VILLA DOLOROSA

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Para quienes desean celebrar tres veces el mismo cumpleaños a la mejor usanza chejoviana.

VILLA DOLOROSA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (@RiAlCastillo)

“Basta de lamentos y quejas, bebamos.”

Una fiesta de cumpleaños sin música no es una fiesta verdadera. El resultado es que Irina se aburre, se aburre mucho y jura que el próximo año todo será diferente. Sin embargo, tanto ella como sus otras dos hermanas, así como el muy cercano a la mediocridad de su hermano Andréi, por más que digan que las cosas van a cambiar están atrapados en su muy pequeño, decadente e inalterable universo burgués donde jamás se le permitiría la entrada a un caldo azucarado imperialista. El mundo gira, nuevas personas llegan, las pasiones afloran y mueren a sus alrededores, ellos siempre siguen igual.

“Diferente en este caso quiere decir pobre.”

El tedio, la parálisis, el estancamiento y el sabotaje son algunos de los temas que la dramaturga alemana Rebekka Kricheldorf explora en su obra de 2009 intitulada “Villa Dolorosa”. Creada como una visión contemporánea a Las Tres Hermanas de Antón Chéjov, esta sumamente ingeniosa e inteligente pieza teatral ubica a Irina, Olga y Masha dentro del contexto contemporáneo de una familia de hípsters, ninis y millenials que se ha agotado la herencia de sus padres y que ahora viven atrapados en una casona en absoluta decadencia. Ya sea malgastando el tiempo en estudiar una carrera sin el más mínimo interés de acabarla, en un trabajo que se detesta o estando atrapada en un matrimonio sin sentido, cada una de estas mujeres ve su vida pasar, desperdiciarse, sin hacer nada al respecto para mejorar, prefiriendo la perorata intelectual sin sentido a realizar un muy real y posible cambio que quizás podría hacerlas felices.





“Soy prisionera de todas las decisiones que he tomado.”

En el segundo de los tres cumpleaños de Irina que se presentan en “Villa Dolorosa”, la celebrada por fin ha subido un tocadiscos del sótano, así como una vieja colección de discos de su hermana Olga. Inútil al punto de apenas poder operar el armatoste tecnológico, Irina se deja llevar por los ritmos estridentes de música metalera, recuerdos de un pasado que nunca habrá de regresar. Esta misma música será motivo de múltiples discusiones, tanto con Irina como con una muy embriagada Olga, ante el egoísmo que clama la esposa de Andréi quien no permite semejante ruido en una casa donde hay un bebé enfermo. Uno de los aspectos más interesantes de la dramaturgia de Kricheldorf, más allá de su habilidad para capturar el universo chejoviano dentro de un contexto actual, radica en la muy pertinente manera en que retrata una sociedad atrapada por la nostalgia del pasado, hecho social que pareciera ser una constante entre varias generaciones actualmente. De igual manera, resulta fascinante en voz de los personajes satélites, específicamente en el siempre meditabundo y apacible Georg y la muy desparpajada e inculta Janine, la manera en que la autora emite juicios sobre la situación tan patética en la que se encuentran los miembros de la familia, sin que igualmente nadie haga nada para que las cosas cambien, ya no digamos mejoren.

“La felicidad está sobrevalorada.”

Una mezcla entre incredulidad, morbo, diversión cruel y asco invade las caras de las tres hermanas al enterarse que la nueva novia de su hermano no es… como ellos. Al momento en que irrumpe en la fiesta de cumpleaños como una tempestad llena de energía, la grandilocuente música de Las Valquirias de Wagner estalla. La risa entre las butacas no se hace esperar. Sutil y naturalista en casi toda la puesta en escena, aunque a momentos absurda y casi fársica, la dirección de Silvia Ortega Vettoretti es en su mayoría precisa y sólida para el tan complejo reto que representa “Villa Dolorosa”. Mientras que el tono profundamente realista que aplica en el universo que habitan Masha, Olga e irina es un claro y preciso reflejo del hastío perenne en el que se encuentran estas tres hermanas, la presencia de quiebres en este tono, como se aprecia claramente en la musicalización wagneriana que da giros cómicos muy necesarios, son un respiro agradecido y necesario que evitan la excesiva seriedad de lo que en verdad es una situación tanto ridícula como absurda. Sin embargo, este tratamiento no siempre es para beneficio de la puesta, como es en la manera en que se aborda al personaje de Andréi como si se tratara a momentos casi de una grotesca caricatura villanesca empecinada en reventarle a los demás sus sueños y globos. Un mejor equilibrio entre el naturalismo y la farsa se puede encontrar en la manera de presentar al romántico Georg quien es ridículo y comiquísimo en su propia seriedad o en la transformación que sufre Janine al ser contaminada por su estadía prolongada en la compañía de tan disfuncional familia.





“Ya estoy harto de estar aparentando que soy feliz.”

Controlada en su amargura, pero deseosa de que alguien preste atención a sus lamentos, Olga despotrica sobre su insatisfacción tanto laboral como personal con el recién llegado amigo de su hermano a tan sólo escasos minutos de haberla conocido. Por su parte, el hombre que momentos antes se encontraba abrazando un árbol en el jardín declara su placer por permitírsele entrar a este mundo que encuentra fascinante. Más adelante en la obra, ambos personajes sufrirán profundas descomposiciones ya sea por los efectos del alcohol y un deseo de mudarse de esa casa o por la imposibilidad de ver su amor hecho realidad. Las actuaciones realizadas tanto por Paula Watson, quien alterna funciones con Daniela Zavala, y de Salvador Hurtado en los papeles de Olga y Georg respectivamente representan uno de los puntos más fascinantes y bien logrados en “Villa Dolorosa” al conseguir crear personajes tanto patéticos como ridículos lamentables en sus defectos, cómicos en sus dolencias. No menos interesantes resultan Mahalat Sánchez como la frustrada Masha, Renata Wimer como la siempre aburrida Irina y Sheila Flores como la poco elegante pero muy real Janine. Dada la dirección que se toma sobre el personaje de Andréi, interpretado por José Carriedo, hacia un tono más irreal y absurdista, este trabajo actoral bota de inmediato como fuera de la puesta de escena, siendo esta decisión más desconcertante que interesante.

“Creo que voy a deprimirme.”

Me resulta fascinante que en los últimos cinco años he tenido la oportunidad de ver más de 20 montajes de Chéjov o inspirados por sus obras. Esto sin duda es testimonio de un legado atemporal, profundamente relevante en nuestros tiempos, urgente en su reiteración de que la vida debería ser vivida más y menos contemplada. Sin embargo, me atrevo a decir que “Villa Dolorosa” es quizás una de las propuestas más interesantes e innovadoras de todas, permitiendo ver desde la dramaturgia a un Chéjov profundamente contemporáneo. Esto se agradece, se admira y se aplaude.

 

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: “Villa Dolorosa”

DRAMATURGIA: Rebekka Kricheldorf

DIRECCIÓN: Silvia Ortega Vettoretti

ACTUAN: Renata Wimer, Paula Watson/Daniela Zavala, Mahalat Sánchez, José Carriedo, Sheila Flores y Salvador Hurtado.

DÓNDE: Sala B de La Teatrería
DIRECCIÓN: Tabasco 152, Colonia Roma.

CUÁNDO: Martes y Miércoles 20:00 hrs. Hasta el 20 de Junio.

COSTO: $225. Boletos en taquilla y www.lateatreria.com

DURACIÓN: 130 minutos con un intermedio de 10 minutos.

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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