EL MERCADER DE VENECIA
Para quienes quieren aplaudir de pie un exquisito montaje de la comedia más controversial de Shakespeare.
EL MERCADER DE VENECIA
Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
“Aquí viene el diablo mismo en forma de judío.”
Tres mil ducados por tres meses. Ese fue el trato que Antonio y el judío Shylock pactaron y que el destino junto con la furia del océano se encargó de volver fatídico. Un amor que nace desde el plomo, una traición a la fe, un anillo que representa un juramento sagrado, identidades ocultas y una venganza que brama con rabia a la justicia que se le debe una libra de carne. Esto es Venecia, esto es Shakespeare en su más alta genialidad.
“Si alguna vez cae en mis manos, volcaré en él todo mi odio y el de mis ancestros.”
Para conseguir el amor de la acaudalada Porcia, el joven y enamoradizo Basanio recurre a su mejor amigo Antonio para obtener un préstamo de tres mil ducados, mismos que este obtiene con un préstamo su enemigo, el usurero judío Shylock, en un contrato por demás fuera de lo común. Considerada por muchos la obra más controversial del dramaturgo William Shakespeare debido al tono antisemita en contra del hebreo prestamista, “El mercader de Venecia” es una de las comedias mejor logradas en toda la dramaturgia del bardo inglés, aun cuando en la actualidad muchos la catalogan como una tragedia si se toma desde el punto de vista no de los enamorados sino de la relación entre el propio Shylock y sus fallas trágicas de carácter.
“Pensar que soy suya por sangre y no por fe.”
Con dos de los monólogos más recordados y memorables de Shakespeare, el que versa sobre justicia en boca de Porcia y aquel sobre la igualdad entre judíos y cristianos pronunciado por Shylock, ambos magníficamente bien traducidos al español en la adaptación del también director David Olguín, “El Mercader de Venecia” es capaz de hacer reír al mismo tiempo que confronta al espectador del siglo XXI con dos temas que lamentablemente siguen siendo por demás relevantes en la actualidad: la importancia de la justicia en todo momento y la discriminación religiosa.
“Esta libra de carne es mía, mi dinero me ha costado.”
Una bóveda de banco con una caja fuerte flanqueando la escena, una playa paradisiaca escondida detrás, una visión contemporánea por demás poderosa y contundente y un entendimiento absoluto de lo que conforma la teatralidad hoy en día. “El Mercader de Venecia” del director David Olguín resuena en el espectador de manera total gracias no sólo a un buen ritmo o un manejo preciso del tono en las palabras de Shakespeare, sino a la conjunción de un todo que funciona como la maquinaria de un reloj suizo en su precisión. A pesar de ciertos problemas de isóptica en el diseño de la escenografía y a un diseño sonoro que podría cuidarse un poco más para garantizar que todos los espectadores puedan escuchar con claridad a los actores por encima de la música, el trabajo de Olguín es una muestra absoluta del porqué hoy se le considera uno de los creadores teatrales más interesantes y relevantes dentro de la escena contemporánea. Aunado a esto, es digno de mencionar la lectura que Olgín da en este montaje a la relación entre Basanio y Antonio, cargándola de un homoerotismo que aporta a la obra de una nueva interpretación que resulta sencillamente fascinante.
“Si sólo justicia hubiera, no se salvaría ninguno de nosotros.”
Una dulce dama enamorada, condenada a encontrar la felicidad sólo cuando se resuelva el acertijo que su padre ha legado en tres cajas, se convierte en un letrado doctor en leyes, para más adelante dejar escapar toda su rabia en contra de su no tan obediente marido. Uno de los grandes deleites en “El Mercader de Venecia” recae en la enorme interpretación que realiza Esmirna Barrios del personaje de Porcia, dotándola de una verdad absoluta que cimbra los cimientos del escenario mismo gracias a un fenomenal talento y un fuego interno que la impulsa. A su lado, David Hevia en el papel de Antonio, demuestra por igual su gran capacidad interpretativa, al llenar de vulnerabilidad, soberbia y derrota al comerciante caído en desgracia. De igual manera, Mauricio Davison, en el papel de Shylock, es capaz de estremecer con la sed de sangre que clama el judío al con la misma facilidad que produce misericordia ante su tan ridículo o sincero sufrimiento. El resto del elenco conformado por Fernando Álvarez Rebeil, Simona Chirinos, Marisol Castillo, Emmanuel Varela y David Juan Olguín Almela fortalecen la puesta con trabajos comprometidos, aun cuando ciertamente algunos de ellos todavía tengan espacio para crecer. Estoy convencido que con cada nueva función esto se ira alcanzando.
“Tomo el mundo como lo que es: un teatro.”
Desde niño he tenido contacto con la comunidad judía de este país y debo confesar que en cada uno de ellos he encontrado a grandes amigos, personas sumamente generosas tanto en cariño como en sus bienes, incluso muchos de ellos siendo hoy parte de mi familia extendida. Esta crítica se la dedico a la memoria de mi tío Pepe Ostrosky, hombre a quien incluso llegue a llamar papi cuando niño, a la memoria de su hija Alina, a la familia Merikanskas, a Luis, Armond, a los Liebshitz y a todo un grupo de personas a quienes considero desde el fondo de mi corazón mishpokhe.
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DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “El mercader de Venecia”
DRAMATURGIA: William Shakespeare
TRADUCCIÓN, ADAPTACIÓN Y DIRECCIÓN: David Olguín
ACTUACIÓN: Mauricio Davison, David Hevia, Esmirna Barrios, Fernando Álvarez Rebeil, Simona Chirinos, Marisol Castillo, Emmanuel Varela y David Juan Olguín Almela.
DÓNDE: Teatro El Milagro
DIRECCIÓN: Milán 24, Colonia Juárez.
CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:30, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 hrs.
COSTO: $200. Disponibles en taquilla. Aplican descuentos.
DURACIÓN: 130 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.
Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.