ANATOMÍA DE UN SUICIDIO

Por  |  0 Comentarios
COMPARTE!




Para quienes quieren ovacionar una obra de arte escénica donde tres mujeres se enfrentan a sus propios demonios, al peso del pasado, en busca de escapar de un dolor generacional.

ANATOMÍA DE UN SUICIDIO

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas

“¿Hoy es un día feliz?”

Caro está en el hospital, lo ha estado muchas veces. Lo que sucedió ese día, en 1958, no fue un accidente y, aun cuando no se concretó el fatídico cometido, el mortífero deseo que le atormenta no sale de su mente, sin importar la bebé que carga en sus brazos. En 1989, Ana carga una sombra sobre ella. La pérdida que sufrió de chica no la ha podido superar, no importa que tanto la trate de acallar con sustancias. Quizá sea posible alcanzar la felicidad con esa bebé que carga en sus brazos, pero con cada día que pasa, ella se siente más y más ahogada. En 2025, Ivonne está en su casa natal, y está decidida a cortar con esas miradas del pasado que la observan a través de las décadas, con ese legado maldito que pareciera llamarle como una sirena a quitarse la vida.

“Me voy a tratar de quedar lo más que pueda.”

La depresión crónica, el daño que le genera a una hija el que su madre se haya suicidado, y la pregunta de si es posible transmitir un trauma de generación en generación son algunas de las piezas clave sobre las que la dramaturga británica Alice Birch construye “Anatomía de un Suicidio”. Contada desde tres épocas distintas de manera simultánea, teniendo como protagonistas a tres mujeres, madre, hija, y nieta, y teniendo como lugar común una hermosa casa donde se buscaban construir sueños, pero donde sólo quedan manchas de sangre, la dramaturgia pinta un devastador y fascinante retrato de una perenne búsqueda de la felicidad, emoción que pareciera imposible de alcanzar, consecuencia de la propia mente, de una historia familiar que no deja de atormentar. Adicionalmente, la obra abre conversaciones necesarias y urgentes en torno a la salud mental, a la depresión, crónica o postparto, a las heridas que la familia es capaz de infligir sobre los hij@s, mismas que parecieran imposibles de sanar, tres temas que comúnmente las personas buscan dejar entre las sombras.




“La estabilidad es algo nuevo para mí.”

La historia comienza con Caro, en el hospital. Debe enfrentar a su marido, a las preguntas en torno a lo que ella clama que fue un accidente, aún cuando el refrigerador estaba lleno de comida. En un intento por ser feliz, por seguir las normas de la sociedad en los cincuenta, accede a tener un bebé, a sabiendas que su resolución no cambiará en nada. Ana, su hija, también dio a luz luego de haber enfrentado a sus propios demonios, a las heridas que dejó Caro a su paso. En su caso, el dar vida a Ivonne detonó una psicosis postparto que sólo podría calmar con un baño de tina. Ivonne, una doctora quien comparte con su abuela un rasgo muy específico de quién es, ha vuelto a esa casa, al lugar donde se dio la primera estocada a su psique, en busca de encontrar paz con su historia aun cuando el peso de las generaciones pasadas pareciera demasiado pesado para dejarla respirar. Por un lado, resulta admirable y digno de estudio la manera en que “Anatomía de un Suicidio” entreteje tres historias que son contadas al mismo tiempo de manera precisa y perfectamente entendible para crear una tensión y progresión dramática que mantiene al espectador al filo de la butaca mientras va dilucidando los misterios que se encierran dentro de esta compleja historia familia. Por el otro, es francamente fascinante la pericia con que la autora elabora diálogos que se van hilvanando entre los tres espacios temporales. Que un médico en los cincuenta le pregunte a Caro la misma pregunta que otro doctor le realiza a Ana en los ochenta, que Ivonne le responda a su amante lo mismo que Ana le dice a su futuro esposo, o que las tres protagonistas digan no al mismo tiempo a estímulos distintos, es testimonio de la claridad que Birch tenía al construir la anécdota, de la sólida construcción de sus personajes, y de su entendimiento de la psique humana.

“Yo creo que vivir debería ser suficientemente importante para ser feliz.”

El escenario se ha dividido en tres espacios, representando las tres épocas en las que habitan los personajes, pero que en conjunto representan la casa familiar. Del lado izquierdo, Caro en los cincuenta no deja de repetir la palabra bebé; en el centro, Ana habla a cámara sobre el por qué ha decidido vivir en una comuna, hecho que se convierte en una dura confesión que se proyecta en vivo por todo el espacio; del lado derecho, Ivonne asiste a una fiesta de cumpleaños donde la muerte de una niña de 6 u 8 años es el amargo tema de conversación. Estas divisiones se van rompiendo, Ivonne le da su abrigo a Ana, se entregan diálogos a un amigo o a un esposo, mientras que la mirada está dirigida a una madre muerta o a una futura hija, todo en una coreografía coordinada de manera milimétrica. El respirar de una de las protagonistas se registra en una tela azul en el fondo del escenario, la entrada de una tina es el aviso para que una madre desnuda abrace con un amor imposible de sostener a su bebé, a momentos de tomar una decisión que cambiará el curso de la vida de la pequeña, escena iluminada de manera íntima y precisa para enfatizar la belleza trágica de la escena. La dirección que realiza Cristian Magaloni a “Anatomía de un Suicidio” es un trabajo realizado a filigrana donde se percibe el cabal entendimiento que tiene del texto, del tono y ritmo que se requieren para llevar las palabras hasta la más absoluta contundencia, sin caer en lo más mínimo en el camino fácil del melodrama. Al mismo tiempo, Magaloni establece un lenguaje escénico poético y preciso a través de diseñar una coreografía íntima y meticulosa entre todos los actantes en escena que va creando una comunicación intergeneracional que potencializa la dramaturgia. Cada pausa, cada mirada, los pasos que dan de un espacio a otro, el tomar un regalo de una mesa, o hasta la manera en que un personaje se sienta en un retrete y el momento de levantar su cara han sido cuidadosamente cronometrados para que las interconexiones entre cada historia sean coherentes y al servicio de la historia en una danza que fascina e hipnotiza, que pide volver a ver la obra para apreciarla desde otras aristas. Es en todo esto, y mucho más, que esta puesta en escena se levanta como el mejor trabajo de Magaloni a la fecha. Es también importante destacar la escenografía diseñada por Anna Adrià y Marcela Vethencourt, quienes a través de paneles transparentes consiguen crear mayor profundidad y enfatizan los pasos temporales que son parte esencial de la historia. Esto es posible también gracias a la iluminación de Víctor Zapatero quien transita entre lo cálido de una casa donde se prometía felicidad, o la frialdad de hospitales donde no pueden dejar de transitar las tres protagonistas, por poner un ejemplo.




“Hace tiempo llegué a la conclusión de que tengo que acabar con mi vida.”

La mirada de Caro está perdida mientras que repite una y otra vez la palabra bebé. Sus intentos por sonreír se ven forzados en todo momento, la desesperación ante la insistencia de su esposo porque encuentre algo de felicidad en su vida es innegable, el único momento en que pareciera que pudiera ser ella misma y salvarse del abismo es en un encuentro fortuito con una extraña en una boda, pero incluso ese instante está permeado por su siempre presente depresión. Ana sonríe a cámara, pero a medida que los recuerdos se aglutinan en su garganta, las lágrimas caen al mismo tiempo que encuentra en el camarógrafo la promesa de una felicidad venidera. Cuando se encuentra con su padre durante una rehabilitación de su adicción a las drogas, Ana se funde en un abrazo que claramente le cuesta trabajo dar, sus demonios internos parecieran querer traicionarla. La rabia con que Ivonne se ejercita pareciera ser un reflejo del escudo que ha levantado contra el muro, una coraza que no permite que la fragilidad se asome, pues podría devastarla. Sin embargo, un conejo, y no un afecto de otro ser humano, podría ser eso que la enfrente a su propia humanidad y a tomar una decisión que cambie el curso de su vida. “Anatomía de un Suicidio” cuenta con un potente elenco, encabezado por Fernanda Castillo, Paula Watson y Diana Sedano. Cada una de ellas opera desde una creación de personaje que no sólo da cuenta de las capacidades histriónicas de cada una de ellas, pero también se alinea a cabalidad con la propuesta de dirección. Desde la fractura emocional con que se permiten dar rienda suelta a sus sentimientos sin desbordarse, mismos que provienen de un lugar de verdad, hasta la manera en que se contienen a la par que siguen cada uno de los pasos que exige el movimiento escénico, las tres actrices se levantan como el pedestal sobre el que se sostiene la obra, actoralmente hablando. Junto a ellas, el resto del elenco compuesto por Amanda Farah, Montserrat Ángeles Peralta, Antón Araiza, Hamlet Ramírez, Santiago Zenteno y Lucía Ribeiro entregan un nivel de compromiso en el mismo nivel, dando vida a toda una plétora de personajes que van desde la figura central paterna hasta una niña precoz que hace preguntas demasiado personales en una fiesta de cumpleaños. Sin piezas sueltas en el elenco, la obra es mucho más sólida gracias al trabajo de todes sobre el escenario.

“Yo soy donde acaba esto.”

Hoy en día se habla de los grandes directores de teatro del pasado con reverencia, como si aquellos dioses teatrales se hubieran llevado lo mejor de las artes escénicas a su paso para nunca volverlas a ver. Yo tuve la fortuna de ver puestas en escena de Ludwig Margules, Héctor Mendoza y Alejandro Jodorowsky, por nombrar a algunos de los grandes directores de antaño, y todos esos montajes fueron portentosos sin duda, ejemplos lo que el teatro puede llegar a ser cuando es una verdadera obra de arte. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que lo que vi en “Anatomía de un Suicidio” está a ese nivel, al de arte. Con esta propuesta Cristian Magaloni está demostrando ser una de las más importantes y poderosas voces del teatro mexicano contemporáneo, un autor con visión y una voz única y precisa, una que espero sea apreciada y estudiada en el presente, y recordada en el futuro.

Búscanos en Facebook, Instagram y X como Entretenia

 




DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Anatomía de un Suicidio

DRAMATURGIA: Alice Birch

TRADUCCIÓN: Paula Zelaya Cervantes

DIRECCIÓN: Cristian Magaloni

ELENCO: Fernanda Castillo, Paula Watson, Diana Sedano, Amanda Farah, Montserrat Ángeles Peralta, Antón Araiza, Hamlet Ramírez, Santiago Zenteno y Lucía Ribeiro.

DÓNDE: Teatro Helénico

DIRECCIÓN: Avenida Revolución 1500, Guadalupe Inn.

CUÁNDO: Viernes y Sábados 19:00 y domingos 18:00 horas Hasta el 22 de Junio 2025.

COSTO: $504. Boletos en taquilla y en Boletos para ANATOMÍA DE UN SUICIDIO en Teatro Helénico

DURACIÓN: 140 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento y valet parking.

COMPARTE!

Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *