DOS MUJERES
DOS MUJERES
El dolor de una madre es incomparable. Ella conoció la verdadera desesperación cuando fue testigo de cómo esa bella niña que salió de sus entrañas se perdió, movida por el deseo y las drogas, en un camino que terminaría en su última exhalación, muy lejos de aquella que la amaba más que a su propia vida. La voluntad de una madre es monumental. La búsqueda frenética por localizarla se convirtió en un principio en el aullido de rabia de una loba herida que no conocería paz hasta que se hiciera justicia en contra de ese demonio que acabó con su hija. La violencia y la impunidad en este país son inconcebibles. Hoy lo único que queda de esa mujer es una placa en algún lugar olvidado de Chihuahua, recordatorio inútil de un asesinato sin razón.
Los hechos reales son los siguientes: Sergio Barraza Bocanegra fue declarado inocente tras haber asesinado brutalmente a su pareja Rubí Marisol Frayre Escobedo, de tan sólo dieciséis años de edad, dejando a su hija Heidi completamente desamparada. La madre de Rubí, Marisela Escobedo, logró que se revocara la sentencia consiguiendo que se le impusieran cincuenta años de prisión al asesino, condena que no se ha cumplido ya que Barraza se encuentra prófugo de la justicia. Marisela fue asesinada el quince de diciembre de 2010 frente al Palacio de Gobierno del estado de Chihuahua.
Logrando un bello y terrible balance entre diálogos poéticos, circunstancias abominables y magia escénica, Zermeño y Medina toman lo mejor de la obra de Román Bahena y la traducen a un lenguaje teatral de alto impacto que consigue congelar la sangre del espectador al mismo tiempo que no puede evitar admirar la hermosura que se ha conseguido en la propuesta. A partir de una dirección cargada de simbología, reflejo de la poeticidad misma del texto original, “Dos Mujeres” busca mover fibras sensibles profundas en el espectador al impactarlo con movimientos escénicos no-convencionales, verdaderas coreografías del dolor, apoyados por un sólido trabajo técnico de iluminación, escenografía y musicalización al servicio de la puesta. Cada diálogo entre madre e hija es de gran belleza lírica, cada lágrima derramada rompe el alma, cada acto de violencia e impunidad enardece la sangre, cada acto que no recibe solución es un grito desgarrador desde la tumba pidiendo desesperadamente que las muertes de tantas y tantas mujeres no queden en el olvido y sin castigo.
Evidentemente, una de las razones por las cuales “Dos Mujeres” es un producto de enorme calidad teatral es gracias a la presencia sobre el escenario de una las actrices más respetadas de nuestro país. Ofelia Medina, quien comparte créditos con su sobrina Paola Medina, se entrega con pasión a su personaje, claro resultado de su profundo compromiso con el mensaje de la obra para entregar una actuación estremecedora. Lejos de caer en una actuación melodramática, Ofelia se muestra fuerte y estoica con la misma libertad con que se desmorona en llanto ante la impotencia de no poder salvar a su hija. Paola Medina, lejos de palidecer frente a Ofelia, logra un muy buen trabajo como Rubí, impresionando al público por sus propios méritos, alcanzando grandes momentos en escena, sobre todo hacia el final de la obra. Tía y sobrina consiguen sobre el escenario rendirle homenaje a las vidas de estas dos mujeres que llegaron a un fin trágico debido a una deleznable realidad. Ofelia y Paola Medina nos piden -a partir de grandes actuaciones- que no olvidemos, que no permitamos que esas muertes hayan sido en vano.
La violencia en este país está fuera de control, producto de un sistema de justicia deficiente que permite que la vida humana se haya devaluado a menos que nada. No lo podemos permitir. Cada ser humano es un milagro, merecedor de ser feliz y no de tener que vivir con la amenaza de morir simplemente por el hecho de salir a la calle. No lo podemos permitir. El teatro es una de las herramientas artísticas más poderosas para transformar el alma. Es nuestra responsabilidad, de cada uno de los que nos dedicamos a esta bella arte, de buscar un mundo mejor, una sociedad que pueda vivir en armonía, donde todos podamos coexistir sin temor. El miedo se tiene que acabar, la violencia se tiene que acabar, los zetas, la corrupción, los cárteles de drogas, las tumbas anónimas, los cuerpos destazados, las cabezas degolladas, se tienen que acabar. No lo podemos permitir. Marisela y Rubí merecen justicia.
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