FOTOGRAFÍAS: RICARDO CASTILLO CUEVAS
ANTÍGONA GONZÁLEZ
Para quienes entienden que la tragedia mexicana es la desaparición de personas.
ANTÍGONA GONZÁLEZ

“Busco entre los muertos el cadáver de mi hermano.”
El deseo más profundo de Antígona es el poder enterrar el cuerpo de su hermano muerto. Para poder hacerlo, debe de encontrarlo primero. Antígona ha deambulado los caminos, ha movido rocas y ha visto fotos de cadáveres con la esperanza de encontrar el suyo. Ella se mantiene de pie, sigue su incansable búsqueda a pesar de haber sido amenazada, aun cuando, no se rinde frente a maletas abandonadas y zapatos vacíos. Esta no es una tragedia griega, no es una obra de teatro escrita ni por Sófocles ni por Sara Uribe, Antígona no es un personaje, ni es Marina de Tavira. Esto es la realidad de México, aquí y ahora, y en ella todos y cada uno de nosotres corremos el peligro de ser Antígona.
“Contarlos a todos, nombrarlos a todos.”
La devastadora realidad que viven a diario las familias buscadoras en México, a consecuencia de haber sufrido la desaparición de un ser querido, es la base sobre la que Sara Uribe desarrolla “Antígona González”. Creando un paralelismo con la protagonista de la tragedia griega Antígona de Sófocles, quien es negada el derecho de sepultar a su hermano Polinices tras la prohibición declarada por Creonte, gobernador de Tebas, este unipersonal es un doloroso abanico de las múltiples vicisitudes y horrores a los que se debe enfrentar una mujer cuyo mayor anhelo en la vida es tener una tumba y no un vacío.
“El nombre por encima del calibre de las balas.”
Al inicio de la obra, Antígona le comparte a la audiencia una serie de instrucciones para contar muertos en donde se integran a todes, desde las víctimas inocentes que cometieron la terrible falta de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada, hasta los militares y criminales caídos. Con esto, se deja en claro que cada muerto cuenta a la hora de buscar, cada cadáver es una promesa de encontrar a quien se ama. El lenguaje se ha convertido en el enemigo de Antígona. Desaparecido: lo que antes era una palabra usada por prestidigitadores, ahora es fuente de dolor. Pasar lista en una clase nos recuerda que algunos están presentes… otros ausentes.
“Este cuerpo podría ser mío.”
Tomar el mito de la tragedia griega como un paralelo a la realidad mexicana es uno de los múltiples aciertos con que “Antígona González” aborda el tan delicado tema de las desapariciones y su consecuente búsqueda. Referenciar el libro Antígona: Una Tragedia Latinoamericana de Rómulo Pianacci, o entremezclar con la narrativa noticias sobre desapariciones por toda la República Mexicana, tres hombres en Monterrey o un niño de 4 años en Chihuahua, son parte de la narrativa que Uribe va hilvanando en un texto que no busca en ningún momento la exacerbación sentimental o el chantaje. Muy por el contrario, lo que se presenta es un texto que genera impacto a partir de un cierto distanciamiento emocional, de dejar en claro que esto que le sucedió a la protagonista buscando a su hermano Tadeo, a quien vamos conociendo por los recuerdos de su hermana, es lo que han vivido miles de personas en el país, que esto no es una historia de ficción, es algo muy real donde cualquiera de nosotres podríamos terminar.
“Donde antes tú, ahora el vacío.”
El escenario es un espacio árido, seco, inclemente, un reflejo de la dura y adversa búsqueda que vive Antígona. En la esquina izquierda delantera hay un montículo de piedras, espacio en el que la narradora compartirá recuerdos de agua y de su hermano, lugar en que una sepultura tendrá lugar de manera simbólica. En una pantalla trasera, se van proyectando imágenes creadas a partir de pequeñas líneas que remiten a un bordado. Un hombre en un autobús despidiéndose, una cita de Cristina Rivera Garza, una libélula o una montaña de maletas apiladas son parte de los dibujos que acompañan la escena, al igual que pequeñas intervenciones de música de piano que aportan gravitas a las palabras.
“Los caminos llenos de muertos dan más miedo, ¿no?”
Tonalmente, la dirección de Sandra Félix acentúa la dramaturgia en “Antígona González”, le aporta la gravedad meritoria, sin caer en lo más mínimo ni en lo melodramático, ilustrativo o aleccionador. Esta decisión consigue igualmente imprimir el respeto que amerita el tema, al mismo tiempo que construye las distintas etapas que debe transitar la protagonista en su búsqueda, ya sea recordando los momentos felices con su hermano, buscando en internet información, hasta teniendo que encararse con miembros amenazantes del crimen organizado o lidiando con un sistema de justicia que victimiza y amedrenta. Esto se consigue de la mano de Víctor Zapatero quien se encarga de la escenografía e iluminación, así como de Cecilia de Tavira quien realiza el concepto y realización de bordado en multimedia.
“No hay un sol de los muertos.”
Al tomar el escenario, Antígona se muestra afectada, su cara desencajada. Más que el dolor por la pérdida de su hermano, lo que se percibe en ella es una mezcla entre rabia contenida, frustración y el más absoluto agotamiento. Cuando comparte recuerdos de Tadeo, la manera en que disfrutaba del río, de cómo se expresaba de la casa que construyó cuarto por cuarto para su familia, la mirada de Antígona cambia a una de nostalgia y tristeza, nos muestra qué tanto lo extraña. Al ser interrogada ante la aparición de un cadáver, ella es retadora, sin miedo, lista a encarar a una justicia que no ha ayudado en nada.
“Sin cuerpo no hay remanso.”
La actuación que ofrece Marina de Tavira en “Antígona González” es potente a partir de la mesura con que maneja sus emociones, operando desde la contención, una que deja ver la multiplicidad de sentimientos que habitan en la protagonista sin jamás desbordarse, esto en plena congruencia con la totalidad de la propuesta. En mostrarse vulnerable y furiosa, dura como las piedras que remueve de la tierra y quebrada de espíritu ante cuán deshumanizante ha sido todo el proceso de búsqueda, de Tavira demuestra un amplio rango actoral desde la mirada, los silencios, desde declararse personaje y ella misma en el escenario.
“No quería ser una Antígona, pero me tocó.”
En octubre de 2024 aplaudí con todas mis fuerzas la obra Hasta Encontrarte, unipersonal de Nir Paldi y Vicky Araico. En esta devastadora y contundente obra, Araico interpretó a una madre buscadora en su largo camino por tener un cuerpo que le diera paz ante la evidente muerte de su hija. En un lapso de 3 años, han sido decenas de obras las que he visto sobre el tema de desapariciones, de personas cuyas vidas han sido trastocadas para siempre a causa de la violencia feral que habita en México. Estas obras siguen sucediendo, son vitales, urgentes. Las voces se siguen alzando, los cuerpos se siguen sumando, los números son cada día más. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Las madres buscadores siempre responden: hasta encontrarles.

DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Antígona González
DRAMATURGIA: Sara Uribe
DIRECCIÓN: Sandra Félix
ELENCO: Marina de Tavira
DÓNDE: Teatro El Milagro
DIRECCIÓN: Milán 24, Colonia Juárez.
CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, sábado 19:00 y domingo 18:00 horas. Hasta el 7 de diciembre 2025. Función adicional: miércoles 26 de noviembre y 3 de diciembre 20:00 horas.
COSTO: $300. Boletos en taquilla y en Antígona González – Boletópolis
DURACIÓN: 60 minutos sin intermedio
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.




