actores, y así el personaje sea narrador, recuerdo, escritor, actante y editor de su propia historia mientras deambula por un barco aun en construcción con un piso cubierto por esa arena que no existe en su insatisfactoria vida. Asimismo, el discurso de Olguín se enfoca en los aspectos cinematográficos mencionados por Williams, en la manera en que el cine funciona como escapismo de la vida diaria, aspecto que se aplica no sólo para Tom sino para todos los miembros de la familia Wingfield. Interesantemente, la obra tonalmente no pierde el aspecto realista que caracteriza la dramaturgia norteamericana de mediados del siglo XX. Esta decisión que crea una puesta en escena a momentos contemplativa, que permite que cada personaje expanda sus alas, se retraiga a la oscuridad de su mente, o exprese sus anhelos o frustraciones desde un lugar verdadero. Sin duda, este montaje es prueba fehaciente del claro entendimiento, respeto y admiración que David Olguín tiene del material de origen.
“El cristal es algo que exige muchos cuidados.”
Al momento de ser descubierta sobre la verdad detrás de sus clases en la escuela de negocios, Laura sufre un colapso nervioso, producto del terror que le produce el enfrentarse a su madre; este mismo pánico se manifiesta como una parálisis emocional cuando la frágil joven descubre quién es el caballero pretendiente que la va a visitar. Mientras que Amanda se presenta como un ser castrante y asfixiante ante sus hijos, cuando se retrae a sus recuerdos de antaño o al tratar de impresionar al Sr. O’Connor, ella se transforma en una niña mimada, hambrienta por ser el centro de atención, capaz de dar saltos en por toda la sala de su casa como si se tratara de una chiquilla consentida. Como espectador a la distancia, el Tom maduro ve sus recuerdos con una mirada de profunda tristeza. Sin embargo, al insertarse en ellos, este adulto opera desde la rabia y frustración que el vivir con su familia le provocaban.
“La memoria se toma muchas licencias poéticas.”
Actoralmente, “El Zoológico de Cristal” transita entre el realismo descarnado y el melodrama ligeramente exacerbado, producto de que la trama sucede en los recuerdos alterados de un escritor en proceso de crear sus memorias. Es por ello que Laura Almela como Amanda se presenta a momentos como una versión hiperbólica de esta madre que no puede dejar de llamar la atención, ya sea a través de la coquetería o el constante criticismo para sus hijos. De esta misma manera se puede apreciar el trabajo de David Juan Olguín Almela como el Tom joven y el caballero pretendiente, siendo que el primero opera desde un punto más honesto, mientras que el segundo es ligeramente más artificioso en su comportamiento, más el estereotipo producto de la memoria que una persona de carne y hueso. En el otro lado del espectro se hallan Miguel Cooper y Anaïs Umano como el Tom maduro y Laura, ambos entregando actuaciones que claramente operan desde la fractura emocional, que destilan realismo en sus emociones, que desde la mirada, el caminar, el tocar a un unicornio de vidrio o al bailar con su hiper demandante madre están demostrando sus capacidades histriónicas para la creación de personajes rotos, frágiles como ese zoológico que da título a la obra.
“Apaga tus velas Laura porque hoy el mundo está iluminado por relámpagos.”
Nunca deja de sorprenderme el poder de los personajes que Tennessee Williams creó hace más de ochenta años, la manera en que sus circunstancias, sus dolencias y sus palabras siguen sintiéndose profundamente reales y actuales. Confiar en la bondad de los extraños o ver cuánto tiempo uno se puede mantener sobre un tejado caliente sin brincar, preferir la ilusión o la magia a la realidad, vivir en las glorias del pasado antes de enfrentar la miseria del presente, preferir la oscuridad a enfrentar lo que la luz tiene que mostrar, todo ello son aspectos con los que cualquiera puede comulgar, sentirse reflejado o representado, pues al final…. todos tenemos algo de Maggie o de Blanche, de Amanda o de Tom, todos somos más frágiles de lo que nos atrevemos a aceptar.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: El Zoológico de Cristal
DRAMATURGIA: Tennessee Williams
DIRECCIÓN Y ADAPTACIÓN: David Olguín
ELENCO: Laura Almela, Miguel Cooper, Anaïs Umano y David Juan Olguín Almela.
DÓNDE: Teatro El Milagro
DIRECCIÓN: Milán 24, Colonia Juárez.
CUÁNDO: Viernes 20:00, sábado 19:00 y domingo 18:00 horas. Hasta el 21 de septiembre 2025.
COSTO: $300. Boletos en taquilla y en Teatro El Milagro – Boletópolis
DURACIÓN: 165 minutos con un intermedio de 10 minutos
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.