ADIÓS Y BUENA SUERTE
ADIÓS Y BUENA SUERTE
Por Juan Carlos Araujo
La cruda se cura con una buena aspirina y una cerveza helada, el teléfono suena pero nunca nadie está, el tesoro más preciado es el control remoto de la televisión y ese cómodo sillón es testigo silencioso de tres vidas desperdiciándose minuto a minuto. De la misma forma en que un perro y una boa no deberían de convivir, estos tres “ninis” sólo sirven para hacerse compañía el uno al otro sin ningún otro beneficio que el que implica alimentar sus propias inseguridades, temores y traumas. La bonita familia mexicana se ha desintegrado y lo único que queda es el miedo a una verdadera relación, a sentir algo que verdaderamente valga la pena. ¡Que rueden las cámaras, esta disfunción se graba!
La realidad urbana ha provocado que el concepto de familia conformada por papá, mamá, hijo, hija y un perro sea un modelo que cada día presenta más y más variaciones que se alejan del molde original. Hoy en día una “familia” puede ser desde una madre soltera viviendo con sus dos hijos en casa de sus papás, junto con el tío y tres pericos, hasta un grupo de amigos que viven apretujados en algún departamento seguramente de la colonia Roma o Condesa. A partir de esta realidad, aunada a la aparición de los “nini” (ni estudio, ni trabajo), condición en la que viven tantos y tantos jóvenes adultos, es que Gibrán Portela se inspira para escribir “Adiós y Buena Suerte”, una farsa dramática que arranca grandes carcajadas ante una situación patética y lamentable de la cual es muy fácil burlarse.
Tomando como hilo conductor un ficticio programa de televisión intitulado “Familias de Hoy”, Portela nos presenta a Scartlett, Natividad y Próculo, sus nombres han sido cambiados para proteger sus verdaderas identidades, tres amigos que comparten un techo y, al parecer, un inexplicable miedo a establecer verdaderos lazos afectivos con alguien más ya sea por heridas del pasado, por un fatalismo absoluto o por una imposibilidad a ser feliz. Una co-dependencia enferma que es retratada con un enorme sentido del humor negro, lleno de sarcasmos e ironías que provocan risas constantes ante algo que de verdad es sencillamente patético. Diálogos llenos de filosofía barata y lógica pervertida, programas de televisión estableciendo relaciones imposibles entre animales, recuerdos trágicos y sueños hilarantes, así como un estudio de televisión que pareciera a momentos fungir como un muy extraño coro griego, son elementos que permiten elevar “Adiós y Buena Suerte” de un simple divertimento a una verdadera crítica a una sociedad vacía, una generación que sufre del síndrome de Peter Pan y a televidentes que siguen ávidamente y llenos de morbo tan lamentable espectáculo. Gibrán Portela muestra gran capacidad en generar tensión dramática y conflicto en un departamento donde verdaderamente no pasa nada, lo cual es un gran mérito para su capacidad como dramaturgo.
La dirección y actuación de “Adiós y Buena Suerte” corre a cargo de tres grandes talentos de la escena teatral contemporánea, Hamlet Ramírez, Sara Pinet y Miguel Romero, quienes recientemente participaron con enorme éxito en “El Amor de las Luciérnagas” de Alejandro Ricaño (crítica en www.entretenia.com). Apoltronados en un sillón viendo televisión, flotando en las aguas de los sueños con un salvavidas, asistiendo a un ridículo funeral o explicándole a la persona perfecta las razones por las cuales no deben estar juntos, este trío de actores proyecta qué tanto se deben de haber divertido durante el proceso creativo de montar la obra, al mismo tiempo que consigue que nos involucremos personalmente con cada uno de los personajes, sin importar qué tan ridículamente simpáticos o lamentables puedan llegar a ser. Mientras que Miguel Romero será patético en su forma de huir del posible amor de su vida y enervante en su obsesión con el control remoto, Sara Pinet logrará que se cierren varias gargantas al lamentar su imposibilidad de retener a alguien, tan sólo minutos después de haber provocado carcajadas con su casi surreal discusión sobre conejos. Hamlet Ramírez, quien con cada nuevo personaje me convence más y más de que es uno de los talentos actorales más subexplotados en nuestro país, luce su enorme simpatía y rango interpretativo con su deliciosa creación de un personaje repulsivo en muchos, muchos sentidos, además de su nombre. “Adiós y Buena Suerte” es un deleite para el público quien sale encantado tras haber tenido la oportunidad de convivir con tres perdedores interpretados por tres enormes promesas.
“Adiós y Buena Suerte” es tan evidentemente el resultado de un trabajo lleno de compromiso, talento y amor en cada uno de los involucrados, que uno no puede evitar sentirse contagiado por esta mágica energía teatral que verdaderamente emana del escenario. Al salir de la función, uno sale revigorizado, listo para conquistar el mundo, lleno de las ganas para realizar ese proyecto con que siempre se ha soñado. Tal vez exagero un poco, pero lo que sí les aseguro es que lo último de lo que tenía ganas era de irme a casa a ver televisión.
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