Armadillos: el reconocimiento de una labor humanitaria

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Armadillos: el reconocimiento de una labor humanitaria

Karla D. Sarmiento Aguilar

El parque de las Palapas, de la ciudad de Cancún, Quintana Roo, fue seleccionado para integrar a la población cotidiana al convivio escénico, en el marco de la 45 Muestra Nacional de Teatro. Armadillos: un viaje hacia el otro lado, propuesta del Colectivo Pies Hinchados, de Jalisco, con autoría y dirección de Gabriela Pescador, fue la puesta en escena designada para habitar este espacio.

Cuatro entes que comienzan a moverse de manera lírica, esparcen aserrín para representar un entorno árido, se escuchan voces en off decir: el desierto es un cementerio… La migración es un derecho humano, una acción natural, con la frase concluyente: somos solidarios, somos humanistas, somos armadillos. El eje de la obra es la migración y su vínculo con las desapariciones forzadas. En esta historia se presenta el reconocimiento a un grupo de buscadores en la frontera de México con Estados Unidos: Armadillos, Búsqueda y Rescate.

El montaje abraza el uso de títeres y la técnica del clown. Así también se habla en Lengua de Señas Mexicana, lo que suma a la poética de la puesta en escena y de la propia filosofía de la agrupación. El diseño del vestuario  y el maquillaje —realizado por Mireya Contreras— recrea de  manera metafórica una familia de armadillos que buscan en el desierto al dueño de un zapato perdido; los armadillos se encuentran con la persona que migra, al ayudarlo y acompañarlo en su recorrido establecen una relación con él.

La madre armadillo identifica que habrá que comunicarse en LSM; al parecer la premisa da un atisbo cautivador porque desde un contexto de frontera y migración, este acto se reproduce al encontrar personas en movilidad que hablan otras lenguas: tsotsil, kaqchiquel, quiché, creole, mazateco, entre otros, y que solo comunicarse es una adversidad del entramado de lo que implica migrar.

El recorrido del migrante y los armadillos arranca para viajar hacia el otro lado, así como las posibilidades del montaje que van de arista en arista sin llegar a algún lugar, o bien,  acercarse a un vértice que pueda concurrir códigos dialógicos que atraviesen al espectador para  revelar las intenciones del montaje: honrar la historia del grupo Armadillos, hablar de los migrantes que desaparecen, del abuso y la violencia que los coyotes o polleros imponen en las fronteras.

Los hermanos armadillos se apoyan en el juego y el humor que el clown establece como precepto para revelar la condición y vulnerabilidad humanas. Sin embargo, por momentos esto se pierde porque caen en chistes fáciles, alargan gags y exageran las acciones violentas entre ellos. Una exploración que, desde mi perspectiva, se queda limitada ya que acota las ideas de que el clown no puede prescindir de ella para seducir al espectador, por lo que preguntaría ¿el espacio condicionó la necesidad de entretener al público que transita y se dispone a ver teatro en un parque?

El uso de un espacio público para la presentación de la obra debilitó las posibilidades del espectáculo; el sonido por momentos era estridente o no tenía los alcances para cubrir las dimensiones del lugar. La isóptica del montaje en relación con los elementos —títeres, objetos, niveles en la escenografía e iluminación— no se percibían, el ejemplo más claro es la manipulación de un esqueleto fosforescente, que exigía un oscuro clásico de la técnica del teatro negro de Praga, lo que sumó la dificultad de la convención escénica.

La energía y disposición actoral de Luis Córdova, Árlen Larios, Neo Olvera y Ramón Rodríguez hacen sinergia de manera generosa entre ellos y el público, lo que denota el trabajo recorrido y esencia del colectivo. Creadorxs oyentes y un creador sordo convergen con una inclusión honesta y auténtica, lo que pone a colación el porqué nos sigue sorprendiendo —como sociedad— ver en el teatro a creadorxs sordos o hipoacúsicos; esto implica de manera personal que tal vez somos nosotros los que seguimos arraigando ideas que limitan la inclusión y dignidad en todos los espacios, en este caso, en las artes escénicas.

Esta familia de mamíferos cingulata representa al grupo de búsqueda y rescate que escarba el desierto de Arizona para encontrar personas en desplazamiento y vestigios de desaparecidos, una sensible labor heredada por la madre a los integrantes del grupo Armadillos, y que en la ficción la progenitora de estos hermanos insiste con la frase: siempre ayuda.

El dinamismo de esta familia de armadillos está presente con los títeres y los símbolos que se tensan y articulan en aras del tránsito humano —la serpiente, el coyote que caza al conejo, el zapato, el búho que anuncia un mal augurio, el zopilote y los restos humanos para llegar a la muerte— son indicios dicotómicos de lo que representa convivir con la desesperanza que produce el dolor de las ausencias y desapariciones forzadas. ¿Qué tanto nos sensibiliza como espectadores una historia contada desde la mirada de personajes ficcionales en homenaje a quienes realizan una labor humanitaria?

Los lenguajes escénicos utilizados en Armadillos, un viaje hacia el otro lado, tratan de construir una risa colectiva que implique familiarizar al público sobre lo que representa hacer trabajo humanitario y el reconocimiento de ello. Es posible que la provocación tenga que ser acompañada de signos más claros para que lo cómico e irónico nos lleve a preguntarnos: ¿Quiénes son los armadillos? ¿Qué les motiva a seguir escarbando el desierto de Arizona aunque la desesperanza y la injusticia sean parte de la porosidad de las fronteras? ¿Qué tanto la puesta en escena provoca en el público una conciencia suficiente para coadyuvar con la labor de la asociación?

Con este montaje, el colectivo Pies Hinchados rinde homenaje a un grupo de buscadores y rescatistas del sur de Arizona, compuesto en su mayoría por mexicoamericanos. La música original de Kengi Kishi potencia y envuelve algunas imágenes que se componen en este viaje al otro lado. Esta propuesta no revictimiza a los desaparecidos ni a la migración. Da a conocer al colectivo a partir de una investigación de la directora.

Grupos y asociaciones como Armadillos, con su labor de apoyo a migrantes y familiares de desaparecidos, realizan el trabajo que no asumen las instituciones gubernamentales. Los armadillos de esta historia nos muestran con su espíritu travieso los síntomas del territorio hostil en el que las fronteras, no solo las geográficas, sino también las humanas, han tratado de enterrar el eco que pide justicia y clama: NI UN MIGRANTE MENOS.

Ficha Técnica

Autoría y dirección: Gabriela Pescador

Con: Luis Córdova, Árlen Larios, Ramón Rodríguez y Neo Olvera

Diseño y realización de vestuario: Mireya Contreras

Diseño y elaboración de escenografía, títeres y objetos: Américo García

Música original: Kenji Kishi

Diseño de iluminación: Pepe García

Asistente de producción: Fernando Olmos

Productor: Luis Córdova

 

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