ALGO EN FUENTEOVEJUNA
Análisis de la escena con perspectiva psicoanalítica.
ALGO EN FUENTEOVEJUNA
“Vengándose uno se iguala a su enemigo.”
Si en alguna cartelera dice Fernando y Héctor Bonilla, Carlos Corona y Juan Carlos Medellín, uno tiene que ir. Así, ir sin dudarlo. La postura crítica de Fernando en su trabajo escénico como No se elige ser un héroe, Almacenados, Infierno Barba Azul e Ingrávidos, por citar algunas es para mí una de las más claras muestras de lo que el quehacer artístico tiene como responsabilidad: sacudir conciencias o bien hacernos reír o llorar desde nuestra inconciencia para, luego de eso, comenzar a pensar.
“¿Hay alguno de vosotros que no esté lastimado en honra y vida?”
Hace poco asistí a una charla en Casazul convocada por Mario Bellatín con Margo Glantz para hablar del teatro pobre de Grotowski y la maestra decía a cada instante: “Era increíble”; una y otra vez: “increíble”, así hasta el punto en el que ella misma notaba su repetición en dicho calificativo y sonriera al expresar que encontraría otros muchos para definir el trabajo del maestro polaco. Lo mismo me pasa ahora al pensar en “Algo en Fuenteovejuna”: es increíble. No me siento capaz de siquiera poder enunciar verbalmente el acontecimiento emocional que me atropelló al ver la puesta y mucho menos lo que a mí acude al querer escribir dignamente sobre lo increíble.
“Si ya están muertos qué más te da, te compro los cuerpos. Yo no más quiero entregárselos a sus familias.”
La adaptación que hiciera Fernando Bonilla del texto de Lope De Vega escrito hace 400 años en tres actos, es así: increíble. Los diálogos están cruzados en español actual y antiguo y eso nos hace saltar a distintas dimensiones del tiempo, convocando con ello a cuestionarnos sobre si el devenir es por fuerza cronológico. Bonilla trae al México de 2018 una historia suscitada a mitad del siglo XV –época de los Reyes Católicos que retomara casi 150 años después Lope de Vega- de abuso de poder, crimen, corrupción, terror, hartazgo, injusticia y valentía al poner en escena a un capo herido que actúa a capricho destruyendo el honor de un pueblo y también ha puesto es escena lo que el pueblo hace con su dolor y deshonra.
“Cuando me toca torturar hasta lágrimas me salen.”
La Sala Sor Juana Inés de la Cruz del CCU de la UNAM es habitada para contar esta historia en la que Bonilla cruza el clásico español, desde la ficción por supuesto, con las indignaciones del doctor Mireles y su fractura con las autodefensas luego de enfrentar a los Caballeros Templarios de Michoacán. Para ello el trabajo de iluminación y escenografía de Tenzing Ortega es clave porque crea atmósferas; ambos diseños consolidan la propuesta del director al colocar la escena de manera tal que uno como espectador queda ahí de mirón como un niño asomado por la ventana con miedo a salir al mundo en el que vive y le compete. Ortega construye espacios que contienen una implosión de cuyas esquirlas los espectadores salimos sangrantes. Otro contundente acierto de la puesta es la música original y el diseño sonoro de Leonardo Soqui que nos lleva audiblemente a lo desgarrador y siniestro.
“Prefiero creer que Dios no existe a creer en un Dios que permite tanta mierda.”
Las actuaciones -adivine usted- son también increíbles como la de Juan Carlos Medellín, otro gran comprometido con la denuncia de la arbitrariedad desde la escena. Lo mismo Carlos Corona quien recientemente develara placa por las 100 representaciones de El Asesino Entre Nosotros, puesta en la que se menciona: “Yo hubiera podido correr un poco más fuerte y hubiera podido gritar un poco más alto”. El maestro Corona en “Algo en Fuenteovejuna” grita más alto poniendo el dedo en la llaga que nos sangra como nación: la violencia. Pero no sólo eso, sino que su personaje toca un punto crucial que tiene que ver con la gestación de la sicosis de los sicarios al exclamar: “Yo a veces pienso que el mundo se divide en dos, los hijos que fuimos deseados y los que no”. En esta cita textual, se desvela un concepto fundamental en el tratamiento anímico de la desvinculación del hijo al amor con respecto a quien se supondría debía amarlo incondicionalmente: la madre; cosa que sucede con frecuencia debido a depresiones postparto no resueltas.
“Amándonos nosotros se aman también nuestros muertos.”
El elenco completo hace un gran trabajo tanto como un todo y en sus apoyos histriónicos individuales, como se precibe en la estremecedora escena en la que nos pone a llorar Valentina Sierra quien comparte las tablas además con Francia Castañeda, Ricardo Esquerra, Malcolm Méndez y Patricia Ortiz. De esta manera todo el equipo suma a la increíble puesta que se enriquece con el diseño de vestuario y máscaras de Libertad Mardel.
“Falta poco para que el mecate se reviente y la sangre nos salpique a todos.”
Hay un prólogo que Octavio Paz escribió para una compilación de Ramón López Velarde en el Fondo de Cultura Económica que dice: “Pule infinitamente –no como artífice: como enamorado- cada sustantivo y cada verbo porque en cada uno de ellos se juega su identidad”. Entendí las palabras de un poeta al otro al ver “Algo en Fuenteovejuna”. El trabajo de Fernando Bonilla es una postura de vida, la identidad que lo distingue: insistir con texto y trazo para despertar conciencias.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Algo en Fuenteovejuna”
DRAMATURGIA: Fernando Bonilla
DIRECCIÓN: Fernando Bonilla
ACTÚAN: Héctor Bonilla, Francia Castañeda, Carlos Corona, Ricardo Esquerra, Juan Carlos Medellín, Malcolm Méndez, Patricia Ortíz y Valentina Sierra.
DÓNDE: Sala Sor Juana Inés de la Cruz.
DIRECCIÓN: Centro Cultural Universitario, Insurgentes Sur 3000.
CUÁNDO: Jueves y viernes 20:00 hrs. Sábado 19:00 hrs. Domingos 18:00 hrs. Hasta el 27 de mayo, menos del 26 al 29 de abril.
COSTO: $ 150 entrada general. Boletos en taquilla o en la página de la UNAM. Aplican descuentos.
DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: El Centro Cultural Universitario cuenta con estacionamiento y es de fácil acceso, también se puede llegar en la Línea 1 del Metrobús y bajar en la llamada CCU.