
EL MAR ES UN PIXEL
Para quienes entienden que la era digital es una marea que sube y baja, que arrastra y ahoga, una divina ilusión que nos acaba.
EL MAR ES UN PIXEL
“En la puerta de la iglesia hay una lista.”
A la aldea un juguete ha llegado
y sus habitantes se han enajenado.
Con este nuevo objeto todos juegan o se enamoran,
encuentran respuestas, aunque más preguntas surjan.
Sin embargo, entre tanta algarabía,
una lista acabará con toda esta alegría.
Unos brillarán con una nueva fama adquirida,
otros se ocultarán por una vergüenza no merecida.
Entre versos que demuestran la superioridad
de aquellos que la bella palabra dominan,
el caos habrá de demostrar que, si la tecnología ha de reinar,
no hay mucha cabida para que un humano siga.
“Desconfío de la vida cuando no sigue la lógica.”
El impacto en la vida diaria que ha tenido la aparición de la inteligencia artificial, la necesidad por pertenecer que la era digital y las redes sociales han exacerbado, la cultura de la cancelación y el sentimiento de superioridad que viene asociado con el privilegio son algunos de los temas que se exploran en “El Mar es un Pixel” del dramaturgo y director David Gaitán. A partir de una anécdota que remite a Un Enemigo del Pueblo de Ibsen, obra que el autor adaptó en 2017 para cuestionar la relatividad moral de la audiencia, escrita en verso de rigurosa métrica como parte integral del discurso que el autor plantea, y con un ácido sentido del humor que llevará al espectador a reflexionar sobre cuán absurda es la obsesión actual por un me gusta en Instagram, la dramaturgia es una potente crítica social al mismo tiempo que demuestra la madurez que ha alcanzado la pluma de Gaitán.
“Si quieres, amplifico las voces de la aldea.”
Poco después de que el Consejero recibe en su casa al nuevo juguete que ha llegado a la aldea, una especie de cíborg femenino dispuesto a mejorar la vida de todos sin pedir cobro a cambio, pero lista para amplificar lo que sea que los usuarios quieran compartir con ella, él y todos sus invitados se enteran de que una lista ha aparecido en la puerta de la iglesia. Dependiendo de qué nombres aparecen en ella, o de la reputación de la que gozan o no sus integrantes, se inician campañas de cancelación o de popularidad, ninguna de ellas producto de merito o pecado, meramente por el simple hecho de existir. El honor o desprestigio que sufren los habitantes de la aldea, incluyendo a la inversora y a la emprendedora, son advertencias que lanzó un mensajero que todos prefirieron ignorar.
“La máquina es la mediadora de la opinión.”
Desde la más básica necesidad social de querer pertenecer, hasta conceptos mucho más complejos como el honor y el privilegio, el abanico crítico que abre “El Mar es un Pixel” es amplio. No obstante, David Gaitán consigue balancear cada una de las líneas tanto argumentales como temáticas al mismo tiempo que provoca carcajadas desplegando en cuán ridícula criatura se ha convertido el ser humano. Con toques absurdistas que tienen ecos en la dramaturgia de Jean Genet, un manejo de la ciencia ficción que podría perfectamente encajar en la serie televisiva Black Mirror, y con un final que nos recuerda que todos nos hemos convertidos en títeres aleatorios de un algoritmo, la obra es un detonador que cuestiona nuestro futuro como una sociedad exhibicionista y voyerista, esclavizada por chips y circuitos, incapaz de dar un paso sin que primero sea aprobado, difundido y promovido por una computadora.
“¡Soy esclava de la utopía!”
Una serie de telones en colores vivos, amarillo, azul, rojo, entre otros, van revelando u ocultando todo lo que está sucediendo en la aldea, un reflejo de todo aquello que los personajes revelan y amplifican con la llegada del juguete o que están ansiosos por mantener en secreto. Lo que en un principio se presenta como mobiliario blanco, poco a poco va tomando tonos de gris y negro, incluso rojo al final, todo ello con el fin de mostrar el impacto que la tecnología ha provocado en la percepción de la realidad sobre quienes antes eran meros seres humanos. Entre música electrónica que recuerda a videojuegos y un vestuario que podría ser contemporáneo, futurista, de los cincuenta o inspirados por la artista japonesa Yakoi Kusama, el aura de toda la puesta en escena es de un futuro atemporal, sucedido en el pasado, en un universo paralelo, o que quizá está comenzando en este instante.
“La lista identificó a los enemigos.”
A nivel dirección, David Gaitán presenta un montaje anclado en aquello que, en muchos sentidos, pareciera ser una isla inmune a la vida a través de lo digital: el teatro. Apoyado por un diseño de escenografía y vestuario a cargo de Mario Marín del Río, música original compuesta por Andres Motta y la iluminación de Erika Gómez, el montaje consigue crear el universo distópico propuesto por la dramaturgia desde lo sensorial. Ya sea a partir de tres personajes enredándose con cables de teléfono que salen del juguete, ocultando o sacando a la luz verdades oscuras a partir de telas por demás coloridas, o revelando la manera en que un país asiático influye sobre una aldea perdida en un rincón del mundo, la propuesta de dirección consigue una puesta en escena ágil, provocadora y sarcástica desde su estética.
“¿Por qué insistes en privarme de mis emociones?”
Cuando la emprendedora se da cuenta de que está en la lista, su terror es patente ante la inminente cancelación que se le aproxima. Sin embargo, esta emoción se torna con la misma fuerza en orgullo y felicidad cuando el ser funada muta a ser admirada por toda la aldea como si de Paris Hilton se tratara, pues al igual que ella, la emprendedora no ha hecho nada en absoluto para merecer la fama. El juguete es una mujer robótica en su hablar y en su accionar, mas un cierto aire de malicia se permea a medida que su impacto sobre la aldea es cada vez mayor. Todo esto sucede ante la atónita mirada del mensajero quien nunca deja de advertir de la presencia del diablo en su vida diaria, personificada por esta tecnología.
“Las voces ya estallaron y no están lanzando rosas.”
El elenco en “El Mar es un Pixel”, conformado por Hernán del Riego, Daniela Arroio, Verónica Bravo, Michelle Betancourt y Emmanuel Lapin tienen como primer reto el interpretar un texto escrito enteramente en verso, aunque en lenguaje coloquial, con toda naturalidad. Esto se consigue al mismo tiempo que cada uno de los actantes dota a sus personajes de una equilibrada mezcla de caricatura, humanidad, absurdo y patetismo. Esto es, salvo Michelle Betancourt quien tiene bajo su responsabilidad el darle “vida” al juguete, misión que consigue con humor y veracidad, a momentos fársica, en otros cruel en su frialdad ante la miseria humana.
“Mentiría si dijera que la marea no marea.”
Estoy sentado frente a mi computadora escribiendo esta crítica. Mientras lo hago, escucho música que le pedí a Alexa que tocara en mis bocinas inteligentes, luego de decirle que prendiera las luces de mi oficina al 50%. También he tomado algunas pausas para checar mis redes sociales, no porque así lo desee, sino porque mi teléfono me lo ordena a través de sus constantes notificaciones. También he parado para ver si ya tengo nuevos seguidores en TikTok. Espero que este escrito abra conversaciones ante nuestra obsesión con la tecnología, pero si no lo hace, al menos espero obtener muchos likes.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: El Mar es un Pixel
DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: David Gaitán
ELENCO: Hernán del Riego, Daniela Arroio, Verónica Bravo, Michelle Betancourt y Emmanuel Lapin
DÓNDE: Teatro Juan Ruiz de Alarcón
DIRECCIÓN: Centro Cultural Universitario, Insurgentes Sur 3000.
CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 30 de Noviembre 2025.
COSTO: $150, aplican descuentos. Boletos en taquilla y El mar es un pixel – Teatro UNAM
DURACIÓN: 100 minutos sin intermedio
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.