NO HE VUELTO A TOMAR CAFÉ CON LORCA

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Para quienes desean habitar un nido roto y fracasado, surreal y lorquiano, con tintes de Almodóvar.

NO HE VUELTO A TOMAR CAFÉ CON LORCA

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas

“La felicidad no es para los dramaturgos.”

La gata negra mira por la ventana a un ojo omnipresente; el elefante está tumbado bajo la mesa producto de una sobredosis de cocaína, pero no importa porque nadie lo mira; el dramaturgo, que en verdad es vestuarista, no ha dejado de escribir a sabiendas de que lo que está poniendo en la página no sirva para nada, ya que se trata de su propia vida. Así han pasado cinco años en Madrid, entre lunas rojas y sueños frustrados, funciones de un Edipo Rey alternativo y tener sueños eróticos con Pepe el Romano. Han llamado a la puerta, mamá ha llegado. El nido podría sanar al fin, pero la gata tiene hambre, las heridas son profundas, y hay secretos que no se ocultan ni con la mejor peluca.

“Si me curo no voy a tener material nuevo para escribir.”

El reconocido dramaturgo y creador escénico costarricense Bryan Vindas explora la toxicidad familiar, las heridas del pasado, y la inminencia del fracaso cuando se ama aquello para lo que no hay talento en “No he Vuelto a Tomar Café con Lorca”. Desde el surrealismo, haciendo referencias tanto a la literatura como al simbolismo de Federico García Lorca, y añadiendo ligeras referencias al cine de Pedro Almodóvar, la obra es una comedia de humor negro con tintes melodramáticos que busca rascar en esas heridas punzantes que sólo una madre o un padre pueden infligir, al mismo tiempo que es un bálsamo reparador cuando el adiós y el amor se conjuntan en busca de una verdadera sanación.




“Esto fue un lindo recuerdo que nunca pasó.”

Luego de cinco años de fracasar en su objetivo de llegar a ser un gran dramaturgo como su ídolo García Lorca, Francisco Javier se ha resignado a ser algo menor que eso, a trabajar como actor y vestuarista, a llevar una vida de silente desesperación viviendo en casa de un amante con quien podría o no tener una relación afectiva. Sin embargo, con la llegada de su madre, quien irrumpe en el departamento de su hijo con una maleta misteriosa y un nido que ella decidió “salvar” de un peligro inexistente, todas las heridas comienzan a supurar a medida que recuerdos que nunca sucedieron se aglutinan en la mente de un hijo que no ha logrado perdonarse a sí mismo por existir, por haber lastimado a quienes le dieron la vida, por no poder evitar ese sentimiento de que debería quitarse la vida.

“El elefante debajo de la mesa parece desorientado.”

El primer punto que sobresale en la dramaturgia de Vindas en “No he Vuelto a Tomar Café con Lorca” es la creación de su personaje principal. La complejidad de emociones que despliega Francisco Javier, su mundo interno conflictuado desde diversas aristas, principalmente la relación con sus padres, sus obsesiones destinadas a toparse con pared, su fragilidad y su ternura, todo ello se conjunta para crear un ser roto, digno de conmiseración y amor, aun cuando es incapaz de salvar a nadie, mucho menos a sí mismo. De ahí, se aprecia el manejo del surrealismo que el autor utiliza, desplegando su evidente entendimiento del lenguaje y simbolismo lorquiano, mismo al que hace referencias, más sin ser evidente, obvio o excesivo. Son pequeños guiños, esencias de un aroma perceptible para quienes están familiarizados con dicho universo, pero que no hacen mella en aquellos sin bagaje previo a García Lorca. Aunado a esto, Vindas también es capaz de tocar fibras sensibles en torno a la capacidad de herir de la figura materna, aun cuando se realicen dichas estocadas en nombre del amor, así como a la manera en que a veces es mejor vivir en la ficción, en un teatro de nuestra propia imaginación, a tener que enfrentar la cruda realidad. Toda esta serie de elementos crean una dramaturgia compleja, desafiante para un espectador casual, pero al mismo tiempo fascinante para quienes deciden rendirse ante la dolorosa poeticidad de sus palabras.




“No quiero limpiar, ni la sangre, ni los putos recuerdos, de la calle.”

Una mesa roja de centro, con manos de maniquí en sus patas, está al centro del departamento de Francisco Javier. Entre colores primarios vibrantes y mobiliario fuera de lo común, este espacio podría vivir con facilidad en la estética del cine de Almodóvar. Cuando parte de la verdad detrás de la visita de su madre se revela, Francisco Javier baja a las butacas y toma asiento mientras que ella, la matriarca, se convierte en Yocasta con una peluca rubia en la cabeza. En los momentos en que el dramaturgo se sienta ante su computadora para escribir, las escenas cobran vida, interpretadas por algunos de los habitantes de la casa, incluyendo el elefante y la gata, o podrían ser actuadas por el mismo mientras que el elefante, ya recuperado de la sobredosis de cocaína, toca el piano.

“Una madre que abandona su nido no merece tener hijos.”

En un claro entendimiento del género al que se enfrenta, Olivia Barrera ofrece una dirección de escena que acentúa los elementos surreales en “No he Vuelto a Tomar Café con Lorca”, así como la comedia negra y sus momentos de melodrama, sin excederse en la exacerbación sentimental o en buscar la risa fácil. Apoyada por un trabajo de escenografía e iluminación a cargo de Melisa Värish, y el vestuario de Sandra Garibaldi, la puesta en escena estéticamente demuestra que con una clara visión se pueden crear mundos enteros con una economía de recursos. Tonalmente, Barrera mantiene el equilibrio entre el realismo que surge del dolor de los personajes, y lo irreal que proviene del ambiente propio de Lorca.




“Mis personajes no merecen finales felices.”

El shock en el que entra Francisco Javier al momento de ver a su madre entrar por su puerta es absoluto. Sin embargo, al momento que se da cuenta de la barbarie que su progenitora ha cometido con un nido de pájaros, el escritor no puede evitar criticarla, acto que revela que la apacible mujer que tiene enfrente esconde un lado mucho más agresivo y cruel. Por un lado, Francisco Javier puede narrar una lección de manejo con su padre con aparente calma, mientras que ante una gota de sangre es presa del pánico a causa de su hematofobia. Su madre es amorosa, busca congraciarse con su hijo, con quien se habla de usted, pero a la menor provocación, se convierte en una Bernarda Alba, en una matriarca que no tolera ver su autoridad cuestionada.

“Me comí a mi hijo para no ver su cadáver.”

Actoralmente, “No he Vuelto a Tomar Café con Lorca” cuenta con un elenco conformado por Mariano Ruiz, Guillermina Campuzano, Alejandra Marín y Duane Cochran. El desbordamiento emocional que vive Ruiz en escena es cabalmente congruente con su personaje, mismo que se contrapone con la, a momentos, frialdad con la que opera Marín en dar vida a la controladora madre. La dupla energética que se genera entre ellos dos es el corazón pulsante de la puesta en escena, es un espacio de comunicación evidente y confianza que genera escenas que conmueven con la misma facilidad con que se produce una risa o congelan la sangre. A lado de ellos, Campuzano resulta una fascinante narradora felina, una testigo de la tan irreal y surreal relación de madre e hijo, un personaje que igual se presta a jugar con un juguete para gatos, o que se muestra feral al devorar algo que representa mucho más que unos huevecillos.

“Tenemos que admitir que no somos buenos en algo, aunque el fracaso duela.”

¿Dónde habita el fracaso? ¿En el rendirse y dejar de hacer aquello que se ama a falta de talento o en el seguir intentándolo a sabiendas de que la naturaleza no ha brindado las herramientas necesarias? Francisco Javier no deja de escribir, sabiendo que nunca alcanzará a ser Lorca, pero ello no le impide mantener su sueño con vida. No obstante, sus constantes tropiezos en la búsqueda de sus anhelos lo sumergen en un estado de melancolía y depresión constante, uno que incluso contempla quitarse la vida. Preguntas interesantes que la obra plantea bajo una luna roja, a la sombra de una madre castrante como Bernarda, ante la mirada penetrante que entra por la ventana y que se enfoca en los huevos que ya no existen en el nido y ahora habitan en las entrañas de una gata negra.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: No he Vuelto a Tomar Café con Lorca

DRAMATURGIA: Bryan Vindas

DIRECCIÓN: Olivia Barrera

ELENCO: Mariano Ruiz, Guillermina Campuzano, Alejandra Marín y Duane Cochran.

DÓNDE: Teatro La Capilla

DIRECCIÓN: Madrid 13, Del Carmen Coyoacán.

CUÁNDO: Viernes 20:00 horas. Hasta el 26 de Septiembre 2025.

COSTO: $350. Entrada general. Boletos en taquilla y en No he vuelto a tomar café con Lorca #0925 – Boletópolis

DURACIÓN: 80 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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