EL RÍO

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Para quienes entienden que al pescar en el mismo lugar todos los peces serán iguales.

EL RÍO

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (@RiAlCastillo)

“Ningún atardecer es igual a otro.”

Medianoche sin luna y el anzuelo está listo. Las truchas de mar nadan libremente en espera de ser capturadas ya sea con toda la plétora de moscas que sirven como carnada o con un Cheeto sabor cebolla. Sin embargo, la verdadera pesca no sucede en el agua. Con la misma historia, quizás la misma mentira, una tras otra han caído bajo los embrujos de una copa de vino, bellas palabras y el contenido de la caja que se guarda debajo de la cama. El caudal del agua nunca se detiene, año con año el ritual se repite, las caras cambian, pero el sabor del pescado en la mesa siempre es igual de delicioso. Escondido, un retrato con la cara rayoneada guarda sus secretos y no los piensa revelar.

“Sólo el río sabe por qué estaba llorando.”

En el ámbito de una cabaña en medio del campo, a momentos dando la sensación de estar a millones de kilómetros de la civilización, un hombre se prepara con pasión desbordada para salir a pescar truchas de mar. Su compañera, puede estar más que lista para acompañarlo o dubitativa entre ir con él o quedarse a leer pues se encuentra insolada. Ella, ya sea una mujer, otra o la nueva, cambia con cierta periodicidad, quizás cada año, en un ritual que incluyen las mismas acciones, palabras e incluso sentimientos. Pareciera que el hombre está condenado a repetir sus patrones de pesca y de seducción por la eternidad. El muy reconocido dramaturgo inglés Jez Butterworth realiza una fascinante exploración de las obsesiones y pasiones que pueden llegar a dominar a un hombre en su obra del 2012 “El Río”.





“Estoy dibujando tu reflejo.”

Un retrato realizado desde un espejo de agua, una discusión sobre los diferentes tipos de moscas, secretos revelados que causan sentimientos de traición que se contraponen de manera cínica con las mentiras de un hombre que cree fielmente en cada una de ellas. Dentro del marco de una obra casi intimista, lírica en sus diálogos y cargada de silencios llenos de palabras, “El Río” es perturbadora en las distintas capas o lecturas con que se puede percibir. Desde la interpretación más básica que abriría discusiones sobre machismo y misoginia, hasta niveles subyacentes mucho más profundos que discuten sobre los fantasmas que achechan la atormentada mente de un hombre que jamás podrá superar una posible pérdida o las cadenas imposibles de romper que pueden anclar a una persona a sus propios malsanos placeres, cada una de las formas de percibir el trabajo de Butterworth resultan complejas y cargadas de la capacidad de convertirse en un muy real o distorsionado espejo para quien se atreva a verla con verdad en la mirada.

“Si me pierdes, me vas a buscar siempre.”

Un mundo gris creado de manera sencilla y poco intrusiva por el escenógrafo e iluminador Alejandro Luna, donde se destaca únicamente un halo de luz que cae desde la cima de las escaleras de la cabaña hasta el piso, es el área de acción sobre la que Enrique Singer realiza su propuesta de dirección de “El Río”. Con una apuesta que se centra mucho más en la actoralidad y el poder del texto que en una resignificación escénica, Singer presenta una visión clara y directa de la obra, una sin mayores complicaciones que las contenidas en las palabras del autor, realista al punto de tener un pescado que es comido durante la puesta en escena. El resultado es positivo, gracias principalmente a un buen manejo de la tensión generada sobre el público no a partir de crear necesariamente tensión dramática, misma que está muy presente a lo largo de todo el montaje, sino a partir de la hipnótica manera en que se va revelando la profundidad de la psicopatía presente en el personaje masculino, libre de toda hipérbole escénica.





“Me pregunto qué más he visto reflejado en estas mismas aguas?”

Contenida en su sorpresa, decepción y rabia, la mujer habla sobre unos aretes encontrados en una jabonera. Ella lo confronta a él sin grandes aspavientos. No hay gritos, no hay lágrimas. En medio de toda esa civilidad hay un torbellino deseando destruirlo todo a su paso, pero que jamás lo hará. Ella entiende su error, tomará cartas en el asunto, sus sentimientos se perciben en su mirada y en sus manos, pero su endurecida cara trata de mantenerse controlada. El trabajo que realiza Marina de Tavira como la mujer es, sin duda, uno de los mayores atractivos en “El Río”, sobre todo a partir de una construcción de personaje basado en las sutilezas emocionales y gestuales, cargadas de honestidad anímica. En contraste, Inés de Tavira como la otra mujer pareciera ebullir con sus emociones mucho más a flor de piel, cargada de energía, capaz de desaparecer en medio de la naturaleza para pescar por sus propios medios su trucha. El contraste de actuaciones entre ambas mujeres es particularmente exitoso gracias a los puntos en que ambos personajes confluyen ya sea diciendo las mismas palabras, reaccionando de manera muy similar a los estímulos de él. Por su parte, Sergio Bonilla resulta solvente como el hombre, consigue el cometido, aun cuando es necesario mucho más profundizar en las emociones más recónditas del personaje para que se revelen en las sutilezas, en sus reacciones al ser confrontado, en su manera de mirar a cada una de las mujeres, dotando así una mayor complejidad a su creación escénica.

“A partir de ahora lo único que podré hacer con cualquier otra mujer es mentirle.”

Al inicio de la obra, la mujer declara que ningún atardecer es igual a otro. Segundos después el hombre describe a la perfección el tipo de atardecer que ella está viendo, robándolo de su magia única para volverlo uno más. Es ahí donde radica la esencia y el patetismo de “El Río”. Recuerdo en mi juventud haber ido más de una vez al restaurante Saks de Insurgentes, muchas veces más de una vez si soy sincero, y tener la misma primera cita, contando los mismos chistes o anécdotas, seduciendo con las mismas técnicas a diferentes pretendientes. Todos tenemos patrones que repetimos, manías que nos persiguen, fantasmas que nos acechan de por vida, pero hay que permitir que las aguas fluyan libremente, que nuevos peces muerdan el anzuelo y lleguen a nuestras vidas, que cada atardecer sea verdaderamente único.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: “El Río”

DRAMATURGIA: Jez Butterworth

DIRECCIÓN: Enrique Singer

ACTUAN: Sergio Bonilla, Marina de Tavira, Inés de Tavira, Norma Flores y Sofía Sanz.

DÓNDE: Teatro Santa Catarina

DIRECCIÓN: Jardín Santa Catarina 10, Plaza de Santa Catarina, Coyoacán.

CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 hrs. Hasta el 29 de Junio.

COSTO: $150. Boletos en taquilla y en www.teatrounam.com  Aplican descuentos.

DURACIÓN: 75 minutos sin intermedio

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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